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CÓNICA | LA GUERRA EN MALI

Tuaregs colaboracionistas al servicio del Ejército francés

Como perros de presa, los dos pick-ups cargados con tuaregs colaboracionistas saltan sobre la sabana, levantan la arena y brincan alrededor de los blindados del Ejército francés.

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AFP | Valle de Inaïs

Tuaregs a sueldo del Ejército de Mali, son los «exploradores» de la operación francesa Serval (que debe su nombre al gato salvaje africano): en grupos de seis cada coche, acompañan a los soldados franceses en todas las misiones, les sirven de intérpretes, de guías e incluso de combatientes ocasionales.

Oculto su rostro por un turbante blanco y unas falsas Ray-Ban, Alo Mazzak ag Namaka espera que sus hombres terminen de hacer el té verde sentado a la sombra de una acacia en el valle de Inaïs, al nordeste de Gao.

«Antes del golpe de Estado en Bamako nos enfrentábamos a terroristas. Pero luego nuestros enemigos se multiplicaron. Las armas llegaron de Libia y no podíamos hacer nada. Entonces decidimos huir», señala. Liderados por su jefe tribal, el coronel-mayor Alaji ag Gamu, eran alrededor de 400 y se replegaron en marzo de 2012 al vecino Níger tras haber sido derrotados por los grupos armados tuaregs, liderados por los independentistas del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA).

Un año más tarde estaban de regreso tras las tropas francesas. París comprendió lo que podrían aportar y cada unidad militar tricolor sale acompañada de una veintena de estos mercenarios tuaregs en sus ofensivas. Saben a dónde hay que ir, salen en avanzadilla, observan, reconocen el terreno, hablan con la población...

Conocimiento del terreno

Para el coronel Bruno Vert, que comanda desde hace unas semanas la «operación de limpieza» en el valle de Inaïs, feudo del grupo yihadista Mujao (escisión de Al Qaeda del Magreb), su aportación es insustituible. «Son nuestros ojos. Conocen a la perfección el terreno y la población local».

«Nos ayudan a encontrar las rutas secundarias, menos susceptibles de haber sido minadas. Tenemos nuestros medios topográficos pero nada reemplaza al conocimiento humano. El otro día, el comportamiento de un hombre nos pareció sospechoso. Ellos nos dijeron: ` No, es normal, está arando'».

A mediodía los blindados franceses se aproximan a la localidad de Inaïs. Antes de entrar, instalan un altavoz sobre varios trípodes. Un oficial francés tiende a uno de los tuareg un papel en el que ha escrito: «Los terroristas son vuestra perdición. No les ayudéis o seréis cómplices. No interfiráis en las operaciones en curso y mostradnos sus arsenales».

Uno de los exploradores traduce el escrito al tamashek, la lengua de los tuareg, y declama el mensaje a voz en grito.

Al caer el día otros dos pick-up llegan al campamento francés. Aman ag Nani y sus hombres van a pernoctar en él. Se les suministran raciones de comida y agua mineral.

«Conocemos todo el norte de Mali», señala orgulloso con su grueso mostacho. «En cada equipo, hay uno o dos de los nuestros al lado de los franceses. Lo sabemos todo. La gente de aquí puede mentir u ocultar cosas a los franceses. A nosotros no», insiste.

«Nosotros hacemos preferentemente labores de guía, pero si es necesario luchar estamos dispuestos. No abandonamos nunca nuestra posición. «Cuando alguien viene en tu ayuda, no le puedes dejar que luche solo».

Aman ag Nani vierte tres grandes cucharadas de azúcar en la terera blanca. Detrás de él el maletero del Land Cruiser está desbordado: un bidón de 500 litros para el carburante, bidones de agua, cajas de munición, mantas para la noche, ramas de madera seca para hacer fuego...

Asegura que es originario de Kidal, bastión tuareg liberado por los rebeldes del MNLA y donde se han apostado un centenar de soldados franceses, pues la entrada de soldados de Mali sigue vetada.

Él lo tiene claro y no oculta su enemistad hacia los independentistas tuareg. «En la práctica son los mismos terroristas. Han cambiado la bandera de Ansar al-Dine (grupo islamista tuareg) o del AQMI (Al Qaeda del Magreb Islámico) por la del MNLA», asegura. «Podrán engañar a los franceses pero no a nosotros. Nosotros les conocemos a todos, uno por uno», concluye en un tono claramente amenazante el jefe de mercenarios.

 

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