Donde más cómodos se mueven los estados
La detención de seis ciudadanos vascos acusados de ser militantes de ETA constituye la enésima confirmación de que los estados español y francés siguen anclados en sus posiciones. No hay novedad en este sentido y tampoco puede decirse que cause sorpresa. Madrid y París se sienten cómodos cuando el conflicto se mueve en esos parámetros y van a hacer todo lo posible por que siga ahí, para que las detenciones, juicios y encarcelamientos ocupen el lugar que debería ocupar el debate político.
Hace tiempo que la sensación, cierta, de bloqueo se ha asentado en este país. Cuando todos los ingredientes para afrontar un proceso resolutivo de carácter democrático estaban dados, ambos estados han apostado por embarrar el terreno e impedir cualquier avance. Es un hecho. Sin embargo, esta actitud no debería conllevar ni la resignación ni el derrotismo de quien sí quiere conducir a este pueblo a otro escenario. Si es un ejercicio baldío apelar a la responsabilidad de quien ha dejado claro que no quiere transitar por la senda de la solución, sería igualmente irresponsable obcecarse en esa negativa y limitarse a denunciarla, sin buscar el modo de seguir avanzando a pesar de los obstáculos. Porque lo que está en juego es el futuro de Euskal Herria, algo que no importa en absoluto a quienes mantienen su estrategia en clave de pasado pero sí a quienes quieren unir ese futuro al suyo propio.
Hace cuatro años también se vivía una situación de bloqueo, y fue esa constatación la que condujo a la izquierda abertzale a cambiar de paradigma. Hizo una apuesta fuerte, encontró nuevos compañeros de viaje y logró el reconocimiento de la sociedad vasca. Hoy su posición política es mucho mas fuerte que entonces. Ahora vuelve a ser tiempo de audacia, de evitar que unos estados que no tienen oferta para este pueblo fijen la agenda que más les conviene. En este país existe determinación e ideas de sobra, experiencias como Aske Gunea o el Foro Social, cuyas conclusiones están a punto de conocerse, son ejemplo de ello. Madrid y París acabarán moviéndose, si no es por voluntad propia será porque la sociedad vasca les ha obligado.