Mikel INSAUSTI I Crítico cinematográfico
Carne de mi carne
Cuando vi «Super Size me» me reí mucho, como si la cosa no fuera conmigo. Al fin y al cabo, nunca me iba a dar por repetir el experimento de Morgan Spurlock, comiendo todos los días en una cadena de hamburgueserías. El asunto se puso más serio con «Fast Food Nation», y ahí el amigo Richard Linklater me dejó bastante tocado. El terror se ha apoderado de mí definitivamente con la reciente noticia del fraude de la carne de caballo, pues sustituía a la de vacuno en cualquier preparado, ya fueran albóndigas o pasta rellena.
Ahora leo que la UE va a tomar medidas preventivas. ¡A buena hora! Desde luego no me tranquiliza, sabiendo que el daño ya está hecho y no hay vuelta atrás para la cadena alimenticia. Ya me dirán que control sanitario pasaron esos supuestos equinos de procedencia desconocida. Voy a acabar dándoles la razón a los veganos, más aún después de ver el documental catalán «La barbacoa».
No es una cuestión de radicalizarse con todo lo que uno se lleva a la boca, pero a este paso acabará surgiendo un movimiento a favor de alimentarse únicamente de piedras. Yo quiero creer en el producto del baserri como el que más, pero la calidad natural se paga a un precio demasiado alto, solo al alcance de algunos privilegiados, dispuestos a vivir más años que el resto de los mortales.
Nunca creí que el argumento de «Soylent Green», película de ciencia-ficción que vi siendo adolescente, llegara a tomar visos de realidad. Pero tenía una lógica aplastante, porque, una vez agotadas las reservas marinas, el alimento sintético del título ya no procedía del plancton, sino de la carne de los cadáveres humanos.