Raimundo Fitero
LAPAO
Lluís Llach y Pep Guardiola hablan «lapao», según han aprobado en las cortes aragonesas el PP y Partido Aragonesista. Ramón Llull, Artur Mas o Carod Rovira se expresan en la misma lengua ahora renombrada. Es la obsesión de la derecha centralista, capaz de inventarse cualquier nomenclatura con el fin de cambiar la historia, los sentimientos, las emociones y la lengua de unos miles de ciudadanos que viven en lo que se denomina la franja, es decir esa frontera política que separa Catalunya de Aragón, ambas con la misma bandera cuatribarrada, con tantos vínculos históricos compartidos.
El nombre que se le quiere dar al catalán es el de Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental, pero tiene otra lengua nueva, conocida hasta hace poco como aragonés, que también tiene que ver con el catalán y que ahora la han bautizado como Lapapyp, Lengua Aragonesa Propia Pirenaica y Prepirenaica. La verdad es que viendo las imágenes de las cortes aragonesas en donde se debatía y se aprobaba esta barbaridad lingüística y política, uno llega hasta el límite de su capacidad de comprensión de la inutilidad de un parlamento regional, del despilfarro económico para entretenerse no solamente en preparar el debate, llevarlo al hemiciclo, sino que una vez aprobado, lo que va a significar en todo el ordenamiento, todos los papeles, rótulos, letreros, carreteras. Sin olvidarnos de que es una lengua que se habla desde siempre en esas zonas, no es nada impuesto, sino orgánico, lógico, normal. ¿Este es el problema más importante que afecta hoy a los aragoneses?
Llega esta decisión ridícula, cateta, de acomplejados, el día siguiente de la resolución del Tribunal Constitucional interviniendo de nuevo en una decisión tomada por amplia mayoría en el Parlament Catalá, que abría las puertas para celebrar una consulta popular sobre si se quiere emprender los pasos hacia una soberanía política o no. Es decir, el famoso derecho a decidir. Una decisión del TC de un calado político muy especial porque incide en lo mismo, en reescribir el Estatut, en demostrar que el único camino es la independencia de la España una, grande y nada libre de infantas, panderetas y preferenciales.