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crónica | curso de contención y autoprotección

Cuidadores aprenden a evitar riesgos con sencillas técnicas

Una treintena de mujeres y hombres que trabajan en servicios sociales, educación y sanidad se dieron cita ayer en el gimnasio de Artxandape Ikastola, en Bilbo, para aprender técnicas de control y manejo de situaciones de riesgo provocadas por conductas agresivas. Por iniciativa de Guzmán Ruiz, experto en artes marciales, conocieron modos no violentos de contención, inmovilización y sujeción.

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Agustín GOIKOETXEA

Hace aproximadamente un mes, una joven educadora social fue víctima de una brutal agresión sexual en una vivienda de acogida del barrio bilbaino de Ibarrekolanda. Por encima de informaciones sesgadas, que alimentan el morbo, los profesionales que atienden esta clase de servicios denunciaron la «precarización» del sector y exigieron a instituciones públicas y empresas privadas la adopción de medidas para evitar la desprotección del personal.

En ese contexto convulso, Guzmán Ruiz Garro, con décadas de experiencia en artes marciales, planteó a trabajadoras empleadas en el tercer sector la posibilidad de organizar un curso de defensa personal a cuidadores para evitar ataques. La casuística es tan amplia como las personas a las que atienden a diario estas mujeres y hombres: personas mayores, menores, discapacitados, estudiantes, pacientes siquiátricos,...

El directtor técnico de Hapkido de la Federación de Euskadi de Taekwondo estimó que las medidas de contención resultan «una medida útil» para hacer más llevadero el trabajo del personal dedicado a esas tareas, a quien los recortes han sacudido con una merma de recursos y de cursos de formación. La treintena de personas que acudieron ayer al gimnasio de Artxandape Ikastola lo hicieron por iniciativa propia y agradecidos por la oportunidad que se les brindaba. Eran jóvenes y había muchas mujeres, ya que son ellas las que mayoritariamente ejercen de cuidadoras, ya sea en la red pública o en la privada.

«Todos sabemos que las mujeres son por regla general, en cuando a su constitución física se refiere, menos corpulentas que los hombres, pero este hecho -alertó Ruiz Garro- no ha impedido que sean ellas las cuidadoras de las personas dependientes en situaciones de cuasi-esclavitud». Ante las posibles dudas de las participantes, este cinturón negro 6º dan de taekwondo y 5º dan de hapkido les remarcó en varias ocasiones que «es preferible actuar con pericia que con fuerza bruta. Y en esto -precisó-, la habilidad, no creo que los varones cuidadores tengan ventajas innatas».

No demorar la actuación

En todo momento, les insistió en la «gran efectividad» de la contención física, efectuando ejercicios prácticos. «Una vez aceptada la decisión de inmovilizar al paciente, no se debe insistir en el diálogo, ya que puede provocar una situación embarazosa e incluso violenta, de consecuencias inesperadas para el propio paciente y para el personal». El sistema que se les dio a conocer se basa en la manipulación articular y en los llamados «puntos de presión». Con simples movimientos, se logra inmovilizar a una persona, aunque en el caso de que empleé un cuchillo, se les instó a no enfrentarse con él o anteponer cualquier tipo de objeto; por ejemplo, una silla como escudo protector.

A pesar de haber acudido al curso, algunas de las participantes restaban dramatismo a las situaciones a las que se enfrentan, como usuarios que las amenazan o tratan de agredirlas en un momento con una cachava, «porque es la reproducción de la violencia que hay en la sociedad, en todos los espacios».

«Nosotras trabajamos desde la ayuda a esas personas. Hay situaciones ante las que nos enfrentamos en que no podemos hacer nada más que tratar de calmar, de controlar la ansiedad que ha dado lugar, en algunos momentos, a ese episodio límite. Otras veces -añadieron en una conversación informal-, el motivo de todo es que esa persona ha dejado de tomar una medicación».

No pasan por alto que la precarización a la que se está llegando hace que se asignen ciertos trabajos a personal sin experiencia, que no está preparada mínimamente para afrontar situaciones habituales entre quienes son cuidadores, trabajadores sociales o prestan sus servicios en urgencias hospitalarias. Pero no solo se dan en esos espacios, ya que los episodios violentos se pueden producir en un despacho o en una sala de espera en la que no hay las condiciones adecuadas.

La importancia de la formación es resaltada una y otra vez, aunque no obvian que los recursos con los que las administraciones públicas les dotan son cada vez más escasos.

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