Hay artículos, comentarios y columnas que hieden a alcanfor y suenan a tiempo pasado. O que parecía pasado pero que estaba ahí, agazapado. Es lo que a servidora le ocurre cada vez que lee a Luis María Ansón, ahora aposentado en una página par de «El Mundo», que de repente se vuelve décadas más joven. Su última pieza se la dedicaba ayer a Arantza Quiroga, que al parecer dio una conferencia en Madrid deslumbrando a los convencidos. Según el académico, «la dirigente vascongada sin que le temblara la voz, el gesto firme y el ademán medido, llegó acezando y le cantó las cuarenta a un Mariano Rajoy que no sabía adónde mirar». Al leer lo de «gesto firme y ademán medido» -¿quién escribe así en el siglo XXI?- una pensaba que la presidenta del PP de la CAV había reinvadido el islote Perejil, pero no, al parecer había puesto en evidencia a su jefe. A cuenta de qué, se peguntarán; Ansón lo explica: «todo lo que el presidente del partido debió decir cuando explosionó el escándalo Bárcenas, lo afirmó esta semana, sin un aspaviento, la mujer más votable de la vida política española». Al loro con lo que «mujer más votable», que no persona. Parece decir que hay un millón de hombres más votables que Quiroga, pero entre las mujeres, ella la primera. Algunos son carcas hasta decir basta.

Quien fuera tantas veces presidente del jurado de Miss España (y olé) sigue con su estilo, y apunta que «Arantza Quiroga superó la tembladera virginal para expresar el asco que sienten los militantes del PP por lo ocurrido, por el saqueo de las arcas de Génova a cargo de unos cuantos listos que se han enriquecido». Sin comentarios. Y para concluir su última aportación al periodismo prehistórico, el plumilla madrileño escribe que «Arantza Quiroga, con la cara llena de ojos claros, se ha apartado del albañal sobre el que vierten las aguas turbias del partido. La corruptio optimi pessima descarga ya sobre las espaldas estevadas del poder. Laz zahurdas de Génova rebosan inmundicia y cochambre. La dirigente vasca no quiere que la mezclen con la bazofia». Y me parece muy bien, pero la irundarra debería ir al médico si tiene la cara llena de ojos. La gente normal suele tener dos... En fin, seguro que el señor que ocupa la letra «ñ» de la Academia de la Lengua Española no le hubiera multiplicado los ojos a Sémper. Lo dicho, hay columnas que huelen a rancio.