Estados Unidos sigue anclado en el siglo XX
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha cancelado la reunión programada con su homólogo ruso, Vladimir Putin, para setiembre debido a la concesión por parte del gigante euroasiático de un asilo temporal a Edward Snowden. Ambos mandatarios habían planeado encontrarse en Moscú antes de asistir a la cumbre del G20, pero la Casa Blanca confirmó ayer la suspensión de la cita, alegando falta de «progreso reciente» en la agenda bilateral.
El eufemismo no oculta el motivo real de la decisión, y pone de manifiesto el singular concepto que los estadounidenses tienen del ejercicio de la diplomacia. Washington ha puesto en funcionamiento en las últimas semanas todas sus baterías al objeto de impedir que ningún país albergara en su seno al antiguo analista, que fue quien divulgó la información sobre la vasta red de espionaje que los servicios secretos norteamericanos tienen desplegada por todo el planeta. Sus aliados -otro eufemismo made in USA- acataron prestos la orden, con episodios vergonzosos como el que tuvo que vivir el presidente de Bolivia Evo Morales, pero Rusia no puede permitirse ser tan obsequioso con los deseos de su antiguo enemigo y hoy socio circunstancial. Putin, a quien el destino de Snowden no le importa en absoluto, estaba obligado a rechazar su entrega por el rol que quiere que su país recupere en el concierto internacional y por el carácter que él mismo se ha forjado dentro y fuera de casa. Imposible ceder ante Obama.
En este sentido, que el presidente de Estados Unidos afirmara en un programa televisivo que Rusia está cayendo «en la mentalidad de la Guerra Fría» puede entenderse como una provocación, pero podría ser también un síntoma de que la superpotencia sigue anclada en el instante inmediatamente posterior al derrumbamiento de la Unión Soviética, sin asumir la realidad multipolar que ha emergido en la última década. Ni Putin es Yeltsin ni el mundo pivota ya sobre el imperio yanqui. Cuanto antes lo entiendan, mejor para todos.