El presidente del Gobierno producto del golpe de Estado en Egipto, Adli Mansur, anunciaba ayer el «fracaso» de los esfuerzos diplomáticos internacionales para lograr una solución dialogada de la crisis que padece el país. La mediación de los representantes de Estados Unidos, la Unión Europea y los países árabes no ha sido suficiente para lograr ni un acercamiento de posturas, pero sí ha dejado clara la naturaleza de los actuales mandatarios egipcios por medio de la «argumentación» de la presidencia egipcia sobre las causas del fracaso del intento de mediación internacional, que no es otra que la que ofreció sobre la necesidad del golpe militar: la responsabilidad «total» es de los Hermanos Musulmanes. Esa explicación denota una actitud propia de quien se cree en posesión de toda la razón y, en consecuencia, augura tiempos duros para Egipto, ya que muestra una nula disposición a siquiera intentar explorar la posibilidad de acuerdos entre las diferentes tendencias del país, sencillamente porque no acepta ninguna que no se pliegue a su voluntad. Esa actitud tiene un feo nombre, aunque algunos supuestos demócratas la hayan relacionado con la defensa de la libertad.