Habrá quien piense que es demasiado pronto aún para hablar de la película favorita para los Óscar, pero la estatuilla dorada a la Mejor Película del año ya tiene una firme candidata en «Doce años de esclavitud», así como en el apartado interpretativo, al que opta el reparto al completo de esta realización del cada vez más reverenciado cineasta afroinglés Steve McQueen.

La crítica desplazada al Festival de Toronto se ha rendido ante la adaptación del libro autobiográfico de Solomon Northup, y ha habido unanimidad a la hora de señalar que estamos ante una película de las que hacen historia. Sin haber visto «12 años de esclavitud», he de decir que este tipo de comentarios no me pillan por sorpresa, y que había muchas esperanzas puestas en el tercer largometraje de McQueen, tras el impacto de sus anteriores «Hunger» y «Shame».

Brad Pitt, que ya lleva suficiente tiempo en Hollywood como para saber de qué va este negocio, confió ciegamente en la película desde el principio y no dudó en respaldarla. Sus declaraciones durante el rodaje apuntaban a un producto ganador, siendo consciente en todo momento de su trascendencia.

El problema racial, lejos de acallarse con la llegada de Obama a la Casa Blanca, se ha recrudecido. Lee Daniels recuerda con «El mayordomo» la era de servidumbre que siguió a la esclavitud. Sin embargo, faltaba la película capaz de hacer justicia a la historia del esclavismo en el Sur, necesidad que Tarantino y su «Django desencadenado» no han hecho sino poner más de manifiesto.