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Floren Aoiz www.elomendia.com

Un pacto de régimen

No es casualidad que dirigentes del PP hayan hablado recientemente de foralidad frente a aventuras independentistas y que poco después se firme un acuerdo a tres bandas entre PNV, PSE y PP

Una de las miserias de la idolatrada transición española fue la entronización del consenso. En lugar de colocar en el centro de la discusión el antagonismo entre proyectos políticos, ese espacio fue ocupado por un consenso elevado a la categoría de dogma incuestionable. Esta operación pretendía neutralizar la política subordinándola al conchabeo y el cambio de cromos y, como funcionó, se extendió desde el acuerdo constitucional hasta los Pactos de la Moncloa, para seguir luego con los pactos contra el terrorismo, los pactos sociales...

Los tiempos han cambiado, pero el modelo nunca ha sido superado, porque ha ofrecido innumerables ventajas a quienes detentan las riendas del régimen: jibarización de la política y la confrontación social y «estabilidad», otra palabra mágica prima carnal del consenso y los pactos. Incluso en estos tiempos de crisis del régimen, o quizá por eso, si la cabra tira al monte, el régimen tira al consenso. Lo ocurrido en Catalunya ha creado una gran brecha precisamente porque cuestiona el dogma y otorga a la política su carácter de expresión y gestión de antagonismos. De ahí que, aunque cerrilmente, el Estado quiera a toda costa hacer volver a CiU al consenso.

Por eso vuelve la galaxia de conceptos asociados al Dios Consenso: estabilidad, cordura, sensatez, como vacunas frente a los demonios de esa religión: fractura social, aventura, secesión...

A falta de una propuesta para «regenerarse» y lograr consentimiento, el Estado ha optado por una estrategia de contención que, además de pretender restaurar la gloria que el consenso ha perdido, avisa a eventuales navegantes de los riesgos que pueden correr: por ejemplo, perder las «ventajas» del sistema fiscal foral-autonómico.

Creo que esto puede ayudarnos a entender por qué el PNV precisamente ahora ha decidido quedarse en el redil del consenso en lugar de mirar a Catalunya.

El sistema fiscal de los territorios vascos peninsulares es cíclicamente presentado como privilegio, y en este contexto de crisis del café para todos, la vuelta a los discursos de la igualdad y la solidaridad entre «regiones» del Estado está siendo usado para que las elites vascas no se sumen a la insurgencia política y social que se vive en Catalunya.

Esta estrategia de contención ha logrado atemorizar al PNV, que ni quiere ver en peligro ese sistema fiscal ni, sobre todo, soportaría verse desbordado, como CiU en Catalunya, por fuerzas sociales y expresiones políticas que no es capaz de controlar. No es casualidad que dirigentes del PP hayan hablado recientemente de foralidad frente a aventuras independentistas y que poco después se firme un acuerdo a tres bandas entre PNV, PSE y PP.

La española es una crisis sistémica, de régimen, y en ella cada agente va a tener que retratarse. No hay futuro para Euskal Herria dentro de ese régimen, por lo que apuntalarlo no es el camino. Agarrarse a la foralidad cuando está en juego la posibilidad de construir un estado independiente es de una mediocridad política preocupante y nos ilustra sobre los peligros de colocar el partido antes que la patria. No es tiempo de sumarse a pactos de régimen, por el régimen y para el régimen.

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