«Hay que hacer las películas en las que uno cree, no las que quiere el mercado»
Director de cine
Fundó la productora «La loma blanca» para llevar adelante proyectos arriesgados y apostó por un cine distinto, independiente de las necesidades del mercado. Tras «La mitad de Óscar», Manuel Martín Cuenca presentó «Caníbal» en Zinemaldia de Donostia, una peculiar historia de amor en la que el deseo, la muerte y las reminiscencias hitchckonianas deambulan por la historia.
Iratxe FRESNEDA | DONOSTIA
¿Cómo elabora sus guiones? ¿Sus película se transforman según trabaja?
Las películas siempre van evolucionando. Creo en la idea del artesano, que construye, y vas llegando por aproximación a tu historia. Ojalá lo supiéramos todo. Yo trabajo en el guión con la formula de la búsqueda de la reescritura. Planteamos muchas situaciones para llegar hasta el final. En el rodaje había distintas posibilidades, los guiones no son férreos yo llevo una planificación en la cabeza y luego voy variando, cambiando. Pero tampoco realizo un storyboard. No hago un cine mecánico, hago un cine de descubrir poco a poco. En mis guiones siempre voy desbrozando, quitando cosas, en función de los detalles, de lo que vas rodando. O invento secuencias como la del túnel de lavado...
Habla de ese viaje de ida y vuelta en el proceso de escritura de un guion que viaja de la mano, en muchas ocasiones, del rodaje mismo. En este caso ¿se dejó muchas cosas en el tintero sin contar? Me refiero a hora de crear el diálogo con la novela de la que parte esta película...
Siempre te dejas cosas en el tintero. Cosas que sabes y que, además, tratas de esconder a propósito porque no quieres contar todo lo que deseas. Se trata de jugar precisamente al ocultamiento. Las historias están ahí, por debajo. Y eso es lo poderoso, yo digo que se van quedando en el alma. Es como nosotros mismos, se van quedando ahí. Hay que pensarlas. El trabajo de búsqueda está ahí, en la selección, en el pulido. Esto no, esto tampoco... Mi trabajo creo que está ahí. Que cada secuencia cuente una cosa, que quede lo elemental, lo mínimo para que después el espectador construya el resto. Pero eso es elegir. No me gusta la idea de querer contar más de una película en una sola película, como si no fueras a hacer ninguna más. Elegir es el trabajo del director.
Granada es un personaje más, un personaje anclado en el pasado como ese sastre artesano.
Hay una imagen de la modernidad muy establecida, pero caminas por dentro de cualquier ciudad, visitas y descubres esa otra Granada, la que conozco, es esa que retrato en la película. Existe esa Granada que retrato, la del abogado y el sastre de toda la vida, la de la Semana Santa. Claro que existe la Granada moderna, la de los Erasmus. Todo eso es parte de Granada. Y el personaje encaja ahí. Me interesaba que fuera artesano, porque de ese modo yo buscaba la parte artística del personaje, un personaje que tocara la vida real y que tratara con personas, que les tomara medidas y que amara su trabajo. Y eso me parecía que humanizaba el personaje.
Un personaje más bien frío el que interpreta Antonio de la Torre.
Él puede estar quieto, parado pero eso es precisamente lo que hace que el personaje sea poderoso, su inmovilidad, su tranquilidad exterior, su frialdad. Cuando sale de la oscuridad en el pasillo... Hay momentos que hemos conseguido que se creen situaciones de terror.
Es difícil contar nuevas historias. ¿Qué pensó que podía aportar con esta historia que, de algún modo, ya había sido contada? El canibalismo está muy de moda últimamente en el cine.
Yo creo que lo importante es tener una historia y trabajarla. Algo fundamental a la hora de hacer cine es aprender, si yo fuera un genio las cosas serían de otro modo. Yo no puedo hacer cine sin pensar en los maestros y sin verme influenciado por ellos. Me parece que no aprender del cine que han hecho los clásicos es como pretender escribir sin haber leído. Y por otro lado, tu vida, tus sentimientos... Lo que le aportas tú a esta historia. Qué aprendo yo de los maestros y qué aporto de nuevo a la hora de hacer mi película son dos cosas que tengo presentes consciente o inconscientemente. Después es el que público el que decide si yo he aportado algo. Yo lo hago con fe y con convicción. Quiero contar historias, mi objetivo no es aportar nada a la historia del cine. Quiero contar cosas que creo que no se han contado aun. ¿Lo que yo hago tiene algún sentido? El tiempo lo dirá.
Precisamente para tener la posibilidad de contar sus propias historias creó la productora «La loma blanca» una apuesta por el cine independiente, más arriesgado en sus planteamientos cinematográficos. ¿Cómo les va?
Todo este entramado del cine se estaba viniendo abajo y tomamos la decisión de mirar las cosas de frente y dar un paso adelante para poder seguir creando esas historias en las que creíamos; además de hacerlo para ser más radicales y arriesgar sin miedo al fracaso. No intentar actuar por miedo; ¿que fracasamos? pues no importa, se trata de seguir hacia delante sin dejar de actuar por miedo. Porque puñetas, nos vamos a morir, porque hay que hacer las películas en las que uno cree, no las que cree el mercado. Hay que jugar el partido hasta el final, por eso montamos la productora. Lo importante es hacer aquello en lo que creemos.