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Ainara Udaondo | Instituto de Estudios Cooperativos Lanki, HUHEZI-Mondragon Unibertsitatea

Fagor Electrodomésticos: reflexiones desde el cooperativismo

Una de las cooperativas del Grupo Mondragon, Fagor Electrodomésticos, acaba como proyecto empresarial. No tardan en surgir voces que vaticinan el derrumbe del cooperativismo; todo un modelo sometido a un cuestionamiento desmedido. Cuando menos, parece un planteamiento poco riguroso y una lectura simplista de lo ocurrido. Intentemos apuntar algunas reflexiones que desde el Instituto de Estudios Cooperativos Lanki (Mondragon Unibertsitatea) nos surgen al respecto.

Es evidente que el caso de Fagor Electrodomésticos supone un golpe importante, real y simbólico, para el cooperativismo vasco en general y para la Experiencia Cooperativa de Mondragon en particular. Fagor Electrodomésticos es una cooperativa con larga trayectoria y un referente en la comarca guipuzcoana del Alto Deba. Ha sido la cooperativa pionera del cooperativismo mondragonés, catalizadora de muchas iniciativas y sostén importante para cooperativas en dificultades en otros periodos de crisis. Su situación actual rompe algunos mitos instalados en el imaginario cooperativo: evidencia que el cooperativismo también se resiente ante la crisis, y que las cooperativas no garantizan, per se, empleo de por vida.

A corto plazo, Mondragon y sus cooperativas tienen la posibilidad de demostrar que, además de haber sabido concebir y hacer empresa de una forma diferente, también se puede responder de forma más humana y solidaria en momentos críticos como el presente. He ahí el reto al que se enfrenta ahora el Grupo Mondragon: los mecanismos de solidaridad serán puestos a prueba. No es la primera vez que en esta experiencia se afronta una situación así, pero lo cierto es que la crisis de Fagor Electrodomésticos va a requerir una respuesta proporcional a su dimensión. Ello supondrá activar los mecanismos de intercooperación existentes a día de hoy (reubicaciones, planes de formación, fondos intercooperativos...), readaptarlos e incluso inventar nuevas estrategias. Ese es el examen de credibilidad al que se enfrenta ahora Mondragon.

Más allá de lo inmediato, esta crisis de Fagor Electrodomésticos abre nuevas interrogantes y vías de reflexión para el cooperativismo en general. A continuación, apuntamos algunas cuestiones que nos parecen importantes para inspirar la reflexión, que no se limitan al caso específico de Fagor Electrodomésticos.

En primer lugar, nos encontramos ante la problemática que deriva del dimensionamiento e internalización de las cooperativas. Por una parte se señala el crecimiento como condición indispensable para viabilizar los proyectos empresariales y mantener puestos de trabajo en nuestro entorno. Sin embargo, el proceso de expansión lleva también parejo nuevas realidades y retos para el cooperativismo, y surgen preguntas en torno a la dimensión o el nivel de endeudamiento asumible.

Surgen también preguntas sobre la promoción de las actitudes de corresponsabilidad que requiere el hecho de ser, al mismo tiempo, trabajador y co-propietario del proyecto. Resulta extraño escuchar voces de algunos socios y socias expresando sus peticiones a la cooperativa cual ente ajeno a ellos. Algunas afirmaciones pueden ser humanamente comprensibles como expresión de la incertidumbre y preocupación que se vive en estos momentos, pero no podemos obviar que el socio es copropietario del proyecto. El sentimiento de pertenencia en proyectos compartidos es una cuestión que debe ser constantemente alimentada en las cooperativas.

Otras viejas cuestiones también emergen en esta ocasión: las tensiones entre la práctica de la democracia y las exigencias de la lógica empresarial. Equilibrio al que inevitablemente se ve abocado a responder constantemente cualquier modelo cooperativo. Es fácil caer en análisis simplistas que responsabilizan de la situación al excesivo poder de una supuesta tecnocracia; o, por el contrario, realizar análisis miopes que apunten como causa fundamental de la crisis a la lentitud en la toma de decisiones debido a una excesiva democracia en las cooperativas. La cuestión es más complicada que todo eso, y no existen recetas perfectas. En las cooperativas será necesario combinar valentía y claridad en la gestión y en la información, más si cabe en momentos críticos y ante decisiones impopulares, con procesos participativos que promuevan protagonismo y actitud de corresponsabilidad entre los agentes implicados. En este sentido, constatamos una vez más que la información y la comunicación clara, constante y rigurosa es de suma importancia en los modelos cooperativos.

Otra cuestión abierta será la aplicación práctica y exigente del concepto de solidaridad. El engrase y vigencia de los mecanismos de intercooperación va a ser puesto a prueba. La Experiencia Cooperativa de Mondragón se caracteriza por el pragmatismo y la creatividad expresada, a lo largo de los años, en articular y desarrollar estrategias y relaciones de cooperación entre cooperativas. Mecanismos que se han traducido en compromisos concretos y que han posibilitado, entre otras cosas, el mantenimiento del empleo cooperativo.

No cabe duda de que la práctica de la solidaridad es siempre exigente. Requiere de grandes esfuerzos tanto a nivel personal como a nivel de cada cooperativa. Supone articular intereses en ocasiones divergentes, y suele ser motivo de tensión. La situación que enfrenta el Grupo abre algunos frentes en esta dirección. El nivel de compactación e identificación entre las cooperativas será clave para afrontar esta crisis de forma eficaz y solidaria, así como el mantenimiento de la cohesión social en la comarca del Alto Deba. Tampoco podemos obviar los dilemas que surgen ante la apuesta por mantener el empleo cooperativo y las graves consecuencias que sufrirá el empleo eventual a corto plazo debido a la reubicación de los socios de Fagor Electrodomésticos.

Todas ellas son cuestiones abiertas que precisan de un análisis sosegado, con el fin de extraer aprendizajes que posibiliten seguir ahondando en un cooperativismo más exigente. Hay mucho en juego en atinar con las respuestas a corto plazo; y a más largo plazo, extraer las claves que desde la óptica cooperativa pueden alumbrar un cooperativismo más fuerte y autoexigente. Se trata de un hito que debe ser colocado en el camino de la revitalización de la Experiencia Cooperativa de Mondragón.

No se trata de un modelo acabado y perfecto, ni de empresas infalibles. El cooperativismo es una propuesta en constante evolución, que nos llama a estar alerta con los desafíos económicos y sociales. Frente a las voces que anuncian la crisis del propio modelo, afirmamos que los principios sobre los que se sustenta gozan de gran actualidad: la centralidad de la persona, la práctica de la democracia y la autoorganización, la solidaridad e intercooperación, el enraizamiento y el compromiso social.

Es mucho lo que ofrece el cooperativismo vasco, y la Experiencia Cooperativa de Mondragón en particular. Cualitativamente, supone un grupo de empresas enraizadas en el País Vasco, con capital de aquí, comprometidas con el desarrollo del territorio y colaborando con muchas iniciativas sociales y culturales estratégicas para el país. Son empresas que, además, reinvierten gran parte de los resultados en fortalecer el tejido empresarial y la innovación tecnológica, espacios para la práctica de la democracia económica, con un planteamiento de reparto de la riqueza más equitativo que otros modelos de empresas.

Si aspiramos a caminar hacia modelos más humanos de hacer empresa y economía, no hay duda de que las cooperativas suponen un modelo interesante sobre el cual inspirar otras formas de hacer que apunten más allá de la lógica de la maximización del capital. Se trata de alternativas que, a pesar de sus dificultades y contradicciones, ofrecen respuestas concretas y reales de gran valor.

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