Drones: a menos riesgo propio, menos frenos para la brutalidad, más víctimas indiscriminadas
Por primera vez, víctimas paquistaníes de los aviones no tripulados -drones- han testificado ante el Congreso de EEUU. Sus testimonios no dejaron indiferente a nadie y fueron explícitos: «Nosotros no damos el trato que da EEUU a la gente de Waziristán ni a nuestro ganado». Esta guerra aérea donde nada se confirma y nada se desmiente, opaca y dinamizada por un programa ultrasecreto de la CIA se extiende por multitud de países y tiene por macabra regla convertir en culpables a quienes mueren. El número de víctimas civiles es difícil de determinar, pero el esquema que sigue es perverso: operando a miles de kilómetros con un mando de Play Station, el riesgo propio es nulo y, por tanto, hay menos frenos para la brutalidad y más víctimas indiscriminadas.
Los drones, además de cambiar el paradigma de la guerra, al no disponer de límites ni reglas, tienen consecuencias de largo alcance. Se pasean por los cielos como «dioses» que deciden, aquí o allí, sobre el «juicio final», sobre la muerte y la destrucción. No rinden cuentas ni están sujetos a ninguna cadena de responsabilidad humana ni normativa internacional. Obama, su máximo valedor, no es dios, pero se siente y actúa como tal.