Hay ocasiones en las que no es fácil comprender los hechos y verter opiniones sobre ellos, sobre todo cuando se trata de «dar sentido» a comportamientos censurables.

En plena contienda electoral checa contemplé con estupor el momento en que Miroslav Macek, líder del ODS, tras su intervención en un congreso de Estomatología, anunció que tenía que resolver un «asunto privado» con el ministro de Salud, David Rath. Macek se acercó a Rath y le propinó una bofetada. Se justificó diciendo que se trataba de un asunto «estrictamente privado». Rath y el partido socialdemócrata CSSD lo calificaron de «agresión política grave» por parte del ODS. Parece ser que Miroslav quería castigar simbólicamente a David por haber insultado a su esposa, una potentada suiza, en la prensa.

¿Es necesario volver a incidir sobre el papel socializador de los medios? Creo que la perorata de ambos y la hombrada de Macek podría formar parte de un repertorio de sketchs para la resolución de los conflictos interpersonales de forma no violenta y sin hacer el ridículo.

Como cualquier espacio de interacción, la política local es potencialmente conflictiva. Es conocido que el conflicto puede generar una espiral creciente de tensión si se reconduce violentamente y que, en el ámbito de las relaciones interpersonales, la conducta violenta es sinónimo de abuso de poder, en tanto en cuanto ese poder se utiliza para ocasionar daño a otra persona.

¿Qué pudo desencadenar el enfrentamiento físico entre dos ediles de Altsasu? Algunos medios han publicado un párrafo de la denuncia de Julia Cid, socialista y firmante del manifiesto de Ahotsak. Ese día, en una comisión de la Mujer, Mª. Antonia Román (UPN) le reprochó «preocuparse mucho de los derechos de las mujeres, pero, sin embargo, a ella le estaba maltratando y haciéndola daño». Después vino la trifulca y las denuncias. ¿Por qué los golpes, en lugar de una comunicación simétrica y asertiva? Es importante analizar las relaciones sociales en las que se inscriben las violencias y la posición de sus protagonistas. Más allá de quién empezó la pelea y quién golpeó más, ambas deberían mejorar sus capacidades y competencias comunicativas, y la gestión creativa de sus emociones, problemas e intereses, para resolver de forma constructiva y no violenta conflictos particulares y locales, sin adherirse al modelo ligado a la agresión y a la fuerza. -