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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-07-04
Helena Zubillaga - Pediatra
La noche inmensa

Una revista de nombre femenino, en su último número enseña, como es la costumbre, algo de moda, bastante cara, por cierto. No se olvida tampoco de dar alguna recomendación a la mujer para que pueda encontrar su media o su entera naranja. Y, por supuesto, no sería una revista femenina si no diera algún consejo dietético para poder mantenerse la mujer, también, más guapa y delgada. Y entre falda y pantalón, entre que las francesas comen por placer y entre que las naranjas completas aman sólo porque les da la gana, aparecen publicados tres artículos que hablan sobre la infancia, concretamente de lo que supone el nacimiento de un bebé, de lo difícil que a veces le resulta crecer, de su comportamiento y de cómo merece la pena que aprenda varios idiomas.

Son artículos con un tono de crítica hacia muchas cosas que no se hacen bien, como, por ejemplo, en lo que concierne a los métodos que todavía se siguen utilizando en las salas de partos de la mayoría de los hospitales del Estado español. Es cierto que lo que todavía ocurre en aquéllas dista mucho de ser lo más conveniente, pero podemos comprobar que poco a poco son más las madres y los padres que quedan satisfechos del trato recibido, por lo menos en los paritorios y en los servicios de pediatría de nuestros hospitales. Y esto se va consiguiendo porque en el momento del parto, en ese momento que muchos defienden como crucial para el establecimiento del tan oído vínculo madre-bebé, están presentes ginecólogos y ginecólogas, enfermeros y enfermeras y pediatras que intervienen de modo diferente al que lo han venido haciendo hasta ahora.

Tal vez hayan aprendido los profesionales de la salud que hoy acompañan a esas madres, a esos padres, a esos bebés, en el primer y posteriores momentos tras el parto que su intervención tendrá que ser un tanto discreta y sin invadir la intimidad de esos tres protagonistas. Tal vez los profesio- nales que hoy cuidan de que las cosas vayan bien en esa sala de partos se han dado cuenta de que los vínculos madre-bebé, madre-padre-bebé (importantísimo vínculo y, sin embargo, no tan oído) y demás lazos afectivos, en gran medida ya se han ido definiendo y estableciendo durante el tiempo que dura el embarazo, y de que lo que ocurrirá en adelante no estará desvinculado de las experiencias vividas durante los meses anteriores y, por lo tanto, saben aquéllos que su trabajo tiene que ir encaminado, entre otras cosas, a cuidar que todo eso no se estropee.

Alessandra Piontelli, psicoanalista, defiende que no hay una discontinuidad entre la vida prenatal y la vida postnatal, y que el comportamiento de un bebé tras su nacimiento tiene mucha similitud con el comportamiento que se puede observar (a través de ecografías seriadas) en su vida fetal. Si, tal como esta autoridad en el tema observó en numerosas ocasiones a esos bebés antes de su nacimiento y después en los años posteriores, nosotros también reflexionáramos sobre lo que nos cuentan las madres sobre su embarazo y pudiéramos interpretar lo que observamos en el comportamiento a través del tiempo de dicho bebé, nos daríamos cuenta de que hay una significativa continuidad entre las características comportamentales prenatales y las postnatales, y de que la influencia que puede ejercer en todo ello la herencia y el ambiente no empieza justo en el momento del parto, sino que bastante antes. Y si pudiéramos convencernos de que eso es verdad podríamos acabar con la creencia de que todo niño que es separado de su madre en la sala de partos pierde, sin remedio, la oportunidad de vincularse con su madre y de que necesariamente se sentirá solo, desolado y desamparado, y por lo mismo podríamos acabar con la creencia contrapuesta de que todo niño que es acogido por los brazos de la madre se sentirá sin duda reconfortado.

Habrá niños que nacerán con suficientes recursos para no sentir un gran malestar en caso de quedarse solos o en caso de tener unos padres que no manejan bien las ansiedades de ellos, como habrá niños que nazcan ya con un grado de ansiedad difícil de calmar por unos padres que supuestamente están tranquilos.

Como hay también padres y madres que en su afán de hacer las cosas bien se convierten en lectores voraces de libros que aconsejan esto y lo otro para que el niño coma bien, para que el niño duerma bien, para que no moleste mucho y para que su agresividad tan necesaria para crecer tanto física como emocionalmente esté en su punto perfecto. Afán y voracidad que al fin son tapadera de otras ansiedades que no se contemplan para nada en esos libros tan didácticos que para lo único que sirven, en muchas ocasiones, es para cargarse de polvo y provocar en el mejor de los casos una alergia a los ácaros y en el peor de ellos más confusión en las personas que los leen.

Concretamente refiriéndome al sueño de los niños y niñas pequeños, estoy de acuerdo con la mención que se hace en unos de los artículos sobre la inmensidad de la noche. Cuando les pregunto a los padres y madres de niños muy pequeños cómo se habían imaginado esto de la crianza de los hijos e hijas, los hay quienes asumen tranquilamente el desorden nocturno, los hay en cambio quienes dicen claramente que pensaban que sería un niño o una niña que comería y dormiría bien. Entre estos últimos hay algunos que llegan a acostumbrarse al desajuste que provoca el nacimiento de ese bebé y la cosa no adquiere grandes dimensiones. Hay otros casos y otras casas, en cambio, en los que la noche se convierte en una inmensidad para todos, pero sobre todo para el propio bebé, y todos corren el peligro en esos momentos duros, incluso trágicos, de dar rienda suelta a reacciones bien negativas, como la intolerancia, la ansiedad, la angustia, el dolor, incluso a veces el maltrato y, tal vez, también la venganza de las madres y de los padres por lo que hicieron con ellos cuando fueron a su vez niños y niñas. Los más valientes llegan a reconocer los síntomas.

Pero a pesar de que todo lo descrito es posible, en el lado opuesto están los padres y las madres que aunque de niños fueron reñidos o incluso maltratados porque no dormían, ahora, cuando la noche se les hace inmensa porque su bebé no logra conciliar el sueño o se despierta varias veces en la noche, no riñen ni maltratan, sino que destierran sin lugar a dudas los métodos inadecuados que utilizaron con ellos, pudiendo así englobar el grupo o la excepción que nos permite afirmar que no son las madres y los padres los únicos responsables de que sus bebés, al llegar a la edad adulta, al convertirse en padres y madres, funcionen adecuadamente o no. -


 
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