Si la primavera la sangre altera, el verano lo que nos hace bombear de forma más acelerada es el corazón. «Los amores de verano son como las olas: llegan, rompen y se van», rezaba un graffiti. Relaciones que se crean en torno a una fogata, en algún campamento, en la casa de la playa, en el lugar de vacaciones, en la fiesta del pueblo, y cuya característica principal la reflejaban como nadie el dúo Manolo y Ramón, el Dúo Dinámico, en aquella letra inolvidable que hablaba de que «el final del verano llegó y tú partirás» aunque, eso sí, «nunca yo olvidaré». Efímeros y al mismo tiempo perdurables en la memoria más intimista. ¿Quién ha podido olvidarlos, aun después de casados, o en pareja?

Amores de verano, amores adolescentes. «Las vacaciones de verano son un buen momento para relajarse, romper con horarios restrictivos, lo que facilita que surjan apasionados enamoramientos, relaciones más o menos fugaces en intensidad y duración, pero cuya huella perdura en ocasiones mucho más allá de lo imaginable», explica Santiago Frago, asesor sexológico, y uno de los coordinadores de una curiosa guía para ligar y facilitar estos amores de verano, elaborada a partir de encuestas entre escolares aragoneses y catalanes de 15 a 17 años

«Todo puede empezar con un coqueteo, una miradita, una sonrisa... el tiempo libre, el paisaje, la libertad emocional... todo hace que la química hormonal nos incite al encuentro», añade este experto. Pero no todo es siempre de color de rosa. «Hay desamores, desencuentros, rechazos, cuernecillos que complican estos romances veraniegos. Ello unido a las dificultades que muchos jóvenes encuentran para ligar, ligarse y ser ligados».

Por eso, esta curiosa guía editada de cara a este verano ha preguntado directamente a los adolescentes. Y éstos han contestado con quince consejos, de ellos y de ellas, para ligar bien o para hacerlo fatal.

¿Qué dicen los varones? Que si ellas quieren ligar deben vestir ropa sexy, enseñar tanga ­como ahora se dice­, mostrar escote y dejarse el pelo largo, mostrarse como una chica original y atrevida, ser insinuante en sus gestos, ser fiestera, enviar sms «pasados de tono» y, se llega a apuntar, hacer «guiños con la lengua». ¿Originales? Más bien previsibles.

¿Y qué deben hacer si para nada desean entablar relación? Pues fácil: ir de guay, ser borde, pija y creída, vestir con chándal, demasiado tapada, ir de antigua y desarreglada, «tirarse pedos, escupir y ser demasiado gamberra» o «ser muy escandalosa, porrera y bruta», celosa o agobiante y mandona, «tontear con todos y ser putilla», incluso ser demasiado alta; llegan a hablar de ser fumadora y llevar un maquillaje excesivo, «parecer una chica facilona, llevar plataforma y demasiados piercings» o «hacerse la dura, ser marimacho, tener mala pinta y reírse por todo», y, sobre todo, decir la consabida frase de «todos los tíos son iguales».

Ahora les toca a ellas. ¿Qué aconsejan al sexo opuesto para facilitar el ligue? Pues piden a los chicos ser detallistas y llevar la iniciativa; ser tiernos, divertidos, sensibles y sinceros, estar pendientes de ella, mimarla e interesarse por ella, pero también ducharse, lavarse los dientes, vestir bien y oler mejor, ser conversadores, echar piropos agradables, cruzar miradas y currárselo, hacerla reír, darle tiempo al tiempo o ganarse su confianza. Y además de todo eso, «ir con vaqueros ajustados marcando culete». Vamos, que buscan en verano su príncipe azul.

¿Qué deben hacer ellos para no parecerse a nada de lo dicho? Algún malpensado diría que, simplemente, comportarse como lo hacen a diario: hacerse el graciosillo e ir de listillo, ser un chulo, creído, ir de machito, machista y prepotente, pasar de ella y tontear con todas, «echarse eructos y pedos, escupir, sacarse mocos y rascarse los genitales», ser agobiante, pulpo, fantasma y mentiroso, pensar que ella es facilona y ser demasiado lanzado, «ir deprisa, ser guarro y salido, fijarse sólo en el físico, ser infiel, soso, payaso, pedir rollo en la primera cita e ir a saco», mostrarse indiscreto contando lo que haces o no haces con ella, con los amigos ser de una manera y con ella de otra, hablar de la ex y, finalmente, y como mal menor, vestir con chándal.

Los amores de verano valen la pena, siempre y cuando sepamos cuidarnos y saber decir adiós a la hora señalada. -

GASTEIZ