Después de largos meses de silencio, aconsejado sin duda por los médicos, el inefable Rodríguez Ibarra saltaba ayer a las páginas de “El País” para hablar del proceso político abierto en Euskal Herria. Y lo hacía con sentimientos encontrados que reflejaba en un extensísimo artículo.

Según Rodríguez Ibarra, «la oportunidad que en estos momentos se presenta, nunca ha faltado a lo largo de los casi 40 años de existencia de ETA. Es decir, ETA siempre ha estado dispuesta a sentarse y a abandonar las armas. El problema insuperable para la democracia era que ese final tenía un precio político inabordable; es decir, concederles los objetivos, todos los objetivos, o casi todos los objetivos políticos que perseguían». Ya empezamos a enredar.

Y es que el presidente extremeño nos asegura que «si ETA no renuncia a todos, o a gran parte de sus objetivos políticos, la paz es imposible. Y, si acaso se consiguiera la paz sin que ETA renuncie a todos o a casi todos sus objetivos políticos, no habremos acabado con ETA, habremos acabado con la democracia y habremos acabado con la libertad en España». Y ¿qué pasa con los objetivos políticos de la mayoría? ¿También tiene que renunciar la mayoría?

Pero para tranquilizar a su parroquia, Rodríguez Ibarra sentencia que «no conozco a un solo militante socialista que estuviera dispuesto a aceptar que ETA entregue las armas a cambio de que se hicieran realidad sus objetivos políticos. No conozco a ninguno que estuviera dispuesto a aceptar eso. Luego, si alguien, en nombre del PSOE, apoyara o negociara con ETA una paz que le permitiera conseguir sus objetivos políticos, ese alguien, sea quien sea, sería desautorizado, inmediatamente, dentro del Partido Socialista Obrero Español, porque nadie está autorizado para hacer eso en nombre del partido en el que yo milito». A eso se le llama «aviso a navegantes», ¿verdad?

Y termina apelando al corazoncito de Aznar:«Sr. Aznar, le ruego que en estos momentos tan decisivos para España haga usted el favor de comportarse como algunos nos comportamos con usted. Si no lo hace, no le quepa la menor duda de que sabré que me engañó de la forma más vil y con la pelea más dramática. Para mí carecerá de importancia su engaño porque mil veces que ocurriera, mil veces que me dejaría engañar en ese asunto». Que catastrofista está el Ibarra. - msoroagara.net