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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-07-25
Félix Placer Ugarte (*)
Balentxi, pasión por la libertad y la justicia

El mar de Euskal Herria nos ha llevado a Balentxi envuelto en las suaves y cálidas olas del verano donostiarra. El último latido silencioso de su enorme corazón resonará siempre en las profundidades de las aguas de la bahía de La Concha, y los acantilados del paseo marítimo hasta la playa del Gros nos seguirán devolviendo el eco de su sonora risa contagiosa, de su vida comprometida y fiel a las mejores causas de nuestro pueblo.

El mar infinito, la naturaleza abierta eran para Balentxi lugar de expansión y expresión de su lucha por la libertad, siempre llena de ánimo y esperanza. Con su paso lento y tenaz ascendía a las montañas de Euskal Herria. Su corpulencia no era obstáculo para lograr sus metas alpinas donde disfrutaba de la sensación de libertad que le transmitía y él deseaba comunicar y compartir con sus amigos de Gernika en los Pirineos, con sus compañeros de lucha en el Adarra y sobre todo con su madre con quien, a pesar de su edad y limitaciones, pasaba sus anecdóticas vacaciones en campings de tierras navarras para que disfrutara del sol y el aire.

Balentxi se sentía libre y vivía libre. Nada ni nadie le ataba y en todo y para todos transmitía la libertad de su persona trasparente, abierta, comunicativa y, sobre todo, comprometida con todos aquéllos y aquéllas que carecían de lo que él más amaba: la libertad y la justicia. Porque, como diría E. Fromm, Balentxi no se sentía solamente «libre de» cualquier atadura, sino ante todo era «libre para» los demás. No podía soportar que hubiera gente a su lado, en su pueblo, privada de ese valor fundamental para ser persona. Por eso dedicó su vida íntegra a la lucha por esa libertad contra todas las injusticias, a favor de los presos, marginados, drogadictos, pobres, por la amnistíaŠ Todo lo que entendía como camino o medio de liberación auténtica lo trataba de aplicar con apasionamiento y total dedicación. No había límites ni obstáculos para él en sus luchas liberadoras. Ni leyes, ni fronteras podían poner freno a su empeño irresistible e imparable por la dignidad de todas las personas, en especial de las más pobres, por el acercamiento de presos y presas, deportados y exiliados, por su solidaridad, cercanía y acompañamiento de sus familiares.

Su talante libre y decidido, audaz, molestaba a todos aquellos para quienes el orden establecido es norma de convivencia inalterable. En efecto, Balentxi no dudaba en romper y saltarse cualquier norma legal, jurídica, eclesiástica o litúrgica para «anunciar y proclamar la libertad a los oprimidos, y poner en libertad a los cautivos» (Lc 4, 18). Manifestaciones, ekintzak, panfletos, marchas reivindicativas, huelgas de hambre, encuentros de oración y celebración en Arantzazu por todos los presosŠ allí estaba Balentxi animando, organizando, luchando en favor de quienes viven encadenados por la droga, o bajo los barrotes de cárceles aniquiladoras de la libertad. Dedicó su vida con total coherencia a los últimos y desde ellos a Euskal Herria desde su fe profunda y consecuente.

A pesar de las contradicciones y marginaciones de la Institución eclesiástica siempre se sintió miembro de la Iglesia por encima de todas sus limitaciones. Las Comunidades Cristianas Populares, la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria fueron para Balentxi el lugar eclesial donde podía expresar, reflexionar, comunicar lo que entendía como una Iglesia vasca, fiel al Jesús liberador de Nazaret. Herria 2000 Eliza eran su mejor medio de expresión y él su mejor distribuidor ambulante. Por eso fue desde su inicios impulsor comprometido y activo de estos grupos con un entusiasmo contagioso, lejos de cualquier desaliento. Dentro de la Iglesia a la que como cristiano y sacerdote pertene- cía, y desde su honesta y sincera crítica ­más con hechos que con palabras­ supo mostrar lo que para él significaba ser fiel al Pueblo de Dios que está en los pobres como lo subrayó el concilio Vaticano II. Precisamente durante su celebración se ordenó sacerdote en Roma. Luego continuó sus estudios en Lovaina donde defendió su tesis doctoral en teología sobre los inicios de la JOC en el Estado español. Pero Balentxi no hizo aquel esfuerzo intelectual para dedicarse a una cátedra teórica. Sus convicciones creyentes y teológicas las fue comunicando en la calle, en la borroka, en la vida. Con él hemos aprendido muchos lo que significa vivir para los demás y nos ha dejado abierto un camino de esperanza, de confianza, porque como lo expresaba B.Gandiaga: «Bada gizakiaren alde den jenderik askapen-justizien antsiaz beterikŠ».

La inconmensurable humanidad de Balentxi tiene, por supuesto otras muchas facetas y dimensiones que él transmitía con sus apasionadas intervenciones, propuestas y originalidad y en especial con su compromiso de primera línea: Su entregada cordialidad, su disponibilidad total, su entusiasmo desbordante, su admiración y compromiso con quienes luchan por la libertad de Euskal Herria, su cercanía solidaria con los más sencillos, su dedicación entrañable a los ancianos de la Fundación Matía, a la gente de parte vieja donostiarra, su barrioŠ y, por supuesto, su amor a Euskal Herria, al euskera. Y, cómo no, su forma desbordante de disfrutar de la vida con sus amigos en una buena ­y abundante­ comida, generosamente rociada de vino sin reparar demasiado en calidad (con el consiguiente enfado de algunos amigos sibaritas). Su saludable estómago le pedía y toleraba todo aunque luego le pasara factura como aquel día invernal en que subíamos al Atxerito después de que la noche anterior cenaramos en una taberna de Isaba donde Balentxi se despachó con magnífico apetito y sin límites; otros montañeros que ascendían cercanos a nosotros, al oir que Balentxi se quejaba de la pronunciada pendiente, le comentaron desde lejos: «¡Con lo que cenó usted ayer por la noche!».

Balentxi nos ha dejado, pero Balentxi no es único ni aislado. Muchos amigos y amigas que él quería, eran su estímulo y compañía necesaria para seguir en la lucha. Gracias a estos hombres y mujeres del pueblo, Balentxi no conocía la fatiga en su lucha por la libertad para Euskal Herria, por los presos, por los marginados. Su original personalidad y figura dejan ciertamente un vacío, pero muchas personas saben continuar sus ideales, seguir su testimonio, mantener su esperanza, como lo supo hacer también Balentxi desde el recuerdo de otros muchos testigos de la libertad de Euskal Herria. Su amistad arrolladora en su compromiso liberador es como una marea viva que desborda los muelles e inunda las calles, como una suave ola de vida que sigue humedeciendo nuestras playas, como una nube de agua de libertad que procede de la mar y riega montañas y valles llegando hasta la cárceles más lejanas para hacer resonar el irrintzi de un amigo que sigue clamando «Presoak Euskal Herrira». -

(*) Félix Placer Ugarte es miembro de la Coordinado-ra de Sacerdotes de Euskal Herria


 
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