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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-08-25
Iñaki Gil de San Vicente
El ser servil

Karl Marx dijo que detestaba el servilismo, esa personalidad típica de quien asume deliberada y gozosamente su destino de criado, que se humilla y arrastra ante el poder, que carece que autoestima, orgullo y dignidad. El ser servil deambula desorientado por su vida buscando siempre cómo agradar al amo, cómo lograr su palmadita paternalista, qué hacer para que el amo le premie con dinero o con un favor, un ascenso o una mención y distinción públicas ante los demás serviles que reptan junto a él y que también hacen lo imposible por destacar. Pero a diferencia de los caninos, el servil tiene la desgracia de ser humano, y la humanidad es irreconciliable con el servilismo por lo que el ser servil está internamente podrido por una angustia que nunca puede ser suavizada ni siquiera con la cobardía permanente que le caracteriza. El perro al menos muerde, el servil, lame. Alguno puede hacer un gesto tenue de queja y hasta de protesta, apenas un gruñido, pero de inmediato se postra ante el poder al que sirve. Existe un abismo insalvable entre el ser servil y el ser humano, dife- rencia que se plasma en miles de prácticas cotidianas, matices aparentemente insustanciales pero que muestran lo irreconciliable, por ejemplo, el ser humano está en la cárcel por razones políticas y el servil es carcelero por razones egoístas.

Iñaki de Juana es un ser humano porque nunca ha sido servil, y su huelga de hambre es un acto más de dignidad humana, de praxis militante y de lucha revolucionaria en las peores condiciones que podamos imaginarnos, dentro de y contra una estructura estatal diseñada para destruir lo humano y alienarlo en el servilismo más abyecto y repugnante. La entera estructura represiva, desde la detención y tortura hasta la prisión, pasando por el trámite judicial, está pensada para destrozar el ser humano y fabricar seres serviles; y por eso, es una estructura que sólo puede funcionar en base al servilismo de las personas que obedecen al poder y obligan a obedecer a los demás. Pero el sistema represivo es una parte más del sistema capitalista que no sobreviviría sin los esclavos felices e infelices. Dado que el sistema represivo juega un papel clave mediante la amenaza preventiva, la producción de miedo, etc... en esta medida, la praxis humanista de Iñaki de Juana, su huelga de hambre, es a la vez un ejemplo al margen de nuestras situaciones individuales porque saca a la luz el límite que separa la coherencia de la indignidad servil. Y también es una denuncia y una crítica radicales a todos aquellos que buscan cualquier excusa para medrar y reptar entre pesebres.

El pesebrero es un servil que se caracteriza por buscar cierto anonimato en el cumplimiento de las órdenes que le facilite una más cómoda digestión. Los burócratas de partidos y sindicatos del sistema, funcionarios, sacerdotes y curas, y, en general, miembros de asociaciones jerarquizadas, autoritarias, dogmáticas y militaristas suelen ser excelentes pesebreros, dóciles y gregarios, que aplauden con las orejas a los jefes de turno, aunque éstos se hayan acuchillado mutuamente para tomar el poder. Pero el anonimato no es típico de todos los pesebreros, también los hay que se mueven públicamente, como periodistas, tertulianos, presentadores de programas de radio y televisión, cargos públicos, etc... Se diferencian de los anteriores en que su obediencia debe realizarse con una dosis de agilidad y reflejos suficiente para el buen ejercicio de las artes y ciencias de la manipulación. La sumisión al mando del servil mediático debe realizarse de forma sibilina, sin humillaciones innecesarias, porque a pesar del opio mental de industria político-mediática, bastante gente conserva recursos de pensamiento libre o al menos de no creencia ni credulidad absorta. Dentro del servilismo mediático hay de todo, desde quienes optan por dar el espectáculo más bochornoso hasta el sesudo equidistante que reparte culpar a derecha e izquierda pero se desdice al primer gesto del director del programa, pasando por el típico fas- cista. Aunque algunas veces aparezca un progre desorientado, es muy difícil encontrar alguien con pensamiento crítico-radical, cultura e inteligencia, porque estas cualidades suelen ir juntas y al no rendir beneficios socioeconómicos son rechazadas por los programadores, sean obispos, empresarios o políticos profesionales.

Pero el servilismo más efectivo al sistema dominante, en estos momentos, es el intelectual tanto de derechas como el llamado contestatario. El capitalismo no logra estabilizar definitivamente su poder mundial, y tiene serios problemas en cada vez más sitios. Los intelectuales conservadores cumplen la tarea de legitimar y argumentar, además de las brutalidades imperialistas, también todas las formas de manifestación del ser servil. Siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo. Los segundos, los supuestamente críticos, se esfuerzan por denunciar la servidumbre de las fuerzas reformistas, sus miserias, su apego a la buena vida y su dependencia axiológica del sistema burgués. No se puede negar que, a veces, logran críticas apreciables dentro de sus límites, que no son otros que todo lo relacionado con el problema de la propiedad privada y del poder en su sentido fuerte. Iñaki de Juana está dando otra lección a los mudos intelectuales que cierran los ojos y oídos ante su lucha por seguir siendo él propietario único de su vida, que no el sistema español. La huelga de hambre es una lucha por su independencia vital mediante uno de los pocos recursos que tiene, y reafirmar su poder y propiedad de sí y para sí mediante la reconquista de su libertad.

Cualquier intelectual que se detenga aterrado ante el poder y ante la propiedad privada sólo será eso, un intelectual del sistema, lo mismo que cualquier político que no asuma el riesgo de su propia vida, sino que se escude en la de otros, en la de los mercenarios a sueldo, sólo será un político del orden establecido. Parafraseando al Che, la diferencia entre la persona que voluntariamente asume los riesgos de la lucha revolucionaria, y político e intelectual radica en que el primero asume la propiedad de sí y para sí, de su vida, practicando su independencia de criterio, mientras que los otros sólo hacen servilmente lo que el poder les tolera, permite u ordena. -


 
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