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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-10-25
Fermín Gongeta - Sociólogo
Y Ahotsak es...

Ella sí es de Madrid de toda la vida, enraizada en generaciones. Nos hemos vuelto a ver y, una vez más, he debido ocupar mi puesto de aprendiz. No me incomoda. Durante la represión del dictador la clandestinidad agudizó en Helena su sentido crítico y su capacidad de correcto enjuiciamiento. Pertenece al enorme grupo de gente triturada por el TOP.

­Peleábamos contra la dictadura con unos hechos tipificados como delitos. Todo se convertía en represión de la libertad... Pero eso no significa estar vacunada, sonríe.

Siempre nos juntamos a medio camino entre Bilbao y Madrid. Normalmente en Aranda.

­¿Qué te sugiere Ahotsak?, le pregunto.

­Gemma Zabaleta, y Jo-ne Goirizelaia, y Nekane Erauskin... ­dice como pensativa­ y muchas más ­luego se calla un diminuto instante­. Tal vez sea nuestra misión, la de empujar a los hombres, a los políticos, a salir de la cueva de su inoperancia. Porque ¿qué conocemos de Mo Mowland, la que fue ministra en el Gobierno de Inglaterra y que impulsó el acuerdo de Paz de Viernes Santo, hace ya ocho años? ¿Quién recuerda su labor en el Parlamento? Ella fue Ahotsak.

Y Ahotsak es Dolores Ibarruri, y Clara Campoamor, y Victoria Kent y Margarita Nelken. Fueron ellas las que en 1933, durante la República, vieron el autoritarismo de las derechas, advirtieron el germen del fascismo, incluso antes de perder las elecciones que originaron el bienio negro de Lerroux.

Ahotsak fue Dolores, con Irene Falcón, Encarnación Fullola y Lucía Barón, quienes iniciaron la formación la Organización de Mujeres contra la guerra y el fascismo, siendo Catalina Salmerón la presidenta de honor del movimiento antifascista. Mujeres republicanas, comunistas y socialistas, unidas contra el fascismo... ¿No fue acaso el germen del Frente Popular?

En el año 33 la doctrina oficial del Partido Comunista era de oposición absoluta a todas las fuerzas políticas, empeñados en implantar la dictadura el proletariado. Dolores Ibarruri, aun perteneciendo al Buró Político del Partido, fue capaz de enfrentarse y visitar a la diputada socialista María Lejarraga, e iniciar así la unión de mujeres contra el fascismo. Dolores fue quien más influyó para que la Internacional Comunista se definiera por el Frente Unico, por la unión de partidos.

¡Clara Campoamor!... La revolución de Asturias del año 34 fue aplastada por los generales africanos dirigidos por Franco. Clara formó parte de la comisión parlamentaria que comprobó y denunció la masacre de los generales africanos. Abandonó su partido republicano que nunca volvió a aceptarla en su seno. Era su segundo pecado. Ya el primero, el de haber conseguido el voto para la mujer, nunca le sería perdonado.

Los partidos políticos no permiten fisuras. Los ritos de pública excomunión no son exclusivos de la Iglesia romana en la lucha contra las discrepancias internas.

¡Victoria Kent!, la Directora General de prisiones en el primer bienio republicano. Desde el pensamiento de Concepción Arenal y la labor en prisiones de Victoria Kent, las cárceles españolas no han dejado de embarrarse y deshumanizarse con injusticias y torturas, rebosando de disidentes.

A la señora Gallizo le recomendaría que leyese algunas de las obras de estas grandes mujeres. «Las cárceles, tal como funcionan y están concebidas hoy ­centros de deformación humana­ desaparecerán». Era lo que pensaba y escribía Victoria Kent.

¡Margarita Nelken!, socialista, diputada por Badajoz, la mayor comprometida con la Federación de los Trabajadores de la Tierra. La única mujer diputada en las tres legislaturas de la República. Mantenía con firmeza: «no existe feminismo válido si no se inserta en la revolución social, de la misma manera que no es viable ninguna revolución social si no asume las reivindicaciones feministas». Para dar con ella durante la invasión fascista había que subir a las trincheras del frente del Guadarrama.

Helena se puso pensativa antes de proseguir:

­Ayer y hoy, los gobernantes se opondrán por todos los medios a su alcance a que el debate político salga a la calle. Pretenden que todos los asuntos deben ser tratados en el Parlamento. Un Parlamento que ellos mismos han degenerado en un absurdo campo de sabotaje dialéctico.

¿Sabes cuál suele ser el problema? Que los partidos, los hombres de los partidos políticos, los que mandan y gobiernan, son como el perro del hortelano, que ni comen ni dejan comer. Y, a pesar de todo, las mujeres iremos abriendo el camino de la solución de los problemas. Mientras los hombres hablan de diálogo, nosotras hablamos sin que nos importe nuestra pertenencia política. Espero que entiendas el matiz ­dijo con ironía­. Y llegamos a acuerdos.

Ahotsak ha reunido a mujeres de los más diferentes matices y colores políticos y culturales. Es el camino. Mientras tanto los dirigentes políticos no acaban de decidir ni quiénes ni cómo deben reunirse. El qué dirán les bloquea, porque su objetivo es más la galería que la eficacia. La tradicional derechona española únicamente conoce la fuerza. Pero los que juegan a buenos, en lugar de defender a quien les ha elegido, se entretienen en evitar ser censurados por la oposición, sin darse cuenta de que les criticará hagan lo que hagan.

Campoamor dio a la mujer el voto. Fue su pecado mortal. Hoy Ahotsak pretende que se oiga la voz de la mujer. Hacer eso es pecado para quienes desconocen voluntariamente lo que debe ser una democracia.

Helena saca de su bolso una cuartilla plegada. Sonríe con cierta sorna:

­Déjame que lea este párrafo de Clara Campoamor. Es de su libro “La revolución española vista por una republicana”. Se refiere a la victoria de la derecha en el 34: «Los dirigentes (republicanos del Gobierno) habrían debido quedar por encima de la refriega y tratar de guiar al elector, en lugar de halagar sus debilidades. Los partidos deberían haberse mantenido en las esferas superiores de la moral política ­si hay alguna­ y no rebajarse recurriendo al populismo y la ciega agitación, buscando el beneficio personal que, por cierto, resulta tan pasajero como peligroso».

­Estamos en Aranda ­dice­. No podemos dejar que la comida se enfríe.

Por mi parte estoy convencido de que a las mujeres de la República, como a las de Ahotsak, nunca la historia les hará verdadera justicia. Fueron y son demasiado grandes. -


 
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