VILLAREAL 1
OSASUNA 4

IRUÑEA

Una vez conquistado Balaídos esta campaña, la última torre en caer fue ayer la de El Madrigal, un campo donde hasta ahora sólo se había rascado un empate, con Aguirre como entrenador. Y la toma se hizo a lo grande, sin paliativos, en la línea goleadora emprendida contra el Deportivo.

Ni más ni menos que 19 dianas en seis partidos es el bagaje realizador que acumulan los rojillos entre Liga y Copa de la UEFA, unas cifras sólo al alcance de conjuntos tan ofensivos y eficaces como el Barcelona o el Sevilla.

Con esos números, las garantías de victoria están prácticamente aseguradas ­ya se acumulan seis consecutivas­, de ahí que el haber ido sumando de tres en tres en las últimas jornadas el equipo navarro se haya visto catapultado hasta la zona templada de la clasificación, concretamente al puesto décimo, muy cerca de los que dan opción a jugar competición continental.

Las remozadas huestes de Ziganda ­el cuadro más joven alineado nunca­ hicieron caso omiso a la última trayectoria victoriosa del Villarreal en su estadio ­llevaba tres triunfos caseros seguidos­ y no quisieron esperar mucho para hacerse con las almenas de un estadio que se venía resistiendo. Hasta cuatro acometidas en poco más de diez minutos daban pie a pensar que la derrota número cien del submarino amarillo en Primera División estaba cerca de consumarse.

Como había anunciado el general de Larraintzar, la tropa no aguardó lo más mínimo para evidenciar su hambruna. Eran demasiados días calentando banquillo o silla en la grada para algunos jugadores acostumbrados a entrar en la lista una semana sí y otra también.

Capitaneando las avalanchas de las hordas rojillas, un Webó que se comía la hierba y a cuanto rival se ponía por delante ejemplificó a la perfección el sentir de más de uno al que le picó en su amor propio que se dijera que en Villarreal iba a saltar el equipo suplente.

El ariete camerunés hizo buena su condición y fue el primero en derribar, con la cabeza por supuesto, el frágil portón castellonense. La plaza amarilla quedaba abierta al saqueo de los rojillos, que no estaban para conceder armisticios a las primeras de cambio.

Es más, algunos tenían muchas cuentas pendientes que saldar. Sin ir más lejos, para Héctor Font era el partido en el que reivindicarse por partida doble: convencer a su actual míster de que tiene un hueco en el once y dejar en evidencia a su anterior entrenador con una actuación de lujo. El respetable dictó su sentencia con una estruendosa ovación cuando su paisano fue sustituido a falta de veinte minutos para el final.

La batalla era demasiado desequilibrada como para que los laureles de la victoria no cayeran del lado navarro. La avanzadilla constituida por el trivote guerrero anulaba las armas villarrealenses y contrarrestaba la débil columna de fuego enemiga con sacrificio, conjunción y acierto en el pase.

Un aguerrido Font compatibilizó el sudor con sus gestos técnicos ­dio los pases de los dos primeros goles y el que propició la jugada del penalti­, constituyéndose en la primera línea de presión ante la salida de balón del rival.

Por si acaso fallaba el hijo pródigo, un combativo Raúl García volvía por sus fueros ­ya dio algunas pinceladas contra el Zaragoza­ y sostenía sobre sus hombros la medular y la responsabilidad de no dejar construir a Riquelme, alma máter sin la que el Villarreal baja muchos enteros.

En la penúltima trinchera, Javad Nekounam, muy batallador durante los más de noventa minutos, cubría las espaldas de sus compañeros de filas y velaba la retaguardia, uniéndose a Cuéllar y Miguel Flaño cuando el fragor de la lucha así lo requería.

Mientras, las embestidas delos flancos rojillos hacían trizas a sus oponentes, penetraban en suelo hostil como si del salón de su casa se tratara y daban servicios en bandeja para convertir en añicos el dato de que desde hacía tres años nadie le metía tres goles al Villarreal. El batallón navarro rememoraba pasadas gestas en Segunda División, se imponía con claridad en el primer combate levantino y aguarda con impaciencia al de pasado mañana para dar paso a un periodo de paz navideña.