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Gara > Idatzia > Kultura 2006-12-21
Art Brut o la expresión de los artistas que arrastran una herida existencial
La historia del «arte brut» está íntimamente relacionada con personalidades oscuras y maníacas, personas que sufren de delirios o trabajan al dictado de espíritus, pero también abundan en sus páginas almas espontáneas, como la de Paul Amar, que ayer estuvo en la inauguración de la muestra que ha preparado la Sala Kubo y que irradian una ingenuidad y pureza desarmantes. Han incluido en la exposición obras de Emmanuel Lantxas, que reside y pinta en el psiquiátrico de Santa Ageda.

DONOSTIA

Dolores Durán, comisaria de la muestra “Art Brut. Genio y delirio”, que hoy inaugura la Sala Kubo de Donostia, fue muy concisa a la hora de definir esta corriente. «Art Brut es un término que acuña a mediados de los años 40 el pintor francés Jean Dubuffet para designar la obra de artistas desprovistos de cultura, al margen de la sociedad, muchos de ellos internados en hospitales psiquiátricos. Dubuffet plantea que el arte no es sinónimo de belleza ni es hijo de la razón, sino el trabajo de un genio, de la locura y de los valores espontáneos. Para decirlo de otra manera, el arte sería la emanación directa de los humores internos», dijo.

Lucienne Peiry, responsable de la colección de Lausanne y una de las personas que más ha trabajado para que esta corriente de arte haya salido de la clandestinidad, dijo durante la visita a la exposición que se trata de personas que arrastran una herida existencial. «Se trata en su mayoría de personas que han tenido un drama personal, han vivido una guerra, el exilio o el éxodo, han sufrido una herida de la que no se reponen. El arte les permite decir lo que no han podido contar. Pero sus obras muchas veces no hablan del drama, sino que parten de ese drama para convertirse en verdaderos artistas», dijo. Basta dar un vistazo a las biografías de los artistas que participan en la muestra para cerciorarse de ello. Por orden alfabético, Aloïse Corbatz fue gobernanta en la corte de Guillermo II, se enamoró del emperador y vivió una pasión completamente imaginaria. Internada en psiquiátricos, creó una cosmogonía personal de príncipes y princesas entre los que aparece de forma obsesiva el kaiser. El veronés Carlo Zinelli tenía sólo dos años cuando murió su madre. Con 9 años su padre le mandó a trabajar a una granja. A la edad de 31 años fue internado. Curzio di Giovanni también fue ingresado en un hospital de Pavia. El bávaro Josef Hofer nunca fue a la escuela. Vivió su infancia en el aislamiento. Era sordomudo y nunca tuvo vínculos sociales y terminó en un psiquiátrico. Madge Gill pasó su infancia en un orfelinato. Fue más tarde, a la muerte de un hijo cuando comenzó a dibujar, a escribir y a bordar, guiada por un espíritu. Kunizo Matsumoto asistió a un taller para disminuidos psíquicos donde comenzó a interesarse por la caligrafía, aunque nunca había aprendido a escribir. Reinold Metz fue criado por su abuela. A los 30 años sintió repentinamente que había nacido para una misión, la de revitalizar los manuscritos ilustrados de los monjes copistas de la Edad Media. Ilustró, por ejemplo, un “Don Quijote”.

Y son los ocho primeros de una lista de doce artistas. Sin embargo, Lucienne Peiry negó taxativamente que pueda adscribirse esta forma de entender el arte a los enfermos con problemas psiquiátricos. «La palabra clave que define esta corriente es la marginalidad», dijo la especialista. Para Peiry, el creador de Art Brut es necesariamente marginal y autodidacta, elabora una nueva sintasis temática e iconográfica y trabaja en la soledad y anónimamente.



Paul Amar, un jubilado parisino que trabaja con kilos de conchas

DONOSTIA

Uno de los artistas más espectaculares de la muestra es Paul Amar, que trabaja con conchas que luego pinta y abrillanta con lacas para formar paisajes y escenas.

Nació en Argel, fue peluquero y taxista y a los 55 descubre por casualidad en una tienda de souvenirs algunos objetos realizados con conchas. Se puso a realizar cuadros en tres dimensiones. En su apartamento de París, que le sirve de taller, muele, graba y perfora conchas, bígaros y corales, los une con pegamento y los pinta. A sus 87 años, estuvo ayer, acompañado de su esposa, en el Kursaal, donde respondió a las preguntas de los periodistas. «Parto de una idea, de una fotografía que visto o de la propia televisión. Tiene que ser una idea de mucha fuerza y comienzo a trabajar sin ideas preconcebidas. Naturalmente, no todos los materiales que utilizo son de cosecha propia. Hay tiendas especializadas que me surten de conchas», dijo mientras los periodistas admiraban sus abigarrados cuadros.

Relató que comenzó a realizar gatos, perros y muñecas, pero las obras han ido adquiriendo una complejidad cada vez mayor. Ha traído a Donostia un cuadro que representa el paisaje florido de un parque, una playa con bañistas y un circo.

Figura en la exposición el donostiarra Emmanuel Lantxas, que reside y pinta en el hospital Aita Menni. Vivió en Irun, donde desde muy joven estudia y expone. «He traído la obra realizada en Arrasate. Muchos cuadros estuvieron en la exposición que realicé en mayo. Son rostros, paisajes nocturnos, involuciones e introspectivas», dijo el pintor.


 
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