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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2007-01-05
Juan Mari Arregi - Periodista
Un médico socialista que arriesgó desinteresadamente

Acaba de fallecer el pasado día 1 de enero, en Sopela, Pedro Lopez Merino (Bilbao, 1925). Socialista y médico honesto y profesional. El franquismo lo consideró como «el médico de los rojos separatistas». Por sus manos médicas pasaron tanto socialistas como Ramón Rubial, nacionalistas como Juan de Ajuriaguerra, comunistas como Ormazabal o sindicalistas de la clandestinidad como David Morin o Tueros. Formó también parte de un grupo de médicos de atención a las familias de los presos políticos del franquismo. Algunos de los que fueron trabajadores de Laminaciones de Bandas (antigua AHV) de Echevarri, que mantuvieron una larga huelga de varios meses en 1966-67, podrían explicar también el papel relevante, a la sombra, que jugó este doctor en aquella lucha obrera y popular. Para intervenir profesionalmente como médico nunca miró el color político por mucho que pudiera comprometerle. Quien escribe es testigo de un hecho que avala esa afirmación y que hasta ahora se mantenía en el secreto de las dos personas que nos vimos implicadas en aquella situación. Tras la muerte de este médico ejemplar ­y pasado ya tanto tiempo­ he creído de interés desvelarlo. En su honor y homenaje.

Todo ocurrió en abril de 1969. Vivíamos y padecíamos una situación de feroz represión franquista. Parte de la ejecutiva de ETA había sido descubierta y detenida en una pequeña y perdida aldea de Picos de Europa donde estaban celebrando unas jornadas de reflexión. Algunos miembros lograron huir. Tras esconderse en una casa del Casco Viejo de Bilbao, la Policía los localizó y uno de sus miembros, armado, logró nuevamente huir, aunque herido de gravedad por una bala policial. Paró en su carrera un taxi junto a San Antón que le acercó hasta cerca de Arrigorriaga donde se produjo un forcejeo entre taxista y militante abertzale. Como consecuencia de esa tensa situación el taxista resultó muerto. La conmoción fue terrible. Se organizó un imponente despliegue policial por tierra, montes y aire ya que sospechaban que el militante abertzale huido se encontraba en una zona montañosa de Bizkaia de difícil acceso. Pasaban los días, y la prensa de entonces hablaba de que dicho militante podría haber muerto dada la gravedad de sus heridas y la dificultad de la supuesta zona para acceder a ella.

En ese contexto, fue necesario movilizarse para la asistencia médica del militante abertzale huido y gravemente herido. No era fácil llegar hasta el lugar donde se encontraba. Otra persona y yo mismo contactamos en primer lugar con un médico nacionalista. Expuesta y analizada la situación, alegó razones lógicas y respetables para no trasladarse para esa asistencia médica. La más grave: su traslado hasta el lugar donde se encontraba el militante abertzale herido de gravedad podría conllevar el riesgo importante de que fuera localizado por la Policía tanto el citado militante de ETA como él mismo. Era una razón muy lógica y respetable.

El militante abertzale herido de gravedad requería, sin embargo, de una intervención médica urgente. En consecuencia, nos dirigimos a otro médico, esta vez no nacionalista, sino socialista aunque no militó como tal hasta después de la muerte de Franco. Primero con el Partido Socialista Popular (PSP) de Tierno Galván y posteriormente con el PSOE, con cuyos máximos dirigentes de entonces, Felipe González y Alfonso Guerra, mantenía una estrecha relación por la amistad íntima que tenía con Ramón Rubial, presidente del PSOE. Era precisamente el doctor Pedro López Merino, que tenía su consulta en la Gran Vía de la capital bilbaina. Se le expuso el caso y la complicada situación para llegar hasta el lugar donde se encontraba el militante de ETA herido de gravedad. López Merino, honesto y profesional, accedió inmediatamente sin poner ningún reparo a realizar la asistencia médica.

Cuando ya estaba todo dispuesto para el traslado del médico socialista al peligroso lugar donde se encontraba el herido, las nuevas circunstancias que se produjeron en aquellas horas nos hicieron cambiar de planes. Finalmente, no fue necesario el traslado del doctor López Merino. El, sin embargo, consciente como nadie del peligro que corría su traslado e intervención, estuvo preparado para realizar el arriesgado viaje y prestar su asistencia médica. Todo un médico honesto, profesional y valiente. Y que se arriesgó desinteresadamente. -


 
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