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CRÓNICA | CARGA CONTRA LA MULTITUD EN DONOSTIA

La Ertzaintza toma el epicentro festivo como campo de batalla

No hubo margen a negociaciones, ni se oyó la habitual orden de cargar. Bastó que la manifestación llegara a la primera línea del cordón policial para que en el Boulevard se acabara la fiesta y empezara la batalla. Fue una lucha desigual: ciudadanos con una simple pancarta frente a agentes armados hasta los dientes y que habían cargado los peloteros segundos antes: «Clac, clac», se escuchó con nitidez.

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Lo que vino después lo preveían pocos. La mayoría de los comentarios previos se decantaban por estimar que los beltzas no se- rían capaces de cargar, y menos aún mediante pelotazos al bulto, en un lugar abarrotado de gentes que iban a apoyar a sus presos... o a sus remeros. Unos y otros terminarían unidos por la misma indignación.

Hasta entonces, el Boulevard era una fiesta, un incesante trasiego de txarangas y de camisetas de todos los colores. Pero en la esquina del Ayuntamiento, en la entrada a la calle Hernani, no podía pasar desapercibido el modo en que la Ertzaintza se preparaba para recibir a la manifestación, con un cordón de más de 70 policías componiendo dos filas superpuestas perfectamente alineadas. Sólo se les veían los ojos... y los peloteros. «Luego dirán que hay altercados», vaticinaba con ironía un abertzale de edad. Desde luego, el argumento de Interior para vetar la manifestación -evitar la posibilidad de incidentes- venía a ser una broma de mal gusto.

Los corazones se aceleraron a las 13.45, cuando el Boulevard estalló en un solo grito de intensidad creciente: «Presoak kalera, amnistia osoa». La pancarta llevada por miembros del movimiento pro-amnistía y ex presos se abrió paso desde el kiosko, giró ante el Ayuntamiento y miró de frente a la barrera de ertzainas. El mando levantó la mano, pero cientos de personas siguieron avanzando. Las cabe- ceras de los dos grupos se tocaron, y no hubo tiempo para palabras: en dos segundos, el Boulevard era un campo de batalla, con pelotazos a mansalva, estruendo de cristales rotos, gritos de pánico y personas de todas las edades rodando por el suelo. Contra lo que vieron con sus ojos miles de personas, la Ertzaintza afirmaría luego, en una nota de prensa que se puede leer en su página web, que a los portadores de la pancarta «se les ha recordado la prohibición del acto y la obligación de abandonar el lugar. En lugar de obedecer, han arremetido contra el control policial, lo que ha provocado la intervención de los ertzainas». La versión oficial hablaría luego también de cinco agentes heridos y seis manifestantes, como si hubiera sido una refriega equilibrada. Así se escribe la historia.

La carga provocó un caos general y una desbandada en la que pasó desaparecibida incluso la detención fulminante de varios manifestantes, incluido Juan Mari Olano, portavoz habitual del movimiento pro-amnistía. En ese momento, los abertzales más atrevidos trataban de evitar males mayores situándose ante los ertzainas con los brazos en alto para impedir su avance. Las escenas de porrazos y patadas se reproducían por todos los ángulos del paseo, mientras la multitud se refugiaba como podía en las calles de la Parte Vieja.

La batalla no se detendría ya en casi cuatro horas. Cuatro horas en las que las ambulancias -muchas, desde luego, para seis heridos- llegaron varias veces al Boulevard para retirar a personas golpeadas, sobre todo por los cientos de pelotazos (los coleccionistas hicieron su agosto). Cuatro horas en las que desde calles como San Jerónimo no dejaron de salir jóvenes encapuchados para lanzar piedras, botellas de cerveza o sillas de las terrazas. Cuatro horas en las que en varias ocasiones se trató de improvisar una manifestación por los presos, lo que provocaba la llegada a la carrera de la policía de Javier Balza y nuevos impactos secos de pelotas de goma. Y cuatro horas en las que sonó muchas veces el grito de «Presoak kalera, amnistia osoa», mezclado con los de «Gora ETA militarra», «Utzi bakean, alde hemendik», «PNV español» o «Zipaioak hormara».

Paso cerrado a la Cruz Roja

La confusión, aumentada por la multitud que trataba de disfrutar el domingo de regatas en las calles de la Parte Vieja, multiplicó los rumores e impidió realizar un cómputo fiable de heridos, aunque los contusionados se cuentan evidentemente por decenas. Un voluntario de la Cruz Roja denunció a GARA que se le impidió pasar por la calle Hernani para trasladar a una anciana de 86 años que había sufrido una caída: «No me han dejado, y además de muy malos modos. Eso es algo totalmente ilegal. Pese a que en ese momento no había incidentes, he tenido que salir por la Plaza de Gipuzkoa. Y como la calle Prim está en obras, al final me he visto obligado a ir por el otro lado del río», denunciaba. Afortunadamente, el estado de la mujer no era grave.

Mientras, algunos ertzainas se montaban sus propias escaramuzas menores. Fueron muchos los que se enzarzaron verbalmente con personas que les exhortaban a quitarse las máscaras: «Nosotros no tenemos nada que esconder». Uno de ellos perseguía a una joven que contaba por teléfono lo que ocurría, al parecer haciendo un relato que desagradaba al ertzaina. Y una agente saludaba con desdén a un balcón desde el que se increpaba al grupo con gritos como «mercenarios».

A las 14.15, los diferentes contingentes de ertzainas amagaron la retirada, paso a paso hacia atrás y siempre manteniendo los peloteros en dirección a la Parte Vieja. Se escucharon cánticos: «Que se vayan, se vayan, se vayan», «Alde hemendik Espainia aldera»... También un coro de ladridos: «Guau, guau, guau». Pero era una ilusión. Todavía quedaba ocupación policial y cargas periódicas para varias horas.

Entre medio hubo lugar para todo tipo de escenas surrealistas, como las txarangas acercándose al Boulevard sin reparar en que aquello tenía un color muy poco festivo. O la trainera de Urdaibai, la Bou Bizkaia, que debió aprovechar un pequeño momento de tregua para salir del lugar en dirección contraria. O los comentarios de los aficionados de las traineras de Castro y Pedreña y del equipo de fútbol del Poli Ejido, que ayer vieron en vivo y en directo lo que las televisiones no suelen llevarles hasta Cantabria y Almería. Esta cuestión también dio pie a varios rifirrafes verbales: los manifEstantes instaron reiteradamente a los cámaras a grabar las imágenes de los ertzainas descargando sus peloteros.

Desde la mañana

La actuación de la Ertzaintza fue saludada por la tarde desde formaciones como PSOE e IU. Ponía colofón a una semana en la que el Departamento de Interior de Lakua lo ha hecho todo: pese a ser un acto realizado anualmente sin problemas, prohibió la primera convocatoria, vetó también la segunda, y convirtió finalmente el mayor domingo festivo del año en Donostia en un combate en el que sólo la fortuna impidió que hubiera desgracias muy graves.

La Ertzaintza había preparado el terreno desde primera hora de la mañana, poniendo dotaciones en el Boulevard y haciendo un repaso exhaustivo a las alcantarillas de la Parte Vieja.

Por la dimensión del contingente policial (no menos de 200 agentes) y por el escenario elegido (ante una multitud), la carga recordó a muchos a la realizada en Bilbo el 14 de setiembre de 2002, aunque sin consecuencias tan graves. El momento político también resulta equiparable.

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