Jon Odriozola - Periodista
Judaísmo y sionismo
Imaginemos que estamos en Tel Aviv animando al Baskonia frente al Macabi. Probablemente no sabremos que Tel Aviv significa ‘Monte Primavera’ en hebreo. O que Macabi es el equipo de los Macabeos, a quienes el nacionalismo sionista tiene, porque así conviene, por héroes frente a hordas helenizantes (como la defensa numantina de Masada frente a los romanos) y el judaísmo tradicional, por ejemplo, los jaredím, esos que vemos por la tele con levita y tirabuzones dizque «ultraortodoxos», considera que la derrota es fruto del pecado y de no cumplir con los preceptos de la Torá. Por cierto, Tau es letra griega. Supongamos ahora que, viendo el partido, me pregunto quién me rodea. ¿Jasidistas o meramente israelíes o «demasiado judíos» como los jaredíes? ¿Judíos reformistas (protestantes), laicos o sionistas? El libro que la editorial Hiru ha publicado “La amenaza interior: Historia de la oposición judía al sionismo”, de Yakov M. Rabkin, no sólo ilustra sobre estas cuestiones, sino que desmadeja un ovillo confuso. Por ejemplo pensar que la «sociedad israelí» es un macizo ideológico. Escribe un rabino tradicionalista: «Se ha convertido a los árabes en una suerte de enemigo universal del pueblo judío. Esto es completamente falso. Judíos y árabes vivían en paz unos con otros hasta que los ingleses, y después los sionistas, consideraron que convenía a sus intereses sembrar la discordia».
Hoy vemos, desde la izquierda, el sionismo como la fase superior del terrorismo de Estado contra el pueblo palestino. Y así es. Sin embargo, los orígenes del sionismo, a finales del siglo XIX, fueron socialistas, provenientes del Imperio ruso. Ellos fundaron el Estado de Israel desuncidos del «yugo del cielo». El judaísmo es una religión que basa todo en el mesianismo y la redención. No se creen una nación y menos un Estado. Los jaredím aquí los tendríamos por extrema derecha ni llevan la estrella de David ni mandan a sus hijos a la guerra lo que, para los sionistas, les convierte en «colaboradores». Para ellos, la Torá reemplaza a la tierra física y se transverbera en el «territorio nacional». George Steiner dirá que El Libro (el Antiguo Testamento) es la patria de los judíos. Esto, para el sionismo, es antigualla. El sionismo es modernización y secularización. Dicen querer ser una nación como las demás y liberar su país... colonizándolo. El sionismo es occidente, democracia, partidos políticos, elecciones, libertad de expresión, ciertas dosis de corrupción y seguridad. El tradicionalismo judío es suprahistórico: pactaron con Dios y por eso son el «pueblo elegido» aunque, ojo, no se consideran los más guapos.
El volumen que comento, extenso, es desarmante y arroja luz. Es recomendable. Mi conclusión es ésta: se la pasaron (los judaicos) esperando la llegada del mesías, y lo que llegó fue la Historia, o sea, el Leviatán-Mesías moderno, es decir, el Estado sionista de Israel. -
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