Txotxe Andueza
Todos y todas
Ocurre que este pueblo vasco, al que muchos «no nacionalistas» de esos que en realidad son nacionalistas españoles acusan de mirarse demasiado al ombligo, tiene estos días, otra vez, la mirada puesta en Madrid, y más concretamente en las dependencias judiciales del Estado español, incluidas las provisionales. Y es que, una vez más, los designios de este pueblo parecen decidirse en sus despachos, en los que mentes obtusas ante cualquier posibilidad de diálogo se empeñan en poner puertas al campo. Cuando vienen duras y cuando vienen maduras. Este pueblo parece condenado a mirar a la capital de uno de los dos estados que le encadenan, le «juzgan», le encierran y quieren tirar la llave. El macro-juicio del sumario 18/98 sigue su curso, se llama a declarar a más ciudadanos vascos por razones bien similares a las que desembocaron en ese juicio-farsa... y todo ello después de las dos durísimas semanas vividas a raíz de las muertes en prisión de dos prisioneros vascos. Parece como si alguien estuviera intentando que el conflicto que este pueblo quiere sacudirse de encima se instale para siempre jamás en nuestras calles. Y seguramente así será, pero no son precisamente ellos quienes merecen nuestra atención, sino nosotros mismos. Por más que nos acusen de hacerlo siempre, los ciudadanos y ciudadanas de este país debemos mirarnos más al ombligo, buscar más nuestras propias soluciones que las que vengan de fuera, asumir nuestras responsabilidades... y tejer con ello el muro de contención ante los ataques, la puerta cerrada a las intromisiones, la red de apoyo y colaboración mutua que nos hará falta cuando tengamos que empezar a tejer nuestro país. En el griterío de sus tertulias niegan la existencia de un conflicto que enfrente a este pueblo con el Estado español y proclaman una y otra vez que «aquí sólo hay un problema entre vascos». Qué más quisiéramos, aquí y allí, que fuera como lo cuentan. Es cierto que el futuro será de todos y todas o no lo habrá, pero entre las muchas cosas que faltan por definir está el «todos y todas» que unos sitúan en un «españoles residentes en el conjunto del imperio» que se antoja demasiado grande, demasiado amplio, demasiado poco manejable. Y demasiado poco propicio para el entendi- miento también. Cuánto mejor nos iría en un «todos y todas» más pequeño, en el que sólo tengamos que hacer frente a nuestros propios demonios. -
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