Días atrás, huyendo de canal en canal lo llaman zapping pude escuchar a un tertuliano decir en un programa del Canal «Vasco», que «de lo que se trata es de que ETA entienda que no podrá doblegar a la democracia». Por supuesto, salté inmediatamente de canal, pues no autorizo que la estolidez de ciertos tertulianos me haga reflexionar sobre sus tonterías. Pero el cerebro tiene su autonomía, y me he pasado unos días repitiendo lo que le hubiera dicho en el caso de estar sentado allí, perdiendo el tiempo.
La democracia en el Estado español fue doblegada hace muchos años, cuando los partidos políticos pactaron con la dictadura. La apostasía democrática fue denomi- nada correctamente como «transición». Los pactos le han permitido a la dictadura seguir transitando por los vericuetos del Estado y compartir la administración de la cosa pública. No hubo una quiebra histórica para aplastar a una dictadura sangrienta de 40 años, sino pacto y continuismo. El PSOE, comprado como una baratija, asumió su rol de izquierda del franquismo, y hasta el día de hoy defiende la idea de la «España, Una», ninguneando a vascos y catalanes, aferrado a la Constitución reasegurada por las Fuerzas Armadas del franquismo.
Es esta democracia doblegada, prostituida en los años de Aznar con la complacencia y el acompañamiento del PSOE como furgón de cola, la misma que gobierna hoy el Estado. Están vigentes los mismos pactos, se mantienen las mismas concepciones fascistas de «la unidad de España», la legislación «antiterrorista» y la estrategia represiva y de guerra contra los vascos.
La política represiva, antidemocrática y anticonstitucional, se lleva a los máximos límites posibles. Los 18 muertos en los últimos tres años, causados por la dispersión, la política de aniquilamiento de los prisioneros y la campaña me- diática de corte bélico, son ejemplos muy gráficos del terrorismo de Estado que practica el gobierno español contra el pueblo vasco. Es un terrorismo de Estado de baja intensidad, si convenimos por «baja intensidad» torturar en comisarías y matar en las prisiones en lugar de despa- char a los GAL de cacería callejera o montar un Intxaurrondo para torturar a destajo.
Esta violencia estatal es la máxima posible dentro de la ficción que hoy llaman «democracia» con absoluto desparpajo. La Europa corrompida y violenta puede tolerar algo más todavía, pero el Estado español ya roza el límite. Lo que está claro es que hay terrorismo de Estado. La Audiencia Nacional es un tribunal de excepción, donde se juzga a personas que convocan a una manifestación para protestar por la criminal política de dispersión de los presos y se les adjudica impunemente «colaboración con banda armada». El derecho democrático de manifestarse resulta para el tribunal de excepción un de- lito de opinión vinculado al terrorismo. Es lo que llaman «España» hoy.
El terrorismo de Estado de baja intensidad es la operatoria política del actual Gobierno español, asumido en la práctica como la izquierda del franquismo.
En este escenario se enmarca el encarcelamiento de los dirigentes de Batasuna, Pro-Amnistía y Askatasuna. En esta coyuntura, la medida judicial asoma como parte de la ofensiva de la ultra-derecha contra las posibilidades de diálogo sobre el conflicto vasco, pero se imbrica perfectamente con los hechos de guerra que, uno tras otro, va produciendo el Gobierno del PSOE.
La porfiada tenacidad de la izquierda independentista va construyendo fortalezas que se avizoran muy prometedoras, a pesar de lo que la realidad del día a día parece indicar. Las sucesivas traiciones del PNV, su renuncia nacional, su vocación cipaya por reprimir al independentismo, es un lastre en el proceso. Sin embargo, parece haber ya una masa crítica capaz de imponer el diálogo y la negociación. No será posible ya que la izquierda del franquismo recupere la memoria, recuerde a sus muertos y las razones de su lucha, pero al menos las contradicciones que afloran de tanto en tanto van abriendo grietas por donde se filtra ese viento feroz e inclaudicable de la voluntad popular.
Desde la diáspora comprometida y militante, nos solidarizamos con la lucha independentista, con los dirigentes de Batasuna y demás organizaciones vascas criminalizados por el fascismo español del «buen talante». -