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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-03-17
Walter Wendelin - Militante de Askapena
Sí a la guerra de la resistencia iraquí

Comenzaron los bombardeos sobre Irak el 19 de marzo hace 3 años y las movilizaciones contra esta barbaridad de los «civilizados demócratas» se esfumaron inmediatamente. Llamarlo guerra cuando se trata de una invasión y un crimen de lesa humanidad en toda regla mientras contra toda regla no había habido siquiera una declaración de guerra era un error.

«Paremos la Guerra»: el lema debía aglutinar a gran parte de la ciudadanía. Con ello hemos demostrado nuestra incapacidad de ver más allá de la punta de nuestras narices. Una vez comenzado el bombardeo, no había con qué seguir movilizando a la sociedad.

A pesar de ello algunos aspirantes a protagonistas utilizaron foros sociales como tribunas para vociferar que el movimiento contra la guerra se había vuelto más fuerte que nunca. Lo cierto es que la guerra en Irak se ha ido acomodando en la conciencia social para formar parte de nuestra normalidad cotidiana, salvo el 11 de marzo en Madrid. Debido a las bombas de unos y las mentiras de otros hubo un repunte efectivo en forma de votos de la actividad contra la guerra. Duró lo suficiente para arrancar al PP del Gobierno del Reino de España y obligar a Zapatero a deslocalizar a sus soldaditos españoles, con cabra incluida, de Irak para que realizaran sus tareas «huma- nitarias» en Afganistán.

Los medios de manipulación han conseguido insensibilizar a la sociedad con la repetición diaria de medias verdades y mentiras obviando las causas e involucrando gente del famoseo rosa y aspirantes a ello. El movimiento contra la guerra ha intentado aglutinar las masas de «sociedad civil inocente» mediante discursos ambiguos ofreciendo actividades legales light idóneas para grandes y peque- ños para que se sientan en paz con su conciencia. A la vez se han rechazado las posturas más radicales y comprometidas para poder hablar en nombre de la gran mayoría democrática. Esto ha llevado al movimiento contra la guerra a la complicidad con la insensibilización mediática.

Al insistir en la no-existencia de armas de destrucción masiva en Irak como argumento principal para «parar la guerra» se ha legitimado subliminalmente una guerra en caso de que existan estas armas. Evidentemente el objetivo de cualquier persona con sentido común es un mundo sin estas armas. Pero resulta de una candidez suprema obviar que fue precisamente la existencia a ambos lados del telón de acero de estas armas lo que impidió una guerra caliente durante la guerra fría. Si Irak hubiera tenido armas de destrucción masiva hubiera evitado su masiva destrucción. Mientras un solo país tenga este tipo de armamento y estemos muy lejos de saber cómo desarmarlo ¿con qué autoridad moral podemos criticar o condenar a aquellos que soberanamente se procuran una bomba atómica o dos para intentar prevenir una destrucción y masacre como la de Iraq?

EEUU pretendió ganar en tres meses. Desde entonces a diario les devuelven metiditos en bolsas de plástico negras, tres soldados estadounidenses, además de algún «contratista»-mercenario. La izquierda ilusa utiliza este dato para demostrar que EEUU está perdiendo la guerra y que la resistencia está ganando. Sin embargo por cada invasor muerto caen 20... 50... 100 iraquíes, sin contar los que mueren por hambre, enfermedad curable, por el conflicto interno. En Vietnam tuvieron que caer muchos más para que la sociedad civil estadounidense comenzara a dejar de ser culpable.

Los iraquíes no han perdido la guerra pero la guerra les ha hecho perder: bienestar, salud, soberanía, cientos de miles de vidas, futuro. Mientras tanto aquí nos solidarizamos con Irak moralmente pero nos vamos a casa a ver las noticias sin con- tribuir a que EEUU, Europa y todo el modelo capitalista imperialista pierdan algo más. Olvidamos que para disfrutar del petróleo barato con el que seguir construyendo y cimentando la «Euskal Hiria» y mantener el crecimiento económico vasco de los de Neguri es imprescindible aportar, al menos, una cabra en la guerra de Irak o cualquier otra forma de complicidad con la ocupación.

Antes de la Guerra del Golfo Irak tampoco era un paraíso. La guerra contra Irán (instigada y subvencionado por EEUU) causó mucha muerte, el pueblo kurdo fue bombardeado y gaseado, los derechos humanos ­versión occidental­ sistemáticamente violados. Sin embargo, Irak disfrutaba de un laicismo considerable en comparación con los países del entorno. Un sistema sanitario, educativo y de ayuda social proveía un bienestar notable a la gente. Los conflictos religioso-sectarios eran limitados y entre la gente hubo menos violencia que entre los hinchas de fútbol de la civilizada Europa. Un desarrollo económico y tecnológico ofrecía progreso suficiente para as- pirar a una posición de poder en el Cercano Oriente. A Irak le faltaba el petróleo de Kuwait y una salida al mar para garantizar su soberanía frente a Israel y tener el poder para no dejarse robar por Occidente.

Ya en 1982 Oded Yinon desde el Msinisterio de Asuntos Exteriores sionista planteaba la necesidad de dividir Irak. Bush hijo tenía que terminar lo que el padre había comenzado. Más importante que el control del petróleo es el objetivo geo- estratégico: el fragmentar la unidad pan-árabe o pan-islamista, despedazar Oriente Próximo en mini-estados sectarios y religiosamente enfrentados, provocar guerras civiles que además justifican la presencia de los ejércitos «humanitarios» occidentales, aunque a la primera se rajen como en Jericco/Palestina hace unos días. Nada tiene que ver este desmembramiento con el derecho de autodeterminación de los pueblos sino con la estrategia imperialista del «divide y vencerás» aunque nos quieran vender esta moto.

Para impedir la unificación de la resistencia nacionalista iraquí los invasores prometen privilegios a unos, pactan con otros, corrompen, chantajean, eliminan ciudades enteras, imponen gobiernos títeres y si esto es insuficiente promueven el enfrentamiento religioso y la guerra civil mediante bombas en las mez- quitas y otros muchos crímenes que perpetran los propios invasores o cometen a través de terceros.

La confusión sectaria desmoviliza más aún al movimiento «contra la guerra». ¿Quién está dispuesto a solidarizarse con unos fanáticos fundamentalistas religiosos que se masacran entre sí? Primero idealizamos a la resistencia iraquí y les exigimos una coherencia, visión estratégica y disposición de sacrificio que nosotros mismos no tenemos. Luego los criminalizamos y despreciamos porque no responden a nuestras expectativas románticas y revolucionarias de salón.

Si no sabemos con quién ni cómo solidarizarnos al menos deberíamos movilizarnos en casa en contra de todos los cómplices directos e indirectos, desenmascarando nuestros propios h.p., integristas demo-cristianos fanáticos, modernos Dr. Mengele del terrorismo financiero-industrial quirúrgico pero «buenos vecinos». En Irak la resistencia está realizando el «trabajo sucio», el más complicado, la más dura lucha para que «otro Mundo-otra Europa y otra Euskal Herria-sea posible». Reconozcámoslo. Salgamos a la calle este sábado apoyando todas las iniciativas y plataformas locales con el firme propósito de trabajar el resto del año para que el próximo marzo no tengamos que ser tan autocríticos y podamos responder con una gran manifestación nacional como resul- tado de la solidaridad diaria de todo el pueblo vasco con la resistencia en Irak. -


 
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