Un reto: crear una red social que abra las puertas a
todo el que quiera participar en el proceso. Para lograrlo, Lokarri ha
«heredado» una red de contactos que llega a 150.000 personas y que pretende
ampliar ahora. Su coordinador general, Paul Ríos, subraya a GARA la necesidad de
crear «ya» una mesa multipartita donde no exista derecho a veto y asegura que el
auténtico debate se dará en torno al marco jurídico-político.
¿Qué balance hace de la trayectoria de
Elkarri?¿Para qué ha servido?
Elkarri finaliza con un balance claro. Después de trece
años de trabajo podemos afirmar que ideas como las de no-violencia y diálogo sin
exclusiones, que entonces eran casi «apología del terrorismo», hoy en día están
mayoritariamente aceptadas, con ciertos matices, tanto en la sociedad como en
los partidos. Son ideas que están conquistadas, aunque es cierto que no están
garantizadas.
¿Qué importancia ha tenido en su
«reconversión» el hecho de que Batasuna lo descalificara como mediador?
Ninguna. Porque la reflexión sobre lo que tenía que ser
el futuro de Elkarri comenzó antes del verano. En mayo tuvimos una primera
reunión del Taller Nacional de Elkarri y, viendo que los objetivos fundamentales
de Elkarri se habían cumplido en lo sustancial, teníamos que plantear cuál
debería ser el futuro. Por otro lado, al comunicado de Batasuna tampoco le
otorgamos mayor transcendencia porque no supuso un cambio respecto a lo que ha
sido la relación de Batasuna y Elkarri.
El domingo en el Euskalduna afirmó que es
hora de poner en marcha un «proceso de paz» ¿Qué pasos deberían darse primero, y
por qué?
Primero,un cese de la violencia por parte de ETA, con
visos de mantenerse en el futuro. Segundo, los partidos políticos deberían
iniciar el trabajo previo a la constitución de la mesa de partidos. En tercer
lugar, deben garantizarse y respetarse los derechos de todas las personas,
porque aún hay espacios de vulneración de derechos humanos ya sea dispersión,
tortura, ilegalización, víctimas... Los pasos no tendrían que darse
necesariamente en este orden, aunque el realismo político nos indica que ETA
tiene en sus manos la capacidad de poder lanzar todo el proceso.
El PP es el único partido que, de momento,
se ha mostrado contrario a participar en cualquier mesa de diálogo. ¿Su ausencia
supondría un escollo insalvable?
Aquí hay que conjugar el principio de participación con
el de que nadie tiene derecho a veto. Nosotros apostamos por un proceso de paz y
de soluciones entre todos, lo que incluye al PP. Por eso creemos que hay que
hacer todos los esfuerzos posibles para incorporarlo a los trabajos de la mesa
de partidos. Pero quien no quiera participar no puede impedir al resto de
fuerzas políticas dialogar en una mesa multipartita.
¿Qué temas deben tratarse en una mesa de
partidos políticos?
Nosotros vemos dos grandes temas a tratar en una mesa de partidos. Por un lado, habría que alcanzar un acuerdo sobre normalización y, por otro lado, un acuerdo sobre el marco jurídico-político. El acuerdo de normalización debería concretarse en unos principios básicos de convivencia que permitiesen a la sociedad resolver sus problemas de una manera más pacífica y democrática que ahora. En definitiva, se tratar de buscar aquello que nos une por encima de lo que nos separa.
También ha mencionado un acuerdo sobre el
marco jurídico-político...
Ahí es donde se va a producir el verdadero debate de la mesa de partidos porque, en definitiva, el fondo de todo el problema político que hay que tratar de resolver en esa mesa es cómo conjugar la capacidad de decidir que tenga la sociedad vasca con la obligación de pactar aquello que decida tanto dentro como fuera de esa misma sociedad. Por no hablar de cuestiones como el reconocimiento a las víctimas o las relaciones interterritoriales... El respeto de las mayorías y de las minorías es otra de las grandes cuestiones a las que hay que buscarle una solución.
¿Qué nivel de sensibilidad advierten en la
sociedad ante un proceso de resolución?
Un nivel muy elevado. Nuestra sociedad percibe las bombas de ETA, el tema de la dispersión de los presos o la ilegalización como un anacronismo, y en estos momentos existe una petición social de aprovechar la oportunidad y crear de una vez una mesa de partidos. Además, la sociedad ha madurado mucho cuáles tienen que ser los principios para solucionar los problemas y tiene muy clara la alternativa, aunque luego existan matices.
¿Cree posible que un proceso de estas
características prospere sólo con el diálogo entre partidos, sin que exista una
base social?
Una mesa de partidos puede ponerse en marcha y funcionar sin participación social siempre que no surjan problemas. Sin embargo, nuestra experiencia nos dice que los procesos de paz y diálogo en una mesa de partidos suelen ser caminos tortuosos donde aparecen muchos obstáculos. Si hemos llegado al punto actual ha sido precisamente porque en los peores momentos la sociedad vasca ha mantenido la esperanza en pie. La principal responsabilidad es de los partidos, pero es necesario mantener a la sociedad activa y atenta para que pueda ayudar cuando surjan los problemas.
Lokarri aspira a ser una red social para
dar cobertura a la solución, ¿cómo se hace eso?
Es una cuestión de filosofía sobre los movimientos sociales. Hasta ahora hemos utilizado el sentido clásico con grupos locales y militantes, pero creemos que este modelo está en crisis. El reto está en crear grupos formados principalmente por personas a las que se ofrece un menú amplio y abierto de posibilidades de colaboración en las actividades de cada organización. Ese es nuestro reto. De Elkarri hemos heredado una red de 150.000 personas que pretendemos ampliar. En definitiva, queremos crear una red en la que haya información, participación y reivindicación poniendo en marcha mecanismos que faciliten la comunicación. Debemos abrir las puertas para que todo el que quiera participar lo pueda hacer; que ninguna aportación se pierda porque no haya donde hacerla.
¿Qué puede hacer esa red ante ataques como
las citaciones a miembros de la izquierda abertzale en la Audiencia Nacional
esta misma semana?
Puede reivindicar. Aunque es necesario medir cómo y cuándo se hace, dependiendo de lo que suceda. En casos de vulneración de derechos humanos hay que mantener, cuando menos, una denuncia pública y extenderla a toda la red ciudadana, sobre todo a través del correo electrónico. Si la situación es realmente grave, entonces sería el momento de poner en marcha iniciativas concretas.
Uno de los pilares de Lokarri será la
creación de un observatorio social formado por personalidades de distintas
sensibilidades. ¿Han mantenido ya algún contacto?¿Cuál será la función de este
organismo?
Ya nos hemos puesto en contacto con algunas personas que consideramos claves. En un plazo de tres semanas esperamos hacer pública la composición definitiva del Observatorio y, a finales de mayo, que éste tenga listo su primer informe. Su función será hacer, cada tres meses, análisis sucintos sobre la marcha de un posible proceso de paz y de soluciones respecto a los indicadores de no violencia, no exclusión, acuerdo, consulta y reconciliación. Pero, a diferencia de otros observatorios, éste no tendrá un carácter meramente analítico. Queremos que a cada dificultad que se presente en cada ámbito de estudio, el Observatorio sea capaz de generar propuestas para superar dichos problemas.
También plantean trabajar a nivel
internacional...
Actualmente contamos con una red que llega a 30.000 miembros, entre colectivos y personas, y tenemos previsto ampliarla. Queremos que sea un canal de información, de carácter mensual, que les aporte una información alternativa sobre la situación que se vive en Euskal Herria en cada momento. Si el proceso se pusiera en marcha, la función de la red sería crear algún espacio de apoyo, sobre todo moral y de influencia, dentro del ámbito internacional. No sería imprescindible, porque nosotros lo tenemos tan claro que no necesitamos mediadores, pero nunca está de más.
¿Cómo piensa Lokarri beneficiar un futuro
proceso de resolución en Euskal Herria?
El gran valor añadido que puede aportar Lokarri es
aglutinar a un número de personas que están dispuestas a esforzarse y poner
parte de su tiempo para que ésta sea la gran oportunidad para, de modo
definitivo, conseguir lo que quiere toda nuestra sociedad: pasar página a tantos
años de dolor, de sufrimiento y de crispación e iniciar una nueva etapa. Si ahí
podemos contribuir, nos daremos por satisfechos. -