Raimundo FITERO
Revolver
Me estoy atascando. Quiero decir que estoy hasta las glándulas seborréicas de la última película de Pedro Almodóvar, de su autor, de sus actrices y de todo cuanto lleva alrededor este mercadeo. Revolver. Volver a volver. O remendar. Verbos. Si le pongo la tilde me asusto. Sinceramente: no se dan cuenta de los excesos promocionales que hacen con las películas de la industria almodovariana. Con todo el respeto. Yo estoy empachado. Tanta presencia no tiene que ser bueno para la explotación comercial del filme. A muchas personas les puede pasar como a servidor, que siente como si la hubiese visto ya un par de veces. Es más, siento como si la hubiese vivido, como si tuviera algún vínculo familiar con el director manchego, al que vi en una entrevista televisiva bastante afectado. Revolver. Volver. Más bombardeos y amenazas a toda la zona. Los gánsters de la Administración Bush amplían los países a los que quieren arrebatarles sus riquezas naturales. Con Irán como primero de la lista, pueden saltar demasiadas chispas. Lo de Vietnam no es una manera retórica de comparación sentimental sino una virtualidad cada día, desgraciadamente, más realista. Irak está mucho peor, pero puede empeorar mucho más. Volver. Revolver. En París volvemos a ver adoquines. No es mayo, ni es el sesenta y ocho. Esto es una obviedad. Pero existen concomitancias, y hay un gobierno francés muy derechista. Los estudiantes sienten que son carne de empleo temporal inseguro y no están dispuestos a quedarse quietos. Y los sindicatos parecen existir y ser sensibles a los movimientos que se registran. Revolver. Volver. Hay que empezar a moverse porque se están pasando, unos con sus amenazas guerreras, con las bombas atómicas al fondo, otros con sus bombardeos neoliberales que están dejando los derechos de los trabajadores en los huesos, con la explotación de la mano de obra, mientras las ganancias empresariales se disparan hasta el infinito junto a las burbujas inmobiliarias que parecen una de las expresiones más obvias y evidentes de la corrupción del propio sistema, ya que siempre aparece detrás de cada urbanización una recalificación, o sea, una acción política. Partidista o personal.-
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