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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-03-19
IV Foro Mundial del Agua
Agua y en botella, igual a negocio multimillonario
Si sólo la mitad del dinero que el mundo rico gastó en agua embotellada en 2005 hubiese sido invertida en infraestructura y tratamiento, cada ser humano tendría agua potable hoy, ha dicho en Méjico la activista canadiense defensora del derecho al agua, Maude Marlow. El agua embotellada es ya el tercer gran negocio legal tras los del petróleo y el café.

El gran debate actual se plantea en estos términos: ¿el agua es fuente de vida o fuente de lucro?», escribía hace sólo unos días el teólogo brasileño Leonardo Boff. El presente IV Foro Mundial del Agua que acoge Méjico estos días es para muchos la cita trianual en la que discutir de quién es ese bien tan preciado que el poeta escocés William Wordsworth bautizó en los inicios del siglo XIX como «puro elemento».

Mientras que por muchos rincones del planeta cada vez se alzan más voces en contra de la privatización de lo que se reclama como un derecho, como es el agua potable, en unos pocos lugares, sedes de grandes multinacionales, se llenan los bolsillos mientras embotellan millones y millones de litros de agua para su posterior venta. Quizá sea casual que Marsella, sede de las dos mayores empresas del comercio mundial de agua como Suez y Vivendi, sea donde nació el Consejo Mundial del Agua, organizador de esta cumbre; o quizá no.

Un negocio que moviliza unos 50.000 millones de dólares por año, y que dominan firmas tan poco desconocidas para el gran público como Nestlé, PepsiCo, Coca-Cola y Danone, de acuerdo al estudio ‘‘Dentro de la botella’’ que el año pasado presentó el activista canadiense Tony Clarke, director de la organizaciónPolaris Institute y coautor del libro ‘‘Oro azul’’.

Precisamente, en este último trabajo ­subtitulado ‘‘Las multinacionales y el robo organizado de agua en el mundo’’­ se da cuenta de lo que supone este negocio, que se resume en una frase acuñada por un antiguo presidente de la elitista firma Perrier: «Me chocó... que todo lo que tenía que hacer era recoger el agua del suelo y después venderla a un precio superior al del vino, la leche e, incluso, el petróleo».

Cogida del grifo

La reveladora confesión podría antojarse demasiado literaria para tomarse al pie de la letra, pero hay quien la sigue al pie de la letra. En marzo de 2004, la empresa Coca-Cola tuvo que reconocer que vendía agua del grifo como si fuera mineral. Bajo el nombre de su popular marca Dasani, la empresa presentaba el «agua natural pura» en una botella de plástico de color azul claro que procedía de las cañerías de la Thames Water, una compañía británica de distribución de agua. Obtenía a 0,004 euros el medio litro y lo revendía, embotellado, a 1,4 euros. Al menos, se justificó la multinacional, le añadía magnesio, calcio y bicarbonato de soda para mejorar el sabor.

No es un caso aislado. En 1999, un organismo estadounidense analizó 103 marcas de agua embotellada, constatando que una cuarta parte procedía directamente del grifo, aunque ulteriormente era sometida a procesos ‘purificadores’. Incluso una era obtenida de un pozo situado en un aparcamiento industrial.

Si escándalos así suceden en Europa, qué no en otras partes del planeta. En Estados Unidos, las marcas preferidas como Aquafina, de Pepsi, y Dasani, de Coca-Cola, no contienen agua mineral natural (de origen subterráneo profundo y mineralización constante) ni de manantial (de mineralización variable), sino potabilizada, también llamada «preparada, tratada o purificada», que puede proceder perfectamente de la misma red pública. «El 40% del agua embotellada es agua del grifo a la que se añaden minerales que no aportan ningún beneficio para la salud», destacaba días antes de esta cumbre en Méjico la organización Earth Policy Institute.

En 1970 el volumen anual de agua embotellada era de 1.000 millones de litros; en 1980 era ya de 2.500; para principios de los años noventa la cifra se disparaba a los 7.500 y el año 2000 se embotellaron y vendieron 84.000 litros de agua en todo el mundo. Y ése no es el único problema. Cada año se emplean 1,5 millones de toneladas de plástico para envasar agua en todo el mundo, pero sólo se recicla el 20%.

Estados Unidos ocupa el primer lugar entre los consumidores de agua en botella con unos 26.000 millones de litros en 2004. En lo que se refiere al consumo por persona, Italia es líder en una clasificación en la que el Estado español ocupa el sexto lugar, con una media de 137 litros consumidos al año.

Que el futuro de este negocio no tiene límites se entiende si echamos un simple vistazo al gigante chino. Es ya uno de los mayores consumidores de agua embotellada, máxime cuando la calidad de las aguas de sus ríos sufren y sufrirán enormes agresiones contaminantes. De momento la media de consumo por habitante es de sólo ocho litros. Habida cuenta de que estamos ante una población de 1.300 millones de chinos, las cifras futuras de ingesta de agua en botella pueden superar a las del resto del planeta.

Las grandes firmas alimentarias que están detrás de este creciente negocio han consolidado ya sus bolsillos en el continente europeo, más habituado a la bebida embotellada. También dominan la sed de los estadounidenses, y el siguiente paso es hacerse con la saliva de los países menos desarrollados, donde la calidad del agua de la red es más baja. Y el mercado no se les resiste. Nestlé ha comprado incluso en Cuba las firmas de aguas locales Ciego Monteiro y Los Portales.

¿Y Africa? El continente más seco. Natalia Herráiz, redactora jefe de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, con sede en Madrid, analizaba estos días la geopolítica del agua embotellada y escribía: «Tras comprobar que el consumo de estas botellas había crecido un 15% entre 2001 y 2003, Coca-Cola introdujo Dasani en Ghana y Kenia, mientras Nestlé ya comercializa Pure Life en Egipto y Suráfrica, y el pasado mayo creó una sociedad con el grupo distribuidor de la Mecca Cola, propietario de la la segunda marca de agua de Argelia». Argelia será, precisamente, su puente de lanza hacia el resto de Africa y Oriente Medio.

Peter Gleick, coordinador del informe bianual ‘‘The World's Water (El agua del mundo)’’ opina al respecto: «Temo que la disponibilidad de agua envasada como alternativa al agua limpia y segura municipal frene las presiones internacionales para proporcionar agua segura a todos los seres humanos (...). Por coste, por controles y por equidad, el agua embotellada, no debe dejar de ser una solución temporal y nunca debe sustituir al suministro público, porque quienes más problemas de acceso tienen, los países pobres, se verían obligados a pagar precios inflados por un agua proporcionada por vendedores privados o empresas de agua envasada».

Hay personas que pagan hasta diez mil veces más por el litro de agua embotellada que por el mismo del grifo de sus comunidades. En 2003, cada metro cúbico (1.000 litros) de agua embotellada costaba en el Estado español unos 340 euros, según el informe ‘‘The World's Water’ 2004-2005’’, mientras la misma cantidad del grifo costaba unos 1,5 euros. En Italia ya superaba los 800 euros en 1999. En California (EEUU), se aproximaba a los 900 euros en 2003, mientras la del suministro público no llegaba a 50 céntimos. Sólo el 10% de ese precio que pagamos corresponde al agua; el resto, al envoltorio, la publicidad, el transporte, etc.

La calidad

Nestlé tiene nada menos que 68 marcas distintas de agua en el mercado mundial, un mostrador que no sólo se asoma a los países ricos y occidentales, de la mano de las nuevas modas, sino que se introduce con fuerza en latitudes menos desarrolladas, donde la calidad de agua del grifo (cada vez más también en manos de empresas privadas) deja mucho que desear.

Méjico, sede de la Cumbre Mundial del Agua estos días, está entre los cinco primeros consumidores de agua embotellada del mundo ­amén de que ciudades como Monterrey, a modo de ejemplo, lideran la ingesta mundial de Coca Cola por persona­.

En los últimos años estas grandes multinacionales se han encargado de vender el eslogan de que el agua embotellada es más sana y nutritiva que la del grifo. Y no es cierto. Natalia Herraiz escribe: «Este boom es, ante todo, un éxito de marketing, de acuerdo con el estudio de Catherine Ferrier ‘‘Agua embotellada. Entender un fenómeno social’’, encargado por World Wide Fund for Nature (WWF) en 2001. Las campañas han convencido a muchos occidentales de que el agua mineral es de mejor calidad, más sana y que, además, supone ascender un peldaño en la escala social». Pero no hay ningún informe público que lo respalde. Al contrario, las empresas embotelladoras están menos controlas sanitariamente que el agua que llega a nuestros grifos.

Llega el agua funcional

Lo último en este mercado del agua dentro de una botella lo representa la llamada «agua funcional», aderezada con aportes vitamínicos y minerales, especialmente dirijidas a deportistas pero que hoy hasta los niños toman. En Australia, la revista ‘‘Choice’’ practicó el año pasado un minucioso análisis de estas «aguas» que operan en el mercado y que están proporcionando ya onerosos dividendos a las industrias de la nutrición. ¿La conclusión? A juicio de los editores de la publicación, no valían ni la mitad de lo que costaban. Aun así, 12.000 millones de litros de «aguas funcionales» se consumen al año en Japón, Europa y Norteamérica.

El panorama es desalentador. Los más pequeños, en cualquier localidad vasca, hoy ya no piden un vaso de agua a quien está tras la barra de un bar, como antaño; hoy, exigen a sus padres y madres que les compren un botellín de agua cuyo precio no baja del euro. Por cierto, escribo estas líneas mientras bebo de una botella de Aquabona rellenada con agua del grifo. ¿Alguien da más? -

GASTEIZ



Bolivia pide prohibir el lucro con el agua

MEJICO

Bolivia planteará retirar el agua de todos los convenios comerciales internacionales, impedir que se negocie con ella y declararla derecho de acceso universal durante el IV Foro Mundial en Méjico.

El ministro boliviano del Agua, Abel Mamani, una de las pocas autoridades del mundo con ese rango, declaró que los gobiernos deben dar esos pasos para que el agua sea considerada «bien público» gestionado por el Estado.

Según el documento oficial que presenta Bolivia, debe excluirse el agua «en la OMC y los tratados de libre comercio, y reafirmar el derecho soberano de cada país a regular los recursos hídricos asegurando la tenencia del agua para las generaciones presentes y futuras».

Mamani aseguró que el Gobierno de Bolivia, que preside Evo Morales, ya trabaja en ese sentido tras crear el Ministerio del Agua, entidad pionera en Latinoamérica pero de la que existen similares en India, China, Pakistán, Irak, Nepal, Bangladesh, Jordania y Egipto.

El presidente boliviano ya dijo que «el agua no puede ser un negocio privado», en su discurso de toma de posesión de la Presidencia, el 22 de enero pasado. La primera decisión de Morales en ese sentido será revertir la concesión del servicio del agua en La Paz y la aledaña ciudad de El Alto, que tiene la firma Aguas del Illimani, filial de la todopoderosa francesa Suez Lyonnaise des Eaux. Ese proceso está avanzado y concluirá en abril, cuando se ultimen los detalles para crear la nueva compañía pública que se hará cargo del servicio.

La rebelión de 2005 en El Alto tuvo un antecedente en las protestas que en 1999 expulsaron de la ciudad de Cochabamba a Aguas de Tunari, participada por Bechtel y la española Abengoa, debido a una subida de tarifas, en un conflicto que pasó a la historia como la «guerra del agua».


 
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