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Gara > Idatzia > Ekonomia 2006-03-19
«La violencia financiera de la banca comercial influye sobre las personas»
Kees van den Burg, director financiero internacional de Oikocredit, pasó por Bilbo y explicó a GARA el éxito de este proyecto de finanzas sociales y de banca ética que apoya, de forma expresa, a los países empobrecidos de la Tierra. Oikocredit cuenta con una red de voluntarios que le permiten contar con 254 millones de capital.

Hace treinta años irrumpió en el mercado financiero de Holanda la organización de banca ética y de inversiones socialmente responsables denominada Oikocredit, que ha extendido sus raíces por otros once lugares. Una de sus sedes internacionales se encuentra en Bilbo. Kees van den Burg, director financiero, estuvo esta semana en la capital vizcaina y afirmó que el mundo debe «atender la gran necesidad social» existente en en vez de ir «a ganar por ganar más beneficios».

­¿Qué balance hace de los treinta años de Oikocredit?

Han sido exitosos. Hay un apoyo creciente de las personas, que empezaron con algo que no existía. En la actualidad, tenemos un capital de inversores que alcanza los 254 millones. Cada año obtenemos entre 25 y 30 millones adicionales de inversión y atendemos créditos en torno a los 75 millones. Todo esto significa que tenemos mucha confianza de las personas y que este proyecto sigue siendo sólido económicamente. Tenemos una cartera de 470 diferentes proyectos.

­¿Cuántas personas del Tercer Mundo se han beneficiado de las finanzas públicas?

Es difícil estimar, porque las instituciones de microfinanzas que apoyamos muchas veces tienen un promedio de crédito de 500 dólares por año a pequeña empresa, lo que hace que, si concedemos préstamos por 800.000 dólares, unas 3.000 diferentes pequeñas empresas se benefician. No siempre son empresas, sino familiares que necesitan supervivencia. Es decir, muchas personas se benefician de esa financiación que nunca podrían obtener de los bancos convencionales.

­¿Devuelven los créditos?

Sí. Siempre hay algunos proyectos que pierdes.Tenemos una provisión para pérdidas. Hemos recibido más de 320 millones de euros de devolución, que habíamos inicialmente prestado. Nos permite rotar el dinero para atender las necesidades sociales.

­¿Los pobres son más de fiar que los ricos?

En muchos países del Sur son conscientes de que el tomar un préstamo es una cosa seria, mientras que en el Norte hay personas acostumbradas a una economía de escala, por lo que a veces no toman en serio el préstamo. La gente pobre, en el momento que alguien les confía y les da un préstamo, lo toman muy en serio. Es algo que no quieren perder.

­¿El modelo neoliberal ha fracasado y por eso tienen que surgir entidades como Oikocredit?

Supongo que el sistema neoliberal y la globalización económica lo que tiene de bien, aparentemente, es que se dice que puede romper las fronteras, cada uno puede negociar libremente. Sin embargo, no se toma en cuenta la desigualdad enorme entre zonas de influencia económica de decisión. No es fácil para un agricultor en el Sur meterse en el mercado del Norte.

­¿Es falso lo del libre mercado?

Parece bonito decir que todos estamos en la misma pelea, con la diferencia económica y poder que tienes de cara a abrir nuevos mercados. No es un libre mercado, porque algunos no tienen capacidad de competir en el mismo. Por lo tanto, no estamos en las mismas condiciones de mercado.

­¿Qué piensa cuando ve las ganancias multimillonarias de los bancos convencionales o las listas de enormes fortunas en pocas manos?

La violencia financiera de la banca comercial es otro nivel que influye. Lo que me parece negativo es que las personas inviertan en fondos manejados por la banca comercial, que se dirigen más y más a invertir en un sitio donde su rendimiento económico es el más alto posible. Lo que me molesta es que la mayoría de inversores no comprenda, o no se pregunte, que el alto rendimiento de su dinero sale de algún lado.

­¿De dónde?

Así, por ejemplo, los bancos y los fondos de inversión presionan sobre las empresas para que rindan mejor, porque si no, no invierten en las mismas. Los jefes de la empresa toman medidas como bajar el número de puestos de trabajo, más presión sobre los que se quedaron para producir más alto y, si no produces lo suficiente, te amenazan con llevar el empleo al Sur, porque te dicen que van a China o a India, por ejemplo. Los inversionistas piden altos rendimientos económicos, pero no se dan cuenta que, a la par, el empleo para sus familiares, nietos y conocidos de repente se está perdiendo. Es decir, el rendimiento económico es alto para ese país, pero el rendimiento social es negativo. Se debe tener muy en cuenta.

­¿Hay que modificar la filosofía de los bancos comerciales?

Sí, pero también la mentalidad de los pequeños inversionistas. No hay que inculcarle siempre que tiene que querer el rendimiento financiero más alto, que eso no sea lo único que rija tu decisión de inversión. En Oikocredit saben que la inversión no va a cambiar, reciben un 2% sobre su acción. No va a cambiar de valor. No van a perder dinero, pero no va especular con el mismo. Con un rendimiento del 2%, que a penas cubre la inflación, está claro que no se hace negocio. Al inversionista de Oikocredit le interesa el rendimiento social alto. Invierten por una una sociedad más justa.

­Después de treinta años, ¿qué cambios están realizando o se avecinan?

Un cambio práctico que se ha hecho hace un par de años fue tomar un poco más de riesgo, en el sentido de que para poder prestar en muchos países tenemos que saber cómo prestar en la moneda local, porque trabajamos en dólares o euros, pero muchos empresarios e instituciones financieras del Sur no pueden trabajar en esas monedas. Hemos creado un fondo interno que amortigua el riesgo cambiario, lo que ha permitido que hayamos crecido mucho en Africa, porque así sí están dispuestos a hacer proyectos. No deben afrontar el riesgo de la volatilidad del euro o el dólar.

­Supongo que se plantearán extender su radio de influencia.

Sí, pero otro cambio que hemos introducido es financiar instituciones de microfinanzas e, incluso, en algunas entramos porque necesitan el apoyo de una entidad sólida para lograr la ficha bancaria. También estamos trabajando para instalarnos en países como Bulgaria, Eslovaquia, Polonia y nuevas áreas de Georgia, Azerbayan y Khazagistan. Hay necesidad de financiamiento, porque son zonas ricas en petróleo pero las fortunas están en pocas manos y, en cambio, hay mucha pobreza. Estamos viendo la posibilidad de entrar en Camboya y en Vietnam, entre otras áreas.

­¿Cuántos socios inversores tiene Oikocredit?

23.500 personas.

­¿Cómo ve la actividad de sus oficinas en Barcelona y Bilbo?

Son exitosas. La de Bilbao lleva dos años y tiene un éxito en cuanto a la respuesta de la población. Más de un millón de inversión. Un buen resultado para un tiempo de existencia tan corto. En Barcelona, tiene seis años y cuenta con más de 3 millones y 500 inversores.

­¿Cuál fue el germen de Oikocredit en Holanda?

Empezó a iniciativa de personas reunidas a nivel del Consejo Mundial de Iglesias. No estaban contentos con la realidad de la Iglesia, que maneja muchos fondos económicos, pero no estaba ni está claro hacia dónde se destinaban, ni en qué se invertía, o si eran invertidos para obtener un mayor rendimiento financiero o social. Como en los primeros años fue difícil convencer a los tesoreros de las iglesias para dar ese giro social, se empezaron a formar las asociaciones de apoyo.

­¿Todavía las asociaciones juegan un papel importante?

Siguen representando la mayor parte del capital de inversión, en torno al 91% del capital total y el nuevo que entra. La mayor parte entra movilizado por estos grupos. Captan fondos de parroquias locales, que son más fácil de convencer que una Iglesia grande. Las parroquias locales captan entre el 30% y el 40% del capital nuevo, porque las grandes parroquias están más por esa vía de obtener un rendimiento financiero rápido.

­A su juicio, ¿por qué no disminuye la pobreza?

Bueno, es difícil la respuesta. La realidad es que está mal repartido en el mundo, porque hay empresarios que ganan mucho dinero con su empresa, pero se encuentra en el fondo de cada persona, incluyéndome, porque te fijas una serie de exigencias que esperas de la vida como tener casa, un trabajo, una buena educación para tus niños, lo que hace que uno tenga exigencias de lo que quiere ganar, mientras que al otro lado del mundo hay gente que no tiene qué comer. Esto sólo se podrá resolver cuando, a nivel del consumismo en el Norte, seamos conscientes de que no se pueden consumir los recursos del Sur. Les damos precios malos por sus materias primas, pero todo lo que producimos en el Norte lo vendemos a precio elevado.

­Así ocurre con la deslocalización, el empresario acude a otro país para producir más barato y vender más caro.

No es un tema fácil de solucionar. Pero hay que darle duro al tema, porque si nos quedamos quietos la desigualdad aumentará aún más.

­La ONU se marcó el objetivo de reducir la pobreza a la mitad en 2015. ¿Se conseguirá?

No sé, porque estamos a nueve años, y no lo veo fácil. Creo que hay que plantearse metas para poner en marcha un trabajo, pero hay que ser realistas. Pero hay que hacer lo que sea para lograr esa meta.

­¿La banca convencional también contraataca con campañas de finanzas éticas?

El peligro está en que lo hagan como campaña de márketing, sólo para captar fondos. El cliente no debe dejarse engañar en esos casos. -



El TAV y la tierra
Mikel KORMENZANA
EHNE-BIZKAIA

La gran mayoría de los baserritarras hemos estado desde el principio en contra de un proyecto carente de sentido y absolutamente destructivo como el Tren de Alta Velocidad. La nula utilidad social de este proyecto, la escasa mejora que supondrá en la comunicación de personas, la más que dudosa posibilidad de que acarree mercancías, el descomunal coste económico, la enorme pérdida de tierra agraria y su efecto devastador en el medio ambiente hacen que la mayoría social esté en contra del proyecto del TAV.

Desde EHNE, como organización sindical agraria, hemos centrado nuestra oposición en la pérdida de tierra y empleo agrario que supondría el TAV. No es intención de EHNE oponerse a cualquier tipo de proyecto que suponga pérdida de tierra agraria. Cuando la demanda y la necesidad social así lo justifique y mientras se analicen todas las variables que minimicen los impactos sobre este tan escaso recurso dentro de nuestro país, entonces nos situaremos en la posición de no censurar la perdida de tierra agraria.

La cuestión es que en el caso del TAV su efecto va a ser tan devastador, va ser tan dañino para el medio rural, que hasta el propio departamento de Agricultura del Gobierno vasco se ha visto obligado a actuar. Bien es cierto que su actuación no ha sido demasiado edificante. Podría, por ejemplo, haberse opuesto al TAV en lugar de asumirlo, pero nada más lejos de la realidad. En su lugar ha creado, junto con el departamento de Transporte, la oficina Lurranek, dependiente de la sociedad IKT (autora del informe de Evaluación de Impacto sobre la Actividad Agraria de la Infraestructura Ferroviaria Y Vasca, Medidas Correctoras y Compensatorias).

Lurranek es, según sus propias palabras, una «Oficina de Gestión de suelos agrarios afectados por infraestructuras de transporte como la Y vasca». Entre sus funciones estaría la de «comunicar al afectado el alcance de la afección en su explotación», informar sobre «los modelos de minimización de impacto exis- tentes» y ofrecer asesoría «técnica y jurídica de los pasos a seguir una vez que el afectado ha decidido que modelo de minimización del impacto le conviene».

Pues bien, a día de hoy Lurranek no ha dado ni un solo paso en este sentido. Y los trámites de expropiación para la construcción del TAV ya se han iniciado en Aramaio, Eskoriatza, Abadiño, Elorrio y Atxondo. Todos y cada uno de los requerimientos de información que EHNE ha trasladado al departamento de Agricultura respecto a Lurranek han sido rechazados. Centenares de baserritarras van a ver seriamente perjudicada la continuidad de su actividad y tienen que tomar decisiones inminentes. Decisiones que, dependiendo de su sentido, van a ser determinantes para su futuro. Mientras tanto, los departamentos de Agricultura y Transporte se están pasando la pelota descaradamente, renegando de su responsabilidad y abandonando a los baserritarras a su suerte.

Se podrá estar en contra o a favor del TAV, pero no es de recibo que las personas afectadas no tengan ningún tipo información. Esta situación es similar a la que se dio durante las catas geotécnicas. Las empresas encargadas de las catas entraban avasallando y accediendo sin previo aviso a las parcelas, dañando seriamente campos y cultivos. No es lícito que quienes van a resultar directamente perjudicados no tengan ni una sola herramienta para su defensa. Se trata de una crítica extensible al Ministerio de Fomento español.

Este desprecio y abuso para con la tierra agraria y para con lo baserritarras no es nuevo. Las actuaciones urbanísticas, industriales, carreteras, campos de golf, el proyecto de un circuito de carreras en Foronda, los planes territoriales parciales, la Ley del Suelo... actuaciones a costa de la tierra agraria, siempre en beneficio del cemento y la especulación económica.

Hace falta una norma o ley que identifique y proteja la tierra agraria de otros usos. Justamente ésta debería ser la función del Plan Territorial Agroforestal del Gobierno vasco: identificar y proteger la tierra agraria, omitiendo toda posibilidad de un uso ajeno al agrario. Existen herramientas para ello, lo que falta es voluntad política para anteponer la defensa de la tierra a los intereses económicos de otros agentes, incluidos los ayuntamientos y las diputaciones forales. -


 
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