El cuerpo de las mujeres, como el de los hombres, es resultado de una larga y lenta evolución. En la naturaleza teníamos los alimentos adecuados a nuestro organismo. Todo encajaba, como la llave con la cerradura. La mayor parte de la historia de la humanidad hemos vivido de la caza, la pesca y la recolección.

Hace poco, hace unos diez mil años, nos dio por modificar los productos que la naturaleza producía para nosotros. Fue entonces cuando domesticamos plantas y animales, cuando nos acostumbramos a tomar leche de otros animales. De comer carne de animales que vi- vían salvajes, pasamos a comer carne de animales que viven encarcelados desde el nacimiento. Nos dio por modificar nuestro alimento y el de nuestra ganadería con el fuego de la cocina. Hace diez mil años empezamos a modificar la naturaleza, y últimamente lo hacemos a gran velocidad.

En el aire, agua y alimento que entra en nuestros cuerpos hay cada vez más moléculas químicas, que, originalmente, no existían en el planeta.

Estamos modificando la llave, pero la cerradura sigue siendo la misma. Cada vez que tratamos de abrir la cerradura la forzamos. La alimentación moderna está forzando nuestro organismo, y muchos de nuestros malestares, incluidos los malestares de la menopausia, es muy probable que sea consecuencia de ello.

Los malestares de la menopausia, como otros malestares, tal vez sea un grito de nuestro cuerpo que pide volver a casa, a la madre tierra, que reclama volver al alimento original, a la auténtica comida tradicional vasca. ¿O los vascos y vascas no nos originamos antes de inventar la agricultura, la ganadería y la cocina? -