Tengo un amigo al que conozco bien que no disimula a la hora de reivindicarse «de hachebé», aunque a algunos les parezca un anacronismo. Mi amigo, que de HB pasó con natura- lidad a Batasuna y ahí sigue aunque a algún triste letrado con oposiciones ganadas a juez le parezca algo increíble o, si te descuidas, punible no oculta su satisfacción por las recientes iniciativas adoptadas por la izquierda abertzale. Desde la propuesta de Anoeta hasta el alto el fuego permanente de ETA. Dice que ha leído y releído todo lo escrito y, sin matices pero sin innecesarias y poco creíbles adhesiones inquebrantables, está de acuerdo. Es un buen amigo y, me consta, un buen abertzale, una buena persona y un bienintencionado.
No se trata, sin embargo, de un analista al uso y saca, en consecuencia, sus propias conclusiones. Dice que si a Batasuna le exigen que condene la violencia para volver a ser legal (que también habría que analizar los grados de legalidad que llegó a gozar), habría que exigir lo mismo al resto. Y si ETA no ejerce ya violencia alguna, a ver cuál es la violencia de la que renegar. ¿De la que sigue practicando, sin tregua, el Estado? ¿De la violencia que supone la dispersión? ¿La de los ertzainas encapuchados que prohíben a diestra y siniestra? ¿La de los ertzainas emboscados que escriben atestados propios de confidentes para que luego actúen los que llama «Jueces contra la Paz»? Mi amigo se muestra confundido.
Y, como no es un analista al uso, confirma que cree en las virtudes del proceso que se abre, asegura que quienes han emprendido con valentía este camino tendrán buenas razones y mejor expediente académico que nadie para hacerlo, pero no renuncia a sus propias reflexiones. Y así sentencia que si la izquierda abertzale se refunda sobre la renuncia expresa a la violencia la que ya no se practica habrá que empezar a examinar al resto de la concurrencia. Y así resultará que el PP nunca ha condenado ni rechazado la extrema violencia que ejercieron sus mayores. Aún ayer concedieron medalla y pensión a tipos de la ralea de Carrero Blanco y Melitón Manzanas. Fuera, pues, de la legalidad presente.
Tampoco el PSOE ha condenado ni renunciado a la violencia que han ejercido y ejercen grupos como la Guardia Civil, aquella que «descubrieron» cuando González y Guerra pisaron La Moncloa. Expulsados, pues, del edén legal aquellos que no condenan.
Y como el PNV ni ha condenado, ni condena ni condenará, los cientos de actos violentos que protagoniza la Ertzaintza, enmascarada bajo la capa de Luis Candelas del mandato de los jueces, habría de ser también, según mi amigo, desterrado del paraíso legal.
Mi amigo, ya se lo he dicho, es un heterodoxo y, a pesar de lo extravagante que parece, tiene casi siempre razón. Por eso, al terminar su argumentación, sonríe y concluye: «A ver si va a terminar por ser ETA la única legal». -