Eduardo Renobales - Historiador
ANV y la república
Cualquier vasco, y más si es nacionalista, y más si es de izquierdas, cada vez que se acerca un 14 de abril siente en su fuero interno una doble sensación de desasosiego. Por un lado, no deja de atraernos de alguna manera esa república que acabó con tanta podredumbre avalada por un trono caduco y aspiró a dar libertad, un poco más de libertad, a todos. Por otro, nos queda la sensación de que cualquier obra hispana siempre tiene algún defecto a ojos de los vascos.Acción Nacionalista Vasca (EAE-ANV) fue el único partido nacionalista vasco que apoyó y contribuyó a hacer posible un cambio de régimen en aquel abril de 1931. Desde ANV se consideraba que sólo desde una perspectiva republicana (y, a ser posible, progresista) las relaciones entre españoles y vascos podrían dar un giro referencial en la búsqueda de una solución al eterno conflicto que les enfrenta. En su documento fundacional (Manifiesto de San Andrés, 30-11-1930) en el epígrafe “Con respecto a España”, los fundadores del nacionalismo de izquierdas escriben: «Colaborar con aquellos partidos que reconozcan el hecho diferencial de las nacionalidades históricas, que tiendan a formar un Estado menos unitario que el actual, que garanticen los derechos individuales, que aseguren un orden jurídico alejado de toda dictadura o arbitrariedad, que resuelvan los problemas sociales con justicia y reduzcan al ejército a la esfera de su propia función, que deroguen la ley de jurisdicciones y que armonicen un sistema democrático como el que desea vivir Euskadi». Parece mentira, pero siendo historiador tengo que revisar el documento y comprobar que está editado en 1930. Parece escrito ayer. La república fue como un nuevo aire en la caduca sociedad española. Fue un ansia y una esperanza, pero también fue un gran fracaso. En parte por la propia debilidad de los propios republicanos. En parte por las eternas ambiciones políticas de todos, partidarios y contrarios, que en sus seis años de existencia no cejaron en el empeño de acabar con ella para imponer sus intereses: o la dictadura del proletariado o la dictadura del fascismo. Y en el camino quedó la libertad desgarrada, los derechos nacionales medio reconocidos, la reforma agraria medio dibujada, el ejército medio depurado. Da la sensación de que todo quedó a medias y cuarenta años de paz colaboraron en cubrir de olvido sus méritos y avances (una legislación civil y laica en materia doctrinal, enseñanza, derecho, sistema electoral...). ANV estuvo allí, no sólo presente, sino también colaborando. Por la consecución, no sólo de los derechos nacionales de los vascos, sino también en la defensa de la misma con- cepción de la democracia, por los derechos civiles individuales y colectivos y por la justicia social, por la separación Iglesia/Estado... Y con ANV estaba la izquierda abertzale, desde el primer minuto, en la barricada de la república, en primera fila en una clara apuesta democrática. Para que se enteren todos esos demócratas-de-toda-la-vida que dan lecciones agitando un carnet comprado en un todo a cien. Allí estaba ANV. Festejando que aquel 14 de abril se abría un rayo de esperanza y entendimiento, de concordia y paz, de normalización y justicia, un momento histórico no sólo para España, también para Euskal Herria. Y durante todo el sexenio republicano, ANV mantendrá esa misma actitud de leal colaboración en pos de un primer paso de entendimiento que se llamaba Estatuto. A pesar de que sus aspiraciones políticas fueran mucho mayores. Haciendo honor a la palabra dada de acatar el sistema político-jurídico republicano que, sin embargo, falló en muchos aspectos a los vascos de izquierdas que legitimaban a esa república en Euskal Herria. Y aún así, mantuvieron firmes los principios de lealtad y colaboración. La república no trató a ANV con la misma sinceridad. No colaboró para asegurar la expansión del partido y lo mantuvo como un socio minoritario al que se movía según dictaran las circunstancias. Craso error. Ello posibilitó que la imagen del nacionalismo en España fuera de derechas, beata y clerical y que Euskal Herria fuera un reducto vaticanista. La república del 14 de abril feneció acogotada por la labor combinada de muchos enemigos y no pocos amigos. Pero entre ellos no está ANV, la izquierda vasca. Afortunadamente. -
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