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Gara > Idatzia > Kirolak > CICLISMO 2006-04-13
Imanol Erviti:«Flandes y Roubaix tienen una magia que te engancha»
«Disfrutas pero te hacen sufrir. Te exigen mucho y dan mucho, entonces, les coges un cariño especial. Tienen una magia que te engancha». Por segundo año consecutivo, Imanol Erviti (Caisse d’Epargne-Illes Balears) ha disputado las clásicas del adoquín. «He vuelto bastante contento porque he avanzado». En su segunda experiencia en el pavé, el navarro ha competido con éxito en Tour de Flandes, Gante-Wevelgem y París-Roubaix.

Eusebio Unzue me dice que tengo un físico de clasicómano». No va desencaminado el director navarro porque Erviti, de 22 años, mide 1,90 metros y pesa 79 kilos. Sinónimo de fuerza y potencia. Tipo Boonen o Cancellara, salvando, por ahora, las distancias. El año pasado, sólo acabó el GP Cerami. Este año, sin embargo, fue 18º en la Gante-Wevelgem y finalizó en el pelotón principal la París-Roubaix, 50º. Sólo una pájara le apartó del Tour de Flandes. La progresión ha sido notable.

«No he hecho nada destacable pero el balance es bueno. Me queda la pena de no haber terminado Flandes», avanza.

El navarro nos desvela sus vivencias en ambas carreras. «Son durísimas las dos. Roubaix quizá es un sufrimiento diferente. Flandes es de apretar, apretar, apretar hacia arriba, es más de intensidad y sacar todo lo que tienes. Roubaix es de aguantar, que no te haga mella el pavé».

TOUR DE FLANDES

Erviti nos explica las razones que le llevaron a abandonar la clásica flamenca.

«Antes de un tramo de pavé, sentí la llamada del hambre y lo más rápido fue coger un gel de glucosa. El estómago lo tenía vacío, no tomé ni un trago de agua y bajó entera. Me sentó como una bomba. Empecé a sentirme mal, mareado, me acuerdo que subía los repechos a cinco por hora. Hasta el director del Euskaltel al pasarme me preguntó si estaba mal», recuerda.

Preguntamos al navarro sobre la afición que arrastra la prueba y confirma lo que nos revelan todos. «Aparte de lo bonito que es la carrera, es impresionante la manera de cómo la viven los belgas. La salida es increíble. Todo abarrotado, hay hasta una orquesta,Š Es una pasada la gente que mueve esa carrera», asegura.

«El año pasado subía los muros con Ludo Dierckxsens, que es de la zona, pues hubo varios tramos en los que se me ponía la piel de gallina: la gente le gritaba, Ludo, Ludo, parecía una grada de un estadio de fútbol».

PARIS-ROUBAIX

«Te deja marcado. Tengo doloridas las articulaciones de los dedos y cargados el cuello y los brazos. El año pasado volví de Roubaix y el masajista Vicente Iza se reía: me decía que me había traído un adoquín pero dentro de las piernas».

«Es bonito terminar una de las carreras más duras del calendario», aclara. «Cuando entras por primera vez en un tramo de pavé y empieza a botar la bici... Es una impresión que no se te olvida. Es duro, es duro. Un tramo lo haces fácil, el problema es que se acumulan, te desgastan y te hacen sufrir», resume.

Erviti nos confirma que «el Bosque de Aremberg es el tramo más brutal de todos. Yo no lo conocía. Han arreglado varios socavones. El problema ha sido que al llover la tierra se ha consumido y es como si hubiera brotado el pavé».

El premio es la entrada al Velódromo de Roubaix. El joven corredor del Caisse d’Epargne-Illes Balears nos relata las sensaciones de llegar hasta el final.

«El velódromo es impresionante, lleno de gente, supone el deseo que tienes: llegar. Yo crucé la meta con Txente, nos dimos la mano y terminamos con una sonrisa mutua. Fue un momento bonito».

ALUMNO DE TXENTE

Y es que Erviti tiene un maestro y un consejero en el veterano Txente. «Un corredor con la experiencia, la ilusión y las ganas de mejorar que tiene Txente es un empuje. Horrillo también me dio un par de buenos consejos durante la carrera».

Le pedimos que nos destaque uno. «Antes de ir a Roubaix, estuve leyendo una entrevista a Horrillo en “Ciclismo a Fondo” de hace dos años. El corrió con Musseuw en el Mapei y le decía que nunca se quedase solo».

Entre las anécdotas de Roubaix, nos resalta una. «En el Velódromo, hay un pabellón con duchas de hormigón y cada una tiene el nombres de uno de los ganadores. Sólo me quedó libre una: la del ganador de 1983, Hennie Kuiper, el año que nací yo. Parecía que estaba ahí esperándome».

EL IDILIO

Dos temporadas y dos participaciones en Flandes y Roubaix. Esa pasión ha crecido en los dos últimos años. En amateur, no sentía nada especial por este tipo de carreras.

«Sí que las veía en la tele y me encantaban, pero no es que se me pasase por la cabeza dedicarme a ellas. Era un sueño, pero tampoco nada del otro mundo. El año pasado las conocí y no es que las amé de una manera especial, pero sí tienen una magia que te engancha. Disfrutas pero te hacen sufrir. Te exigen mucho y dan mucho, entonces, les coges un cariño especial. Me gustaría volver», zanja.

EN EL FUTURO

Tiene sólo 22 años, así que le debería quedar un camino por recorrer. «No voy a escatimar esfuerzos. Eso lo tengo claro. No sé si llegaré o no a estar delante: por esfuerzo y sacrificio espero que nunca me puedan reprochar nada».

Tras pasar por el infierno del norte, descansa. «Nos han torturado un rato; ahora, nos tenemos que liberar un poco», dice. Su próximo objetivo es el Giro, su primera grande. «Quiero afinar porque va a ser exigente».

El navarro finaliza contrato y espera seguir al lado de Txente. Tiene los pies en el suelo.

«Tengo que ser útil para ayudar a mis compañeros, y luego ya trataré de aprovechar las oportunidades. Estoy contento, y si tienen que llegar los resultados ya llegarán». -

BILBO



Confusion en la gante-wevelgem
En la Gante-Wevelgem, Erviti se pudo sacar la espina de Flandes, pues fue 18º. aunque en las clasificaciones aparece su compañero Reynes. El navarro nos explica esa confusión.

«En el grupo delantero, íbamos cuatro corredores del equipo: Txente, Markov, Reynes y yo ­Reynes pinchó a falta de 20 kilómetros­. Como soy el más joven me tocó recoger los chalecos de Markov y Txente. A diez de meta, empezó la lucha. Yo con la tensión y la ropa de mis compañeros, tenía un bulto en la espalda. El caso es que se me olvidó levantarme el mío para entrar con el dorsal visible. Y, mira, me clasificaron con otro nombre, y como me sobran los días de llegar delante... Ya hubo risas en el equipo. Después de la paliza que me he dado ponen a otro...», pensé.


 
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