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«Metrópolis», la faceta más movida de Alberto Schommer
Alberto Schommer estuvo ayer durante la presentación de «Metrópolis» en Ganbara, extremadamente perspicaz. Definió al fotógrafo como el mago que encierra al tiempo en su máquina. Y se refirió también a la faceta subversiva de su trabajo:«Realizaba retratos psicológicos de los franquistas en los ponía a parir. Más de uno me dijo que era muy valiente».
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DONOSTIA
Lo más interesante de la presentación de “Metrópolis”, la exposición en la que Alberto Schommer reúne 54 fotografías extraídas de sus viajes y libros en Ganbara, de Koldo Mitxelena, fue la visita guiada que realizó para la prensa. Se plantó, por ejemplo, delante de la imagen que sirve de portada del catálogo y que presenta un cartel con una mujer desnuda en un rincón de Nueva York y volvió a emocionarse. «Es una fotografía a la que tengo un cariño especial. Iba en coche con unos amigos por este lugar que estaba hecho un desastre, lleno de chatarra, y basura y en este escenario me encuentro con esta mujer tan bella», comenzó y a lo largo de la visita rememoró una historia para cada una de las fotografías. Volvió a emocionarse delante de una imagen de unos bancos corridos en un rincón de La Habana. «Una de las imágenes que dejó helado en La Habana son estos esqueletos de banco», dijo.
«Esta otra imagen es de Shangai, sacada desde una torre desde la otra orilla del río. La imagen me recuerdan las tumbas de los soldados muertos en la guerra del 40 en Camp Davis», prosiguió. «Yo no soy fotógrafo de un solo tema había dicho momentos antes durante la presentación. Hace quince años realicé, por ejemplo, ‘El grito de un pueblo’, que dicho sea de paso nadie me quiso financiar en Euskadi, y donde relato, junto con Martín Ugalde, el choque entre las aspiraciones de un pueblo y el Estado. Hice luego otro libro sobre Donostia. Es a partir de esos libros que empecé a lanzarme al mundo».
A partir de ahí comenzaron los libros de viajes que están en la base de la exposición que ahora cuelga en Ganbara y donde permanecerá hasta el 10 de junio. Señaló que las ciudades las han creado las personas y que con los años han ido conformando una fisonomía. «Sus espacios vacíos están llenos de respiraciones, de pensamientos y hechos que han quedado grabados allí y que les han dado un hálito. Siempre que voy a San Juan de Luz me encuentro en la entrada de la localidad una casita alta y estrecha. Yo he parado tres veces en muy malas condiciones de tráfico para hacer una fotografía. Esa casa me es tan entrañable como un rascacielos de Nueva York», prosiguió. Schommer estuvo hace mes y medio en India haciendo “El paraíso” y ahora, en mayo, viajará a Siria para hacer “El principio” («donde nació la rueda y la escritura»).
«Esta exposición es un grito de democracia. Es la representación del mundo, si pudiese ser algún día, como una gran democracia. Vamos a más y mejor. India y China son prueba de ello. Africa es el punto negro que tenemos que solucionar», señaló y finalizó con una reflexiones sobre su oficio, donde «el tiempo es todo». «Si un fotógrafo enfoca un caserío, un camino y una valla, hace la foto y se va, ¿qué es lo que perdura? Sin duda alguna, lo que lleva en la máquina. El fotógrafo se lleva el tiempo en la máquina», afirmó.
Un hombre que enseño a mirar de otra forma su pais
DONOSTIA Alberto Schommer es de esas personas claves que han conformado nuestro imaginario colectivo. Formó parte de todos los movimientos de vanguardia que hubo en el país, como Orain, Hemen o Gaur. Tiene más de 40 libros de fotografía, los primeros de ellos dedicados a Euskal Herria, en los que mostró una forma nueva e inédita de mirar el paisaje y paisanaje vascos. Ha vuelto a Donostia, su segunda ciudad después de Gasteiz allí nació en 1928 de padre alemán y madre vasca donde ahora tiene una casa y amigos, según reconoció ayer. Definió al fotógrafo como un mago que se lleva el tiempo metido en la máquina y añadió que sin sentimiento no hay obra.
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