GASTEIZ
El Maccabi de Tel Aviv se presenta en Praga con el tan difícil como ilusionante reto de ser el primer equipo que repita la gesta de aquel mítico equipo de Split que, también vestido de amarillo, logró tres Euroligas consecutivas a finales de los ochenta de la mano de Kukoc, Radja, Ivanovic o el mismo Perasovic. Sólo el extinto Riga letón (68-70) ha conseguido algo similar hasta ahora.
Con dos campeonatos consecutivos y una hinchada volcadísima que teñirá Praga de amarillo, el equipo israelí parte como claro favorito para refrendar su supremacía de los últimos años y motivos no le faltan para ello.
Sí, porque este año, el Maccabi es el equipo más valorado de la Euroliga, con 94,3 pts de valoración de media en la fase regular y 89,7 en el Top16, así como el máximo anotador, con 87 puntos de media en la regular y 82 en el Top16. Cuenta además con estrellas del calibre de Parker, Baston o Vujcic, pero sin embargo, el equipo macabeo no parece tan sólido en la presente campaña.
Yes que, al margen de que las excentricidades de Pini Gershon hayan minado la cohesión del grupo, los macabeos parecen atrapados en el síndrome Saras, MVP de la pasada Final Four y ahora en la NBA. Porque Solomon, su sustituto, es un gran jugador muy individualista pero Jasikevicius aportaba mucho más de lo que puede dar el estadounidense: era el líder al que acudir en los malos momentos y quien hacía funcionar su lujosa maquinaria.
Este año, el egoísmo de Solomon, las broncas con Gershon y las bajas de Halperin, los aleros Sheleef y Kommatos, así como el pívot Deon Thomas hacen crecer el optimismo de todos los baskonistas.
Eso sí, a nadie escapa que la calidad macabea es muy importante. Al margen de Solomon, bien secundado por el veterano Sharp, cuentan con Anthony Parker, posiblemente el jugador más completo de Europa, y el sacrificado pero genial Tal Burstein por fuera. Dentro el bloque se mantiene, con el determinante Vujcic y el atleta Baston, con el irregular Arnold, de sustituto.