El Empire State Building, la joya arquitectónica más representativa del skyline neoyorquino, cumplió ayer 75 años en medio de una profunda remodelación de 150 millones de dólares que lo acercará al nuevo milenio.
El edificio más esbelto de la Gran Manzana, que cuenta con un «ejercito» de 350 empleados de mantenimiento, se renueva a marchas forzadas para estar a la altura de los rascacielos más modernos y de su rival en el corazón de los neoyorquinos, el Chrysler Building.
El Empire State simboliza, junto al Chrysler, la rivalidad por construir durante los años de la «Gran Depresión» el edificio más alto de la ciudad, representada en dos empresarios visionarios, John Raskob fundador de General Motors y Walter Chrysler.
Situado en el corazón económico y comercial de la ciudad, la quinta avenida, el rascacielos, a pesar de su grandiosidad, nunca cumplió las expectativas comerciales de sus propietarios y se ganó el sobrenombre de «Empty [vacío] State Building», durante sus primeros años de vida. Este estigma le ha perseguido durante toda su vida, e incluso hoy la torre es más valorada por su simbolismo patriótico, tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, que como fuente de ingresos, algo que se trata de aplacar con la nueva reforma.
En la actualidad, cerca del 17% del espacio disponible para oficinas está vacío, mientras que esta tasa se reduce a sólo el 6% en los edificios circundantes, incluido su eterno rival, el Chrysler. Cada día cerca de 9.000 personas acuden a trabajar en sus entrañas, y entre sus selectos inquilinos destacan organizaciones sin ánimo de lucro, diseñadores de moda, despachos de abogados y líneas aéreas.
En su inauguración el 1 de mayo de 1931, tras sólo un año y 45 días de trabajo, el Empire State se erigió en el edificio más alto de la ciudad y del mundo, gracias a sus 102 pisos y 443,2 metros de altura. La titánica construcción, que hunde sus cimientos casi 20 metros en el suelo de la ciudad, fue diseñada por el arquitecto William Lamb, costó 41 millones de dólares. En ella intervinieron más de 3.500 obreros y electricistas, encargados de entrelazar 60.000 toneladas de acero, el cristal de sus 6.500 ventanas y 10 millones de ladrillos en su afán por tocar el cielo.
Tom Kelly, autor de la novela “Empire Rising” ambientada durante la construcción del edificio, aseguró al diario “amNew York”, que «gracias a la depresión, los constructores pudieron tener a los mejores trabajadores en el proyecto».
El rápido ritmo de construcción, que elevaba casi un piso cada día, y las pocas medidas de seguridad que se empleaban en la época, supuso que una docena de hombres perdieran la vida. Irónicamente, el Empire State Building fue el primer rascacielos de la ciudad en recibir el impacto de un avión, aunque en este caso pertenecía a las fuerzas aéreas de los Estados Unidos. El 28 de julio de 1945, un bombardero B-25 atravesó el edificio a la altura del piso 79, ocasionando 14 muertos y daños por valor de un millón de dólares, pero el Empire State encajó bien el golpe y resistió en pie.
Su fama ha traspasado las fronteras de EEUU y desde su inauguración 110 millones de turistas han cogido uno de sus 73 ascensores para llegar al techo de Manhattan, el mirador situado en la planta 102. Afirma su página web que «puedes vivir en Nueva York toda tu vida, pero hasta que no la ves desde lo más alto del Empire State Building, no has visto la ciudad». -