En un mundo en que la competitividad se ha impuesto como norma «natural», en que parece que luchar contra el prójimo sea no solamente aceptable sino laudable y en que marginar a gran parte de la población se considera un daño colateral inevitable, no está de más recordar que hay muchos seres vivos que dependen de la cooperación para su pervivencia y que si tuviesen como norma la competencia simplemente desaparecerían.
Harta de la imposición de la competitividad, no me importaría en absoluto ser un liquen. Yo también, aunque no esté de moda, quiero cooperar, compartir y coexistir. No necesitar un Primero de Mayo. Los líquenes constituyen una combinación íntima de un alga con un hongo, el uno dependiendo del otro, de manera que los líquenes desaparecerían si ambos elementos decidiesen competir entre sí en vez de cooperar. No está nada mal saber que eres un elemento necesario tanto para proveer como para recibir, tener un sitio, un razón de ser y una relación íntima basada en la búsqueda de beneficios mutuos.
La dependencia mutua de hongo y alga no es el único indicio que muestran los líquenes de búsqueda de armonía e integración. Procuran adaptarse a su medio y pueden vivir en cualquier parte en que la vida sea tolerada, algo que logran mediante su propia diversificación, habiendo alrededor de 10.000 tipos de líquenes, que habitan desde remotas zonas árticas donde no hay otros vegetales, a bosques tropicales conviviendo con la explosión de biodiversidad que en éstos existe. ¿Cuándo se sustituyó la armonía e integración del ser humano en su medio por la búsqueda de la comodidad a cualquier precio?
Los líquenes tienen suerte ya que cada una de sus dos partes es imprescindible para la otra. Pero otros muchos seres vivos también tienen suerte ya que, a la vez, el liquen realiza una importante función para ellos al aportar a la gradual disolución y desintegración de las rocas a las que se adhiere, ayudando así a la formación del suelo, soporte físico necesario para el desarrollo de otros vegetales. Hay zonas en las que el dinamismo y la evolución de la vida serían completamente diferentes y en algunos casos muy cuestionables sin los líquenes.
¿Cuántos seres vivos nos agradecen al ser humano nuestra existencia armoniosa e integrada en el medio, que facilita la existencia y pervivencia de otros seres vivos? ¿O somos más bien una fuente aparentemente inagotable de sufrimiento y extinciones para nuestra propia especie y para casi todas las demás? -