Eugenio EtxebesteArizkuren, Antton
Agur eta ohore
Este Primero de Mayo nos ha dejado Miren Urdiain Aranburu, gure izeba maitia. Ha emprendido su penúltimo viaje a mundos desconocidos. De este planeta poco le quedaba por descubrir: Latinoamérica, Eu- ropa occidental y oriental, Asia, AfricaŠ latitudes y longitudes recorridas con cuerpo marchoso y espíritu sediento de conocimiento. Todos los años se fijaba dos giras viajeras inexcusables y un periplo de visitas intermedias. La primera tenía como meta el encuentro con personas, paisa- jes y culturas aquende y allende los mares. La segunda, el encuentro con su extensa prole de como a ella le nacía del corazón llamarnos «sobrinos y sobrinas» sujetos al exilio, a la deportación, a la expatriación de su nación vasca, fruto indigerible del conflicto político y las políticas represivas aplicadas desde los estados español y francés.
A la primera, acudía con exiguo bagaje, despiertos los sentidos, presta a compartir vivencias e inquietudes, pero siempre desde su esencia euskaldun y abertzale. Orgullosa se sentía de esgri- mir su pasaporte KAS, repleto de sellos aduaneros internacionales. De esos viajes llegaba cargada de fotos, prendas y objetos que exhibía, con porte natural no exento de cierta coquetería, a sus seres allegados.
A la segunda acudía alegre y combativa, siempre fiel a sus principios de generosidad, entrega y lealtad a la causa independentista. Sorprendía por su extraordinaria y envidiable memoria, donde atesoraba recuerdos, dichos y hechos de su gran familia política. Tampoco faltaba entre la charla y el anecdotario un huequito para desempaquetar el paté de campagne y el queso de Idiazabal, con que nos obsequiaba en cada una de sus visitas.
Refugiada en 1975, le tocó vivir momentos muy duros tanto a niveles humanos como políticos, en su doble vertiente de mujer y voluntaria en las filas de ETA, pero siempre supo plantar cara a los avatares y desviacionismos, desde sus más profundas convicciones de resistente al servicio del pueblo vasco. Rechazó el indulto de 1977, al que se podía haber acogido, considerando que no erradicaba las causas del conflicto, que era una burla frente a la reivindicación de amnistía y una vergüenza ajena para quienes habían ofrendado su vida por la independencia y el socialismo de Euskal Herria.
Su compañero Txomin Jauregi, oficial en un batallón de gudaris en el 36, falleció prematuramente como consecuencia de su paso por un campo de concentración en el Estado francés durante la Segunda Guerra Mundial.
El periplo de viajes intermedios, de cercanías podríamos decir, los dedicaba a visitar a sus «sobrinos y sobrinas» recluidos en el mapa de la dis- persión carcelaria. En cuanto había plaza libre se apuntaba al viaje, sin importarle la distancia ni los engorros del camino, sólo se quejaba de no poder hacerlo con más asiduidad por falta de medios o por impedimentos de la autoridad administrativa. Su visita era un remanso festivo, se alegraba la vista sólo con su presencia y en sus conversaciones nunca había resquicio para la duda o el pesimismo.
Tuve la suerte, el honor y el orgullo de conocerla allá por el año 1975 en la Iglesia de Sokoa y desde entonces hemos venido cultivando una amistad y camaradería entrañable. En el exilio de Iparralde, alimentada por una relación personal fluida; en la deportación, a través del medio epistolar y una visita de varios días que nos hizo en Santo Domingo en 1996 (un intento anterior le fue negado); en la cárcel, mediante el carteo y visitas de amiga periódicas; y ya ambos en las calles de gure txoko, con encuentros esporádicos en movilizaciones de la izquierda aber- tzale y alguna que otra cita para charlar o comer juntos. He de confesar que no todas las que hubiéramos deseado, debido a las circunstancias y obligaciones del compromiso militante. Las últimas veces en los hospitales de Hendaia y Doniba- ne Lohitzune, donde se hallaba recluida por grave enfermedad.
Este Primero de Mayo ha emprendido su penúltimo viaje, confío que en dirección al astro solar al que tanto adoraba y de cuyos cálidos rayos tanto gustaba dejarse acariciar en la playa de Hendaia. La propia fecha es un símbolo para quien supo en vida demostrar su pertenencia a los ideales revolucionarios. Cumplió 84 años este 24 de abril.
Ya no se encuentra entre nosotros y nosotras, pero nos deja su recuerdo, su ejemplo, su semilla anónima, para acompañarle en el último y definitivo viaje más allá de la pesadilla, hacia el sueño reparador y la meta de ese posible que se afanan en hacerlo imposible. Hacia el Egunon Utopia! llamado Euskal Herria independiente, reunificada, socialista y euskaldun.
Mila esker, izeba, guztiagatik, muxu erraldoia bihotz-bihotzez eta Garaipena lortu arte, beti.
Aurrera Bolie! -
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