A algunos, con tal de llamar la atención, no les duelen prendas por aparecer ante la concurrencia como el más augusto de los payasos. Ayer en “Abc”, Ignacio Camacho sentenciaba, en la primera línea de un artículo cargado de insensateces, que «unas detenciones. Eso es lo que se está echando de menos tras la autoentrevista de ETA». Lo de las detenciones es de una torpeza política infinita, pero lo de la «autoentrevista» parece sacado del “Manual del memo”. Repasen la entrevista y observen las fotografías.Pero no se queda ahí el autocolumnista que pide leña porque «los ciudadanos, o sea, el pueblo, también necesitan gestos ‘de consumo interno’ para comprobar que el Estado democrático permanece incólume en su decisión de no rendirse». O sea, que al pájaro le va la marcha y quiere que nos liemos todas a latigazos.
Lo único cierto de la pieza y lo escribe sin caer en la cuenta de lo que, en realidad, significa es: «que se sepa, sus comandos, controlados o no, siguen sin disolverse. (Si lo hubiesen hecho, no habría necesidad de abrir ningún diálogo)». Ahí está la clave, amigo Camacho. Ahí mismo.
Y por todo ello clama por el aumento de la represión:«la ciudadanía se sentiría confortada de verificar que el Estado de Derecho no está en tregua. ¿Cuánto tiempo hace que no se produce una detención de etarras? ¿Medio año? ¿Más? Pues he aquí una excelente ocasión para que el mago Rubalcaba se estrene sacando de su chistera prodigiosa unos cuantos conejos esposados». No entiendo mucho de psicoanálisis, pero seguro que un especialista hallaría alguna explicación a ese placer morboso por las cadenas, las esposas, el cuero...
Y como cada cual ve las cosas según el color del cristal de sus gafas, Camacho cree que «para la inmensa mayoría de ciudadanos, lo que ha salido en el GARA es un reto coactivo cargado de urgencias, exigencias y reclamaciones envueltas en el halo de la amenaza».
Y a partir de ahí, la instrucción al gobernante:«La democracia espera una respuesta, y Zapatero tiene dos alternativas para formularla: salir él mismo a marcar los límites y las reglas del juego o poner en marcha el aparato del Estado con todas sus consecuencias. Los hechos gozan de más valor y se entienden mucho mejor que las palabras. Y muchísimo mejor que la pasividad, el silencio y la espera».
Así están las cosas. ¡Qué pena! -msoroa@gara.net