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Gara > Idatzia > Mundua 2006-05-18
Iñaki SOTO
Transición y referéndum en Montenegro
Este domingo el estatus politico de los cerca de 700.000 habitantes de Montenegro sera sometido a refrendo popular, en el primer referendum secesionista en la UE en este siglo. Al oeste de aquella pequeña republica, en Euskal Herria, existen opciones de superar la fase actual del conflicto politico. El proceso que abra las puertas a una resolucion estable y duradera de nuestro conflicto tiene varios puntos en comun con el proceso montenegrino, sostiene el autor.

Evidentemente, los independentistas vascos tenemos la tentación de fijar nuestra mirada en el día D. Como efecto más inmediato, una victoria del bloque independentista demostraría que nuestro proyecto político es viable en el contexto europeo. Es lógico y positivo que en el nivel retórico de la política los esfuerzos se centren ahora en este aspecto.

Sin embargo, en mi opinión, las lecciones que tenemos que aprender de aquel proceso no están supeditadas a una victoria de la opción secesionista. Es más, considerando el momento político que vivimos, nuestra prioridad es analizar el desarrollo del proceso que ha desembocado en el referéndum, considerando a nivel conceptual todo el proceso como un «modelo» y centrándonos en las fases transitorias anteriores y posteriores al referéndum. Con ese objetivo, si bien es imposible analizarlos a fondo aquí, realizaré un breve sumario de algunos puntos en los que deberíamos centrar nuestra atención.

En primer lugar, debemos retrotraernos a la conferencia de Barcelona y a los acuerdos de Belgrado, en los que se negoció la inclusión del derecho de autodeterminación dentro del nuevo marco constitucional de Serbia-Montenegro. En este sentido, hay que subrayar que los montenegrinos acceden al referéndum porque así esta reflejado en su ordenamiento jurídico interno, es decir, porque abrieron esa posibilidad dentro de su Constitución. Asimismo, el referéndum se realiza pasados tres años de los acuerdos, porque una moratoria establecía ese plazo.

El papel de la UE

Todo esto ha de quedar claro a la hora de negociar un nuevo estatus político para Euskal Herria. No existe una única fórmula, pero todas ellas deben tener estos ingredientes. Desde un punto de vista nacionalista, tal y como señalaba Julen Zabalo en su artículo ‘Kataluniako estatutua eta Euskal Herria’ (Gara, 19-02-2006), el problema no está tanto en los estadios de transición necesarios para lograr nuestros objetivos estratégicos como en acordar esos objetivos estratégicos. De ese modo, los estadios intermedios no se convierten en estatus definitivo, sino en transición a soluciones definitivas y reales. Todo ello en la perspectiva de que éste es el momento de diseñar transiciones que den lugar a una solución estable a nuestro conflicto.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta las recomendaciones de la Venice Commission, destinadas a homologar el proceso. La UE ha sido la encargada de implementar estas recomendaciones, estableciendo que, para que la comunidad internacional considere legítima la separación de los estados de Serbia y Montenegro, la participación en el referéndum debe ser superior al 50% de los electores y que más del 55% de esos votantes deben apoyar la opción independentista. El monitoreo internacional ha condicionado los años de transición y también condicionará la implementación de los resultados del referéndum. Más allá de la valoración que hagamos de esas recomendaciones, es evidente que marcan una tendencia: indican que los estándares de la democracia formal están cambiando y que en los procesos de autodeterminación la carga de la prueba cae sobre la parte secesionista. Es importante analizar este fenómeno, tanto para luchar ideológicamente contra esta concepción adulterada de la democracia como para preparar y condicionar políticamente futuros escenarios.

Este elemento está íntimamente ligado con las presiones de la comunidad internacional. Dentro del contexto de la Unión Europea y su política para los Balcanes, Montenegro ha sido y es rehén del programa político europeo para los Balcanes y, más en concreto, de la definición del estatus final de Kosovo. Se ha intentado «comprar» a Serbia la independencia de Kosovo a cambio del «alquiler» sine die de Montenegro. Si bien el papel de la diplomacia europea ha sido funesto, los dirigentes montenegrinos han hecho de la condición de estabilidad la bandera del proceso, vaciando de argumentos a aquellos que amenazaban con hipotéticos escenarios catastróficos. En todo caso, mirando de reojo a nuestra situación, es importante resaltar que el principio de estabilidad no conlleva la ocultación de la verdadera raíz del conflicto.

Cabe señalar, en el mismo sentido, el fracaso del modelo de solución «vía-diseño». Las soluciones han de ser negociadas entre los agentes políticos implicados, y no es posible diseñar unilateralmente y a priori una solución «óptima». La ingeniería burocrática europea nunca ha entendido que los procesos sociales y nacionales no se pueden solucionar sobre otro papel que no sea el del voto de los ciudadanos. Este es uno de los errores de los planes de paz, hojas de ruta y demás juegos metodológicos. Utilizando el tan manido símil deportivo, estos partidos hay que jugarlos, y es inútil pretender que los contendientes asuman de antemano un supuesto «buen» resultado. Dicho sea de paso, el Plan Ibarretxe pecaba de este mismo defecto.

El argumento economico

Respecto al discurso político de los contrincantes, mencionaré únicamente un par de elementos. Por un lado, en la argumentación utilizada por el secesionismo montenegrino, uno de los argumentos centrales es de carácter económico. Se basa en la rémora que supone la unión con Serbia para el potencial desarrollo socio-económico del pueblo de Montenegro. A pesar de estar mal visto, hay que aceptar que en la mayoría de secesiones con éxito este argumento ha sido central. Entendiendo el nacionalismo como el «programa político que defiende la supervivencia y el desarrollo de las naciones», es evidente que la dimensión socio-económica es vital. No podemos olvidar que el Foro de Ermua ha desarrollado este argumento en su discurso unionista.

Por otro lado, desde el punto de vista de los serbios, existe un argumento de peso para apoyar la separación de Montenegro, un argumento que está empezando a calar en ciertas élites académicas y políticas de alguno de los estados con un historial hegemonista clásico (p.e. Reino Unido). La idea se resume de la siguiente manera: «Bastantes problemas tenemos en esta fase histórica para atender los problemas reales de nuestro territorio real (léase el territorio de esa nación hegemónica) y de sus habitantes voluntarios, como para gastar tantas energías en procesos de asimilación tan costosos y difícilmente exitosos a medio plazo. Pensemos un proyecto de país para nuestras dimensiones y potencialidades reales, en el mejor sentido de la palabra». Sin embargo, hay que aceptar que esta concepción de la política en términos democráticos y genuinamente nacionalistas es poco común entre la mayoría de la población de las naciones hegemonistas.

La experiencia de los Balcanes evidencia que mientras no se hace frente a las razones de fondo y no se buscan mecanismos para que los ciudadanos decidan, los conflictos sólo pueden estancarse o pudrirse. A pesar de la diferencias que existen entre los procesos de Montenegro y de Euskal Herria, el parecido reside en las urnas que finalmente recogerán la voluntad de sus ciudadanos. Dos Pueblos, dos urnas, dos tiempos, dos ciudadanías, un único modelo de solución (eso sí, con muchas variables): negociación multilateral de los procedimientos para garantizar el derecho a decidir de los pueblos. -

(*) IñakiSoto: miembro de la delegación de GOGOETA XXI que asistirá al referéndum.


 
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