Hay que reconocer que quienes apuestan por la buena marcha, plena de resultados y desarrollada a paso ligero, del proceso abierto en los prolegómenos de que ETA decretara un alto el fuego, tenemos más moral que el Alcoyano.
Se cuenta que el Alcoyano F.C. perdía por cinco goles cuando el árbitro dictó el final del partido y aún tuvieron ánimo los futbolistas para protestar porque faltaba medio minuto para alcanzar el tiempo reglamentario y alegaban que aún había posibilidades de darle la vuelta al resultado.
Algo así nos viene a ocurrir a los que, desde la parte abertzale del conflicto, apostamos por un proceso que, puede resultar exitoso por debilidad extrema de los que no creen en un proceso democrático que traiga la libertad a Euskal Herria y, de su mano, la paz.
Y es que hace falta moral para entender que Carlos Chivite, todavía líder del PSN y aspirante a la presidencia foral de mano de los abertzales, diga que el derecho a decidir y a defender la territorialidad del pueblo vasco es «inalcanzable» e «imposible». Más que moral, tal vez, hace falta una convicción de hierro para no señalarle el camino de las gárgaras.
El listón de los despropósitos es aún más alto. Dice Patxi López que al pueblo vasco no le corresponde ejercer el derecho de autodeterminación porque «Euskadi no es una colonia oprimida». Tampoco Gibraltar, cabría recordar, y acaba de incluir ese derecho en su corpus legal. Y, más aún, no somos colonia porque no tenemos una metrópoli: tenemos dos.
El hombre designado por el presidente español para seguir de cerca el asunto, Pérez Rubalcaba, dice que su gobierno no modificará la política penitenciaria y que no tiene constancia de que ETA haya tomado ya la decisión de abandonar la violencia.
Si habláramos en una taberna, lo anterior sería de importancia menor. Dicho por gente de tanta responsabilidad es inquietante. Rubalcaba, si atendiera al sentido común y a las informaciones que en su mano obran, debería proclamar que ETA ha decidido abandonar el empleo de las armas si las condiciones políticas aseguran la defensa de todos los proyectos y su puesta en práctica en igualdad de condiciones.
Hace falta, pues, más moral que la de los futbolistas del Alcoyano para aguantar en tiempos de tanta zozobra. Descuiden: los del Alcoyano sentirán envidia al ver a los vascos. Y los que se alían con el equipo visitante, vergüenza. -