Afirma la revista norteamericana “Forbes” que Fidel Castro es el séptimo magnatario más rico del mundo, con una fortuna calculada en más de 900 millones de dólares. Televisiones, radios y prensa escrita de los cuatro rincones del mundo repiten la afirmación como titulares (a ninguno de ellos parece importarles en base a qué fuentes se origina). En realidad la «noticia» no es nueva, desde 1992 y a lo largo de los duros y difíciles años del llamado Periodo Especial de la revolución cubana, ésta y otras revistas, todas de los EEUU, han publicado informaciones similares.

Por el contrario, parece ser que el hecho de que haya personas en este planeta que posean fortunas de miles de millones mientras casi dos tercios de la Humanidad sufre de las carencias más básicas es una situación no sólo normal o respetable sino incluso imitable y digna de galardones, como es la reciente concesión del Premio Príncipe de Asturias de cooperación a Bill Gates ­el hombre más rico del mundo­ por destinar apenas el 10% de sus riquezas a obras de caridad. Otorgar este premio al citado personaje (verdadero tirano de la informática) constituye una prostitución del concepto de solidaridad, que es compartir lo que uno tiene y no repartir lo que le sobra o no quiere ni necesita; pero eso no parece ser noticia, ni titular, ni motivo de campaña internacional.

Claro que hay notables diferencias entre ambas situaciones. Mientras el galardonado es un firme de- fensor, partidario y copartícipe de la globalización capitalista, el comandante cubano es un revolucionario y comunista que ha dedicado, y dedica, su vida a cambiar el mundo y a criticar el injusto mundo en que vivimos, lo cual es a todas luces un pecado imperdonable, y por lo tanto acusarlo de millonario es como afirmar que es un falso, ladrón y deshonesto.

La verdad es que después de algo más de 45 años de intentar derrocar a la revolución cubana, y de asesinarlo a él mismo, el atentado mediante la difamación al honor de Fidel, a su moral y en definitiva a su obra y su legado que son lo más importante, parece más una triste venganza que otra cosa, como si la vieja divisa de difama que algo quedará fuese consuelo de tontos, en este caso más que de tontos de políticos norteamericanos incapaces e inútiles.

Creo importante señalar que el dueño de la citada revista “Forbes” es un millonario del mismo nombre, destacado miembro del Partido Republicano, partícipe del exclusivo grupo de la Nueva Derecha (lo que para un europeo normalito sería la extrema derecha más reaccionaria) a la cual representa actualmente George W. Bush, pero por si esto fuera poco el tal Forbes tiene vínculos íntimos y financieros con la contra cubano-americana más agresiva e intratable, con lo cual se puede intuir que la noticia de los millones de Fidel, que repiten como papagayos los grandes medios, es absolutamente virginal y desinteresada.

La única novedad en esta ocasión es que Fidel, harto de que las mentiras campen por sus respetos, ha hecho declaraciones al respecto, ofreciendo incluso su dimisión en caso de que el Gobierno norteamericano o cualquiera de sus numerosas agencias de información demuestren que tiene dinero o propiedades en cualquier lugar. Seguramente sus declaraciones, y el reto lanzado a los mentirosos no tendrán una respuesta clara ni la difusión internacional de la que ha gozado la intencionada y teledirigida afirmación de “Forbes” sobre los millones de Fidel, pero no importa, las verdades son cargas de profundidad que acaban imponiéndose.

Casi estoy por apostar que en los próximos años no veremos a Fidel en esas listas o similares, y que quedará la duda de dónde ha metido sus millones. La respuesta es sencilla; Fidel hace muchos años que es «millonario», pero no reconoce su patrimonio por pudor, esconde sus riquezas a la vista de todos.

A Fidel le siguen millones de cubanos, que han construido con él una obra profunda e imperfecta, como toda construccción humana. Fidel es rico en gentes de todo el mundo que lo admiran por su entereza, por su rebeldía y por su coraje. Fidel tiene millones de ideas para transformar las realidades, las divulga y las comparte, sin intereses, y por lo tanto es dueño de millones de palabras diseminadas al viento. Fidel tiene en su cuenta corriente haber sido el impulsor de una enorme obra de internacionalismo de la cual pueden dar fe millones de personas atendidas por personal médico cubano en los lugares olvidados del mundo, o medio millón de latinoamericanos operados de la vista hasta el momento, o millones de ciudadanos africanos liberados del colonialismo y la segregación (pregúntele a Nelson Mandela), o millones de ex- analfabetos en Cuba, Venezuela y ahora Bolivia.

Las riquezas de Fidel , en realidad, son incalculables y al final difíciles de esconder, no se miden en propiedades o dineros, sino en voluntad de transformar y cambiar el mundo, de ser leal a lo que cree, de haber dedicado la vida entera con pasión infinita a su causa. Aunque estoy seguro de que para él su mayor fortuna es que cuando no esté en este mundo alguien lo acuse de ser el autor intelectual de nuevos futuros. -