El 29 de mayo de 2005 la crisis que desde hacía tiempo incubaba la Unión estalló tras el «no» francés (54,67%) a una Constitución europea que pretendía dar al neoliberalismo rango constitucional. Dos días después, los holandeses se pronunciaban aún con mayor rotundidad (61%) contra un proyecto que los ciudadanos del Estado español, en cambio, sí aprobaron en referéndum (febrero de 2005).

El impacto fue terrible y paralizó por completo a la UE en todas sus vertientes. No había plan B y, ante el temor a que nuevas bofetadas se sucedieran en cascada, ocho estados miembros aplazaron sine die las ratificaciones. Desde entonces el desconcierto es significativo, nadie sabe en realidad qué hacer con el «muerto», si enterrarlo definitivamente o tratar de resucitarlo con algunos trucos de difícil ejecución.

Tras los «noes» francés y holandés la consigna fue ganar tiempo, y los líderes de la UE se dieron un año de plazo para «meditar», digerir el fracaso y buscar alguna vía de salida.

Pasado el tiempo, sin embargo, nada ha cambiado, la UE continúa paralizada y como única solución los líderes se han dado más tiempo para seguir reflexionando.

Tres posiciones

En la actualidad, los Veinticinco parecen repartirse en tres campos: los que no quieren que se toque la Constitución, haciendo valer que ya ha sido ratificada por quince estados miembros; en segundo escenario figuran países como Holanda, que consideran que el Tratado Constitucional murió y que no es posible resucitarlo; y finalmente, en un tercer escenario, se encuentran el Estado francés y la propia Comisión Europea, que aplazan la resolución del conflicto y consideran que, entretanto, hay que tratar de mejorar el funcionamiento de las instituciones europeas sin salir del marco de los tratados ya existentes.

Desde finales de abril, París ha puesto en circulación una lista de iniciativas para tratar de mejorar el funcionamiento actual, incluyendo la posibilidad de tomar decisiones en base a una mayoría cualificada de los Veinticinco en lugar de por unanimidad en ciertos temas, como justicia y seguridad.

En la misma línea, el presidente de la Comisión, Durao Barroso, lanzó a comienzos de mayo la idea de suprimir los derechos de veto de los estados en la cooperación policial y judicial, o implicar más a los parlamentos de los respectivos socios en la redacción de las propuestas de ley, que también sugieren los franceses.

En cualquier caso, aspectos menores que no sirven para superar una crisis que va para largo. El pasado día 9 ­«Día de Europa»­ diferentes líderes admitieron que la situación de bloqueo se mantendrá.

Así, la canciller alemana, Angela Merkel, pidió no precipitarse. «No es momento de tomar una decisión precipitada, sino de observar con serenidad la situación y explorar las posibilidades de resucitar el proyecto constitucional». No obstante, Merkel ­Alemania asumirá la presidencia de turno en el primer semestre de 2007­ dijo que «espera tomar un papel activo en la crisis», pero advirtió que su prioridad durante la presidencia será la «innovación industrial».

Más lejos fue el primer ministro austriaco y presidente de turno, Wolfgang Schüssel, que abogó por dejar en suspenso el Tratado hasta finales de 2007 o principios de 2008, y vincular una eventual recuperación del texto al debate sobre la reforma del presupuesto comunitario que los líderes europeos se han comprometido a lanzar dentro de dos años.

Por cierto, Merkel se pronunció, a título personal, a favor de que haya una mención a Dios en el preámbulo de la futura y dichosa Constitución, en un congreso de católicos alemanes la pasada semana. Por supuesto, sin ningún tipo de fanatismo y sin ánimo de hacer de la UE un exclusivo «club cristiano».

Otra de las consecuencias es la falta de acuerdo sobre la ampliación. Dicen los expertos que la «capacidad de absorción» se ha agotado, y ahí se sitúa la decisión de la UE de aplazar hasta octubre su decisión sobre la adhesión de Bulgaria y Rumania ­parece mantenerse la fecha del 1 de enero de 2007 para el ingreso­. Entretanto, cuando todo parece ralentizarse en la UE, un nuevo Estado, Montenegro, llama a su puerta. -