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Gara > Idatzia > Mundua 2006-05-29
María AIZPURUA
El «mal français» sigue creciendo
Se cumple un año desde que los ciudadanos franceses optaran claramente (55%) por rechazar el Tratado constitucional europeo. Desde entonces el proceso constitucional se encuentra en una situación de impasse evidente.

En un intento de explicar las razones de la negativa francesa ­que poco después sería seguida por la holandesa­ se adujo que en la decisión popular influyó notablemente la situación interna del estado. Se habló del llamado «mal français» término empleado para calificar el profundo malestar de una población que lleva años sufriendo el recorte de un sistema social del que tan orgullosos se sienten (o se sentían).

Las movilizaciones de protesta por la reforma de la jubilación a la que siguieron otras menos multitudinarias (privatizaciones de servicios públicos ­GDF, La Poste...­, reforma en la Educación nacional), habían dejado un poso de descontento que fue revelándose según se aproximaba la consulta del 29-M. Sin embargo, la desconfianza y el escepticismo cada vez más importante pillaron por sorpresa a los dirigentes y principales partidos que no dudaban de la «vocación europeísta» de sus conciudadanos y daban por hecho que iban a aceptar el texto del Tratado sin grandes problemas.

La sorpresa de los pequeños partidos y movimientos de izquierda que llevaban meses denunciando y alertando a sus conciudadanos de los riesgos que entrañaba dicho texto no fue menor. Bien es cierto que el trabajo de denuncia previo sobre la directiva Bolkestein sirvió de ejemplo concreto de lo que podía acaecer al ponerse en marcha el Tratado. De hecho, el debate sobre la directiva fue suspendido semanas antes del inicio de la campaña sobre su ratificación porque los impulsores de la UE temían que influyera negativamente en el resultado de la consulta.

Cuando los sondeos empezaron a delatar las intenciones de voto respecto al Tratado, los partidos favorables al mismo empezaron a preocuparse y movilizarse. El PSF, llegó, incluso, a medio quebrarse por las divergencias internas entre tendencias que apostaban por el «sí» o por el «no».

EFECTO «DOMINO»

Además, la reacción de los ciudadanos franceses al votar «no» contra todo pronóstico ha tenido, en cierto modo, un efecto dominó. Los grupos y plataformas antiliberales que florecieron en el conjunto del Hexágono con motivo del referéndum como el colectivo Copernic han ido consolidándose hasta el punto de que se están planteando presentarse a las elecciones presidenciales. Aunque todavía no haya resultados visibles, las fuerzas de izquierda, trastornadas por este inesperado despertar de parte de la población a la acción política, anuncian cambios en sus formas de actuación para retomar el contacto de base con una ciudadanía que las percibe como estructuras caducas o lejanas. Es el caso del PC o, incluso, del PS que han debatido en sus recientes congresos sobre la necesidad de «una reunificación de la izquierda para hacer frente al liberalismo».

Por otro lado, es evidente que durante este último año la actitud contestataria hacia las rigurosas medidas adoptadas por el Gobierno de Dominique de Villepin se ha afianzado. Basta recordar lo ocurrido con el CPE este invierno o la controversia que ha suscitado la ley sobre la inmigración impulsada por Nicolas Sarkozy.

Claro está que el hecho de que las elecciones presidenciales y legislativas estén a la vuelta de la esquina hace que el tema del Tratado constitucional europeo sea un problema al que nadie quiere hincar el diente porque, entre otras cosas, nadie sabe cómo arreglar el desaguisado provocado por el rechazo francés. No en vano la República es una de las piezas maestras de la denominada «construcción europea».

La cuestión es que tras un año del «no» francés y a otro de las elecciones, lejos de serenarse, el descontento político-social de gran parte de la población ha ido en aumento. El lamentable espectáculo que están ofreciendo los responsables del Gobierno (de Villepin y Sarkozy) enzarzados en su particular guerra hacia el Elíseo con escándalos como el Clearstream de por medio o la desorientación del principal partido de la oposición en el que, obviando proyectos, la máxima preocupación parece ser la búsqueda del o de la candidata a las presidenciales tampoco ayudan a que el clima se apacigüe.

En todo este batiburrillo, en el Estado francés pocos se acuerdan del Tratado constitucional europeo. Eso sí, las encuestas realizadas con ocasión del primer aniversario han reflejado que los ciudadanos de la República no se han arrepentido de la decisión adoptada .-


 
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