La UE sigue en fase de hibernación
La Unión Europea cumple hoy un año del «no» de los ciudadanos del Estado francés a la Constitución europea, y lo hace tratando de mirar hacia otro lado. Los Veinticinco intentan aparentan salir del inmovilismo al que ha derivado el proyecto de reestructuración institucional, pero se han visto obligados a ampliar un año más el periodo de «reflexión» que decretaron en junio del año pasado tras el rechazo francés y holandés al Tratado Constitucional europeo. El cónclave que ha reunido este fin de semana en una abadía cercana a Viena a los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión ha servido únicamente para constatar el impasse y para encargar al Gobierno federal alemán la presentación de una «propuesta sustancial» sobre el futuro del Tratado constitucional en junio de 2007, cuando cierre su presidencia rotatoria del Consejo de Ministros de la UE. El cónclave se ha dado de plazo hasta 2009 para buscar una salida a este impasse institucional, un año que se perfila como ineludible punto de inflexión para la Unión, ya que coincidirá con las elecciones al Parlamento Europeo.
Pero el que la Unión Europea a veces funcione al ralentí no significa que se haya paralizado. Sigue funcionando más o menos como acostumbra, especialmente en las poco transparentes cuestiones relativas al ámbito judicial y policial; pero, sobre todo, está enviando señales claras de que necesita imperiosamente o interesadamente fijar de una vez por todas sus fronteras interiores y exteriores, es decir, responder a la eterna pregunta de qué es EuropaŠ y dónde acaba. Parece obvio que los Veinticinco van a endurecer los criterios de adhesión para nuevos miembros, algo que no se atrevieron a hacer ante la entrada «política» de los últimos diez socios. Rumanía y Bulgaria están muy nerviosas y el dossier turco recibe más añadidos negativos que positivos.
Al mismo tiempo, reflejo de una época menos estable de lo que aparenta, la UE acumula gobiernos en situación precaria, mientras al menos uno de ellos el polaco merecería las simbólicas sanciones que en su día fueron decretadas contra Austria tras la entrada del ultraderechista Jörg Haider. Es una señal más del desconcierto que atenaza a unos gobiernos y unos dirigentes que sólo piensan en el interés común cuando de reforzar el proyecto neoliberal se trata, algo que ya fue rechazado hace un año en el Estado francés. -
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