Con puntualidad sonaron las fanfarres y aparecieron dos seres arrastrando un especial carrito de niños del que surgen los elementos para que los argentinos de Patas Pa’rriba vayan dibujando una sensible historia de amor de “Los Zarabella” expresada en movimientos circenses. Les sigue otro ser con acento argentino que intenta mostrarnos sus raros inventos, son En La Lona con su “Risa física”. En ambos trabajos son niños y niñas quienes más se revolucionan, quienes se dejan provocar, cautivar. El sol luce, pero una brisa helada corta la piel en las sombras en el inicio de las representaciones de la edición de este año de la Umore Azoka.

La compañía castellonense Visitants estrena “Maratón”, un trabajo abierto, con unos personajes subido en zancos, sus evoluciones muestran los momentos de mayor dibujo espacial, junto a las improvisaciones ante las circunstancias del propio trazado urbano, de relaciones con el público. Las relaciones entre los personajes parecen todavía en estado de evolución, apuntan, parecen buscar una clave humorística a partir de unas situaciones de fácil reconocimiento. Vuelven a ser los niños, de algo más de edad, quienes responden de una manera clara a la propuestas.

Le sigue una buena idea escenográfica, bien resuelta artísticamente, estupendamente aprovechada y dejando el espacio para mostrar su capacidad transformadora y de comunicación del actor, malabarista denominado Solo Manolo, que ofrece en “Locomotivo”, una buena muestra de las posibilidades imaginativas del cruce entre la poética del gesto y las técnicas circenses.

Pero quienes logran la comunión perfecta entre su idea, su puesta en escena, su actuación, interpretación y capacidad técnica son Los Gingers, artistas de la fértil escuela de circo catalana provenientes de otras aventuras colectivas y que, en formato de cuarteto, consiguen conectar con los espectadores de manera rotunda.

Ya el sol se ha ido apartando, la brisa se vuelve más cortante, pero el espectáculo crece en intensidad, en humor, en concreción, en dificultad circense. Gran interpretación junto a despliegue de técnica al servicio de los personajes. Parece el espectáculo ideal para el momento. Las carcajadas y los aplausos lo corroboran.

Ya es noche cerrada cuando aparecen los entes escénicos propuestos por Gaitzerdi en la obra “Kulunka”. Unos espejos al fondo, unos bidones, una txalaparta, luces, ritmos, músicas, movimiento. Y los personajes apareciendo y desapareciendo detrás del espejo, a modo de Alicias. Y los elementos se van superponiendo... fuego, agua, tierra. Las músicas acompañan transportando la esencialidad de lo que va de una abstracción absoluta hasta un impresionismo de trazo más figurativo. Máscaras, elementos móviles, vestuario e iluminación van creando atmósferas en “Kulunka” para que se sucedan las secuencias de esta historia de Gaitzerdi que se recompone. Queda la impronta de un estilo, de un lenguaje, que busca trascender al mero hecho narrativo para buscar en una teatralidad en donde las imágenes se apoderen del espacio que dibujan los personajes. Por entonces era ya noche cerrada y la brisa era un cuchillo. -