Ronaldinho y Zidane, iconos de marcas que viven de la explotación
Salarios miserables, acoso sexual, amenazas de muerte y despidos por pertenecer a sindicatos. Esta es la situación que padecen los trabajadores asiáticos que fabrican material deportivo para las grandes marcas, según un informe de Oxfam. Esas firmas, en cambio, no tienen ningún reparo en gastar lo que haga falta para fichar como reclamo publicitario a caras tan conocidas como Ronaldinho o Zidane.
Mientras las grandes marcas deportivas mundiales patrocinan generosamente a los principales equipos y jugadores del mundo, las mujeres y hombres de Asia que producen sus materiales tienen dificultades para cubrir las necesidades básicas de sus familias y muchos no pueden crear sindicatos o unirse a ellos sin sufrir discriminación, despido o violencia».Esto es lo que afirma el primer párrafo del informe elaborado por Oxfam Internacional bajo el título “Fuera de juego. Derechos laborales y producción deportiva en Asia”, un documento en el que se hace un seguimiento exhaustivo de doce marcas deportivas: Adidas, Asics, Fila, Kappa, Lotto, Mizuno, New Balance, Nike, Puma, Reebok, Speedo y Umbro. En vísperas del inicio del Mundial de Fútbol de Alemania, el informe revela que Nike paga 13 millones de euros al año a la selección de Brasil y que Adidas desembolsa 1,5 millones de euros anuales que van a parar al bolsillo del futbolista francés Zinedine Zidane. Frente a esto, que no son más que dos ejemplos del dinero que se mueve en derechos de publicidad, el estudio informa de que los trabajadores asiáticos fabricantes de botas de fútbol y otros elementos de equipamiento deportivo cobran tan sólo 47 céntimos de euro a la hora. O lo que es lo mismo: 3,76 euros por jornada laboral. Y eso en el mejor de los casos, ya que en la empresa PT Panarub de Tangerang (Indonesia) el salario es de 1,35 euros diarios. En esa fábrica, donde se fabrica calzado deportivo de la marca Adidas, se han producido precisamente algunas de las vulneraciones denunciadas en el informe de Oxfam. La citada planta, que cuenta con una plantilla de cerca de 11.500 trabajadores, no cumplía con la correspondiente normativa de salud y seguridad hasta hace apenas dos años. Los trabajadores inhalaban el humo de la goma derretida durante su turno y muchos de los empleados que operaban las máquinas de cola caliente tenían quemaduras o cicatrices en sus manos. En enero de 2004, tras tener conocimiento de esa situación, Oxfam acordó con Adidas invitar a una tercera parte independiente para que investigara las alegaciones de violaciones laborales en Panarub. La organización estadounidense Worker Rights Consortium (WRC) corroboró todas las denuncias y propuso una serie de recomendaciones que fueron puestas en práctica por la propia fábrica. Responsables del sindicato Perbupas, principal central de la planta indonesa, reconocen en el informe de Oxfam que la mediación de WRC ha supuesto cambios positivos. «Los supervisores solían emplear la violencia contra los trabajadores, como por ejemplo tirarles un cenicero a la cara. Ahora no lo hacen porque, si algo así ocurre, Perbupas exigirá que el caso se resuelva inmediatamente. Así que creo que ahora tienen miedo de ejercer la violencia contra los trabajadores», explican representantes sindicales. También hacen referencia a otra mejora. «Las mujeres embarazadas solían estar de pie todo el día para hacer sus trabajos, pero ahora la fábrica les proporciona sillas. Antes muchas mujeres abortaban. Ahora eso no ocurre», destacan. Pero no es oro todo lo que reluce. En el momento de terminar el estudio, Oxfam tuvo conocimiento de acontecimientos de importancia que han puesto en duda el compromiso de Adidas de apoyar el derecho de los trabajadores de Panarub a asociarse libremente y luchar así por sus derechos laborales. A finales del pasado año, 33 miembros de un sindicato, incluyendo a la mayor parte de los líderes, fueron despedidos por actividades ligadas a su participación en una huelga.
Amenazas de muerte
La represión contra los sindicatos no es una novedad en Asia. Todo lo contrario, es algo habitual, a tenor de los hechos relatados por Oxfam. En otra fábrica de Indonesia, en Cipukat, al oeste de Java, se produjeron hasta amenazas de muerte. Una mujer llamada Parkati fue clave en la organización de una huelga de dos días cuyo objetivo era mejorar las condiciones en PT Tae Hwa, planta fabricante de productos de la marca Fila. Pues bien, durante las entrevistas realizadas por Oxfam, los trabajadores informaron de que la fábrica contrató criminales para que reventaran la protesta. Los sicarios visitaron la casa de Parkati por la noche, pero afortunadamente ella se lo esperaba y se había quedado en casa de una amiga. La historia no acabó aquí, ya que la dirección de la fábrica despidió a Parkati en 1999, una decisión que fue respaldada por los tribunales. Trabajadores de Tae Hwa declaran en el informe que las personas despedidas por organizar manifestaciones eran a menudo incluidas en una lista y no podían encontrar trabajo durante muchos meses. Esta situación no se da en la actualidad, y no porque la dirección haya cambiado de métodos, sino porque la empresa cerró sus puertas por sorpresa a comienzos del pasado año. De hecho, el 11 de febrero de 2005, los trabajadores de Tae Hwa volvían al trabajo después de un día festivo y se encontraron con que la planta había cerrado, dejándoles a todos en la calle. En el momento de cerrarse el informe, los despedidos aún no habían recibido la indemnización que les corresponde por despido ni sus otros derechos legales. «No está claro que papel jugó, si es que jugó alguno, Sport Brands International (SBI). Lo que está claro es que como propietaria de la marca Fila, SBI tiene una responsabilidad hacia los trabajadores que han fabricado sus productos durante más de diez años», critica Oxfam. Parkati, la líder sindical a la que se le rescindió el contrato en 1999, explica que «pedimos aquellos derechos que PT Tae Hwa todavía no ha respetado. Llevamos ya un año esperando nuestra indemnización. Sabemos que los dueños de la fábrica probablemente no vuelvan nunca a Indonesia, pero también sabemos que esta fábrica tiene equipos que se pueden vender para pagar nuestra indemnización». Otro cierre sonado fue el de PT Doson, factoría indonesa fabricante de productos Nike. La clausura de esta fábrica, allá por setiembre de 2002, dejó en la calle a siete mil trabajadores. Entre las vulneraciones recogidas por Oxfam en su visita a empresas asiáticas de material deportivo, también se citan casos de acoso sexual, abuso verbal, objetivos de trabajo imposibles, horas extras obligadas y trato denigrante. Sobre esto último, varias trabajadoras expresan en el informe sus dificultades para pedir la baja menstrual, un derecho legal en algunos países para las mujeres que se encuentran mal durante el primer y segundo día del periodo. «La baja menstrual está permitida, pero sólo cuando la enfermera mira nuestra ropa interior para comprobar que efectivamente estamos sangrando. Es humillante y la mayoría consideramos insultante pasar por eso, de manera que seguimos trabajando», señalan. Pero el trato degradante no se reduce a eso, según añade otro grupo de trabajadoras. «En el departamento de costura hay acoso sexual todos los días y todo el tiempo. Los jefes se acercan a nosotras y nos dicen cosas o nos miran de una forma perturbadora. Están siempre diciendo palabras soeces y obscenas. Utilizan nombres de animales para dirigirse a nosotras como ‘cerdo’, ‘mono’ y ‘burro’. Nos llaman desvergonzadas. Los jefes también tiran a las mujeres materiales de trabajo.Los lanzan para que les dé en la pierna o en el torso», denuncian. En realidad, las mujeres, un colectivo que supone el 80% de la mano de obra en el sector de la ropa deportiva, sufren la intimidación de sus supervisores y de los directivos de la fábrica con mucha más intensidad que los hombres. «Para las mujeres es más duro organizarse que para los hombres. Los jefes les gritan con más frecuencia, tendiendo a descargar su enfado sobre las mujeres más que sobre los hombres. También son acosadas de formas en que los hombres no lo son. «A veces, una mujer no puede afiliarse al sindicato de su lugar de trabajo hasta que no tiene permiso de su marido para hacerlo», indican varias trabajadoras involucradas en un sindicato de una fábrica de Indonesia. -
DONOSTIA
Adidas y Nike, rivales que compiten fuera de la cancha
Adidas y Nike son los dos gigantes del mercado de ropa y material deportivo. Su rivalidad es tal que compiten hasta para conseguir, a golpe de talonario, una cara que venda su imagen. Adidas, por ejemplo, tiene como embajadores a los futbolistas Beckham, Raúl, Zidane, Del Piero, Kaká, Ballack y Khan. La imagen de Nike, por su parte, ha sido difundida por el baloncestista Jordan, el golfista Woods, los tenistas McEnroe, Agassi y Sampras y los futbolistas Romario, Ronaldo y Ronaldinho.
Precariedad y subcontratación
Noemí ETXEBARRIA |
ELA-ZERBITZUAK
Para algunos, estas dos palabras no tienen nada que ver entre sí y niegan que la una lleve a la otra. Para otros, es imposible separarlas, porque una lleva a la otra y van unidas de la mano. Para los primeros, administraciones públicas y empresas privadas, la subcontratación es un instrumento que les permite abaratar los costes e incrementar los beneficios, en algunos casos propios (empresas privadas) y en otros beneficiar las «arcas» de sus amigos empresarios (administraciones públicas). No se detienen a mirar las condiciones de los trabajadores y trabajadoras que son contratados a través de las empresas a las que conceden la contrata. No les interesa saber si tienen contratos parciales, eventuales, salarios mínimos o incluso si, en el mejor de los ca- sos, tienen un convenio de aplicación que garantice unas condiciones mínimas. No les preocupa si existe o no el derecho a la subrogación, que garantice mantener unas condiciones específicas y no la merma continúa de éstas en cada nuevo proceso de adjudicación del servicio. Para éstos, administraciones públicas y empresas privadas, los trabajadores y trabajadoras de las empresas subcontratadas no son personas, son simples números que les tienen que hacer cuadrar un balance de resultados, positivo si es posible, a fin de año. Para los segundos, sindicatos, la subcontratación es la lacra de la sociedad actual, el nuevo modelo de precariedad de este país globalizado y de políticas neoliberales, a las que nuestros dirigentes políticos nos están llevando. A igual trabajo, igual salario es el lema constante de nuestras campañas, de nuestra lucha diaria en contra de la discriminación y la falta de reconocimiento que supone el ser contratado por una empresa subcontratada por otra. No sólo nos pagan menos, trabajamos más horas o tenemos peores condiciones sociales, sino que además, nadie se preocupa en hacernos un plan específico en materia de salud laboral, por lo que también somos ninguneados. Pero desde ELA, y teniendo muy claro que un buen convenio no cae del cielo, vamos a seguir uniendo nuestras voces y nuestra fuerza, en terminar con este modelo de precariedad, reivindicando unas condiciones iguales, en garantías sociales, salarios o salud laboral, para todos los trabajadores y trabajadoras que sufren a diario el trabajar para una empresa subcontratada, reivindicando convenios equiparados al de la empresa principal, ya sea pública o privada, como lo hemos venido haciendo hasta la fecha, en Limpieza de Educación, Limpieza de Osakidetza, Limpieza del Ayuntamiento de Durango, Comedores escolares, monitoras de autobuses y más recientemente en la Limpieza del Ayuntamiento de Irun. Pero no debemos olvidarnos de la reivindicación que, desde hace siete meses, vienen demandando los trabajadores de Prosegur que realizan la vigilancia de la comisaría de Erandio para el Departamento de Interior. Un claro ejemplo de la insensibilidad de nuestros políticos, y de cómo se beneficia a las empresas de sus amigos, es negar una equiparación salarial a estos trabajadores, que sí han concedido, sin ningún tipo de vergüenza, para el personal subcontratado para la limpieza de las comisarías, con las empresas Uni-2 y Garbialdi, las dos de su entorno político. Siete meses en huelga, acampados frente a la macro-comisaría y sin ningún tipo de respuesta por parte de nadie, ni de la empresa ni del Departamento, pero con un objetivo muy claro, conseguir terminar con una discriminación y una precariedad, que de otra manera no hubiera sido posible. Porque luchar merece la pena.
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